Saturday, January 17, 2015

Los cien eventos más importantes en dos mil años de historia cristiana: Jerónimo completa la Vulgata en el 405 dC









Esta traducción latina de la Biblia se mantuvo como el texto bíblico preminente por siglos, y sentó las bases para las futuras traducciones.



Eusebio Hieronimo Sofronio, gracias a Dios conocido como Jerónimo, tomó un rotundo paso en convertirse en uno de los más significativos traductores de la Biblia. Nació en el noreste de Italia en el 345 dC. Para la edad de veintinueve años era un estudiante disciplinado y un cristiano asceta. Entonces tuvo un sueño que le acusó de estar preocupado con la enseñanza secular en el sueño se le decía “Tu eres un seguidor de Cicerón, no de Cristo”. Así que por los próximos varios años Jerónimo vivió una vida asceta en el desierto de Siria, estudiando y traduciendo las Escrituras y aprendiendo hebreo. Se hizo secretario del papa Dámaso en el 382, lo cual probó ser la fecha de su destino. Para cuando entró al servicio de Dámaso, era probablemente el mejor de los cristianos y estudiosos del mundo.

Motivación.
En los días de Jerónimo, el griego koiné, el idioma del Nuevo Testamento, era ampliamente conocido a lo largo del imperio romano. El Antiguo Testamento también existía en el griego popular, la Septuaginta, por lo tanto cualquiera que supiera griego tenía acceso a la Biblia completa.
Pero gran parte de la población del imperio romano no conocía el griego. Así, las traducciones tempranas comenzaron a aparecer en varios idiomas, notablemente el latín (convirtiéndose esta en la lengua estándar del imperio occidental), siríaco y copto. A pesar del celo de los primeros traductores estos no siempre poseían un buen conocimiento del griego. Pronto muchos manuscritos viejos en latín, pobres en calidad y algunas veces con diferencias unos de los otros, comenzaron a entrar en circulación.
En una carta al papa Dámaso, Jerónimo explicó el problema y propuso una solución: “Si vamos a centrar nuestra fe en los textos latinos, es trabajo de nuestros oponentes decirnos cuál de ellos, porque hay casi la misma cantidad de formas de textos como hay de copias. Si, por otro lado, vamos a espigar de una comparación de muchos, ¿por qué no ir atrás al original griego y corregir los errores introducidos por los traductores inexactos, y las torpes alteraciones de confianza y críticas ignorantes y, aún más, todo lo que ha sido insertado o cambiado por los copistas muchas veces más dormidos que despiertos?”
Dámaso sugirió que Jerónimo produjera una nueva traducción latina de la Biblia. Una que pudiera echar fuera las inexactitudes de las traducciones viejas. Dámaso quiso que la iglesia occidental fuera claramente latina; una manera de hacer esto posible era proveer una traducción confiable de la Biblia en latín.

Producción.
Jerónimo comenzó a traducir en el 382. Además predicó un ascetismo estricto y ganó muchas mujeres a su modo de vida. Pronto, de alguna manera, vinieron acusaciones acerca de su relación con ellas y de los cargos que el rigor del ascetismo había llevado a la muerte de una mujer. Como consecuencia de esto Jerónimo se mudó a Tierra Santa y después de la muerte de Dámaso en 384  se estableció en Belén, escribiendo y estudiando, supervisando un monasterio, y aconsejando a algunas de las mujeres que habían decidido seguirle desde Roma.
Después de veintitrés años de trabajo, Jerónimo terminó si traducción a finales del 404 o principios del 405. Si veintitrés años parecen un período largo de tiempo, consideremos que Jerónimo estuvo trabajando solo. Además, estaba también escribiendo volúmenes de comentarios y otros escritos, y se envolvió en cada batalla teológica de su época, contribuyendo alguna elocuencia, y algunas veces cartas.
Al principio Jerónimo trabajó desde el Antiguo Testamento Griego, la Septuaginta. Pero luego estableció un precedente para todo buen traductor: El Antiguo Testamento debería ser traducido del hebreo original. En su búsqueda por la exactitud, Jerónimo consultó los rabinos judíos.
Mientras traducía el Antiguo Testamento, algo consternó a Jerónimo: Los libros que los judíos guardaban como Escritura Sagrada no incluían los libros que conocemos como Apócrifa. Estos libros habían sido incluidos en la Septuaginta, la base de los traductores más antiguos y Jerónimo estaba obligado por la iglesia a incluirlos. Pero él sí hizo claro que en su opinión los libros apócrifos eran solo liber ecclesiastici (libros para ser leídos solo para el conocimiento intelectual de la iglesia), y se opuso a la liber canonici (libros canónicos para establecer doctrina). Unos mil años después, los líderes de la reforma seguirían las directrices de Jerónimo y no incluirían la Apócrifa en las biblias protestantes.

Influencia.
“La Biblioteca Divina” como Jerónimo llamó a la Biblia, estuvo finalmente disponible en una forma adecuadamente escrita y con una traducción exacta en el idioma vernáculo de las iglesias del imperio occidental. La traducción de Jerónimo, conocida como la Vulgata (de l palabra latina vulgus que significa idioma “común”) se hizo la versión estándar. Un milenio después, por ejemplo, Martín Lutero, aunque conocía el griego y el hebreo citó la Vulgata de Jerónimo a lo largo de su vida. La Vulgata fue altamente considerada por los estudiosos y usada como la base para traducciones a otros idiomas por mil años. El concilio de Trento, en 1546, declaró a la Vulgata como el único texto en latín auténtico de las Escrituras.
Tristemente, el texto de la Vulgata que circuló a lo largo de la Edad Media era una forma corrupta de la obra de Jerónimo, modificado por los errores de los copistas. (A finales del siglo XVI, se publicaron ediciones de corrección del mismo.) Además, la obra de Jerónimo se volvió ampliamente reverenciada hasta que en la reforma, los traductores trabajaron a partir de la Vulgata, por un periodo de mil años los traductores no trabajaron más directamente de los textos griegos del Nuevo Testamento. E irónicamente, la Biblia de Jerónimo agregó el ímpetu en usar el latín como el idioma de las iglesias, resultando siglos más tarde en servicios de adoración y en lecturas bíblicas que el laicado no podía entender, precisamente lo opuesto a lo que Jerónimo había logrado muchos años antes. En la Vulgata Jerónimo dejó un legado duradero para la erudición bíblica.   

      



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