Heinrich
Bullinger sucedió a Ulrico Zwingio como pastor en Grossmünster después de su
muerte en la batalla de Kappel en 1531. El siguiente recuento de la muerte de
Zwinglio fue escrito por Bullinger.
En el campo de
batalla, no muy lejos de la línea de ataque, el señor Ulrico Zwinglio cae
herido junto a otros cadáveres. Mientras los hombres saqueaban, Zwinglio aún
estaba con vida, recostado en su espalda, con sus manos juntas como si
estuviera orando, y sus ojos mirando hacia el cielo. Algunos que no le conocían
se le acercaron y le preguntaron, ya que estaba tan débil y cerca de la muerte,
(porque había caído en combate y había sido herido mortalmente) si quería que
se le trajera un sacerdote para su confesión. Zwinglio movió su cabeza, no dijo
nada y siguió mirando al cielo. Más tarde le dijeron que si no estaba en
condiciones de hablar o confesar debía tener la madre de Dios en su corazón y
apelar a los santos amados para que ellos rogaran a Dios para que la gracia
divina fuera derramada sobre él. Una vez más Zwinglio movió su cabeza y continuó
con su mirada fija puesta en el cielo. En este momento los católicos se
volvieron impacientes, le maldijeron y dijeron que él era uno de los ariscos
herejes y debía recibir lo que merecía. El capitán Fuckinger de Unterwalden
apareció y desenvainó su espada y dio a Zwinglio una estocada con la cual
finalmente murió. Así el nombrado señor Ulrico Zwinglio, verdadero ministro y
siervo de las iglesias en Zurich, fue encontrado herido en el campo de batalla
junto a sus amigos (con los que permaneció hasta su muerte). De esa manera
debido a su confesión y verdadera fe en Cristo, nuestro único salvador, el
mediador y abogado de todos los creyentes, Zwinglio fue asesinado por un capitán
asalariado, uno de los tantos en contra de quien Zwinglio siempre predicó tan
elocuentemente.
El día siguiente
(12 de octubre) al amanecer, los Cinco Estados dispararon sus armas con gran júbilo.
Se mantuvieron en el campo de batalla durante todo el jueves y el viernes de
acuerdo con la vieja costumbre entre los suizos que debían estar ahí por tres días
en caso de que el enemigo volviera a atacar. Luego hicieron un llamado a sus
seguidores a agrupar fuerzas en los Albis y enviarlas como refuerzo para sus
ciudades en función de apoyo (las cuales necesitaban con gran urgencia) de sus
aliados en Valais y en el sur. En ese mismo día los prisioneros fueron
invitados a identificar los cadáveres mientras que los Cinco Estados celebraban
su victoria.
A pesar de todo
hubo mucho gozo cuando el cadáver de Zwinglio fue encontrado. Todos vinieron
deseando ver a Zwinglio. La vituperación y los insultos arrojados en su contra
por muchos celosos fue indescriptible. El señor Bartolomé Stocker de Zug, quien
era capellán, me dijo después de la guerra que él había procurado ver a
Zwinglio en compañía del señor Hansen Schonbrunner, quien había sido
anteriormente canónigo de Fraumunster y luego regresó a Zug. El rostro de Zwinglio
parecía más de un vivo que de un muerto. De hecho, tenía exactamente la misma
mirada y expresión que tenía cuando predicaba, siendo esto lo que más marcó al
señor Schonbrunner, sus lágrimas brotaron cuando dijo, “tu eras uno de los
nuestros, yo se que hubieras sido un suizo leal. Dios perdone tus pecados”. Entonces
regresó a Zug. Solo había venido con el objetivo de ver a Zwinglio y al poco
tiempo después de ese evento también murió.
Más tarde ese
mismo día un grupo de jóvenes salvajes, incluyendo prisioneros y mercenarios a
los cuales Zwinglio había vigorosamente atacado y que estaban en su contra con
gran fervor. Consideraron dividir el cuerpo de Zwinglio en cinco partes y
enviarlas a cada uno de los cinco estados. Otros estuvieron en contra: ¿Quién quería
cargar y enviar de esa manera un hereje? Zwinglio debía ser quemado. Otros de
los líderes, como Schultheiss Golder y Amman Doos, salieron con la propuesta de
que un hombre muerto debía ser dejado en paz. Esta no era la acción adecuada ni
el lugar para ese tipo de procederes dijeron, nadie podía decir como todo esto
iba a ser llevado a cabo. Otros hablaron acerca de echar suertes y así
sucesivamente. A todo esto la bulliciosa pandilla respondió que ellos ya habían
discutido el asunto y querían que alguna acción fuera tomada. De esa manera la
injusticia triunfó, y cuando los líderes vieron que no había nada más que se
pudiera hacer se fueron.
La multitud,
entonces esparció la noticia por todo el campamento que todo aquel que quisiera
denuciar a Zwinglio de hereje y traidor de la pía confederación, debía venir al
campo de batalla. Ahí con gran entusiasmo establecieron una corte de injusticia
sobre Zwinglio en la cual decidieron que su cuerpo debería ser desmembrado y
quemado en porciones. Todo esto fue ejecutado por el verdugo de Lucerne con
excesivo abuso; entre otras cosas que dijo fue que aunque otros habían afirmado
que Zwinglio era un hombre enfermo, él nunca había visto un cuerpo tan
saludable.
Arrojaron al
fuego las entrañas de algunos cerdos que había matado la noche anterior y luego
voltearon las ascuas y de esa manera la menudencia de los cerdos se mezcló con
las cenizas de Zwinglio. Todo esto sucedió cerca del camino de Sheuren.
Los veredictos
acerca de Zwinglio por eruditos e ignorantes de igual modo, son muy variados. Todos
los que lo conocieron lo alababan. Aun así hubo muchos que siguieron criticándole
porque en realidad no lo conocían o si lo conocían, estaban determinados a
mostrar su resentimiento hablando mal de él.
Myconius, un historiador contemporáneo, reportó en
1536 su versión de la muerte de Zwinglio en Kappel.
Tres veces
Zwinglio arrojado al suelo por las fuerzas invasoras, y en cada ocasión Zwinglio
se puso de pie. En la cuarta ocasión, una lanza alcanzó su barbilla y cayó al
suelo diciendo: “ellos pueden matar el cuerpo pero no el alma” y después de
estas palabras, durmió con el Señor. Después de la batalla, cuando nuestras
fuerzas alcanzaron una posición más fuerte, el enemigo tuvo tiempo de buscar el
cadáver de Zwinglio, pareciera que Zwinglio era muy solicitado tanto en vida
como después de muerto, una vez encontrado pasaron juicio sobre él. Su cuerpo
fue descuartizado y quemado. Tres días después de que los enemigos se habían ido
los amigos de Zwinglio vinieron a ver si había quedado algún rastro de él. Y que
milagro, en medio de las cenizas estaba su corazón completo y sin daño.
No comments:
Post a Comment