“Muchos errores fueron cometidos antes de que la iglesia descifrara la mejor forma de describir a Jesucristo”.
Poco después de la mitad del siglo II, Plinio el Joven, gobernador de
Bitinia en Asia Menor consultó al emperador Trajano acerca del rápido esparcimiento
de la “superstición” cristiana en su distrito, preguntándole que podía hacer
con relación a esto. Luego de haber interrogado a varias personas, Plinio
aprendió que “en un día específico” los cristianos se reunían antes del
amanecer habitualmente y recitaban “un himno a Cristo, tanto como a Dios”.
Estos himnos, los cuales se remontaban a los días de la iglesia primitiva,
agudamente contradicen la noción popular de que la doctrina de la encarnación
es solo una creación de los teólogos del siglo IV, quienes hacían irrelevantes
juegos de palabras. Mucho antes de que los emperadores cristianos convocaran
sus reuniones solemnes, miles de servicios cristianos de adoración cantaban las
alabanzas al Niño Santo de Belén.
Esta es una razón por la que el partido ortodoxo eventualmente triunfó en
la controversia arriana: Atanasio simplemente discutió teológicamente lo que la
iglesia había estado cantando por dos siglos. Pero si la controversia arriana
estableció el hecho de la total divinidad y humanidad de Cristo, esta no
estableció el hecho exactamente de como el Cristo divino se hizo humano. Este hecho
fue dejado para teólogos posteriores.
Cristo sin un alma humana.
Con la conversión al cristianismo del emperador Constantino en 312 dC. La iglesia
marcó una nueva fase en su triunfante expansión. Casi de la noche a la mañana se
puso de moda el creer. Como resultado las iglesias se poblaron, como dijo el
profesor Alan Richardson “con la mitad de los convertidos, la sociedad
ambiciosa y sin instrucción” la mentalidad griega de Dios como un ser
totalmente trascendente reapareció con nuevo vigor entre los cristianos
profesantes, con resultados mezclados.
Durante el siglo IV, dos escuelas de teología ofrecieron interpretaciones bíblicas
contrastantes de pasajes bíblicos que hablaban de la encarnación. Una de estas
fue la escuela de Alejandría y la otra la de Antioquía. Los alejandrinos
enfatizaron fuertemente la naturaleza divina; los antioqueños, la humana. Una comenzó
en el cielo y se movió a la tierra; la otra comenzó en la tierra y miró hacia
el cielo.
La primera explicación sofisticada de la encarnación vino del lado
alejandrino en el debate, de uno llamado Apolinar (c. 310-392) un pastor
anciano de Laodicea quien admiraba grandemente a Atanasio, líder además de la
escuela alejandrina. Podemos estar inclinados a pensar que todo lo herético es
escuro, que siniestras figuras doblaron y torcieron la verdad cristiana, pero
el error de Apolinar que lo llevó a una herejía no ocurrió hasta que este tenía
alrededor de sesenta años. Hasta entonces Apolinar disfrutaba de una reputación
digna de un pilar de la ortodoxia. Las iglesias a lo largo del imperio
experimentaron el duro golpe cuando por primera vez oyeron que el venerable
obispo había caído en un error.
Haciendo eco de Atanasio, Apolinar comenzó su causa por la encarnación con
la total divinidad de Cristo: solo Dios pudo salvar al mundo, y, si Cristo es
Salvador, debe ser divino. Pero la pregunta es ¿Cómo?
El viejo maestro hacía énfasis sobre la idea de un acercamiento a la
pregunta desde un punto de vista psicológico. Apolinar sentía que la naturaleza
humana adoptó el cuerpo y el alma. Pero en la encarnación, el Verbo divino
desplazó el alma animada y racional en un cuerpo humano, creando una “unidad de
naturaleza” entre el Verbo y el cuerpo. La humanidad, creía Apolinar, era la
esfera, no el instrumento de salvación, meramente el lugar donde la salvación ocurría,
y no un medio de salvación. Cristo, por lo tanto, tenía solo una naturaleza:
Apolinar habló de “una naturaleza encarnada en el verbo divino”. La tensión alejandrina
en la deidad de Cristo permanecía, pero la única cosa humana acerca de Cristo
era su cuerpo físico.
Apolinar, definido como lo era su herejía, merece nuestra alabanza por
tener el esfuerzo primario en forzar a la iglesia a pensar más profundo con relación
a Cristo. Su falta descansa en la inhabilidad de presionar más hacia el corazón
de la verdad. El amplio respeto que Apolinar se había sabido ganar con el paso
de los años explica la razón por la que nunca fue exiliado, aun, como un
hereje, le fue prohibido adorar en la iglesia católica. Murió en sus ochenta, permaneció
siendo un estudioso y un escritor hasta el final de su vida.
Las objeciones al Apolinarismo crecieron rápidamente. ¿No mostraban los
evangelios un cuadro de Jesús como un ser humano normal psicológicamente,
mostrando a Cristo con una mente humana y con emociones humanas? Y si el Verbo
desplazó el alma humana racional, con sus poderes de escoger el pecar, ¿Cómo podría
Cristo ser totalmente humano, y por lo tanto, como los seres humanos serian
totalmente redimidos? Si el Verbo no se unió a una total humanidad consigo
mismo, entonces, ¿Cómo podemos esperar ser salvos?
En esta atmosfera, el concilio de Constantinopla (381) efectivamente
silenció las enseñanzas de Apolinar. Simplemente no estaban adecuadas a la descripción
de la encarnación.
¿Madre de Dios?
La segunda herejía estaba asociada con el nombre Nestorio, un famoso
predicador en Antioquía, quien en el 428 fue convocado a arzobispo de
Constantinopla. En la sombra del palacio imperial, Nestorio, probó ser un
devoto, de buenas intenciones pero estridente, y un predicador sin tacto. En
las calles, su temperamento perseguidor le hizo ganarse el apodo “tea encendida”.
Poco después de asumir sus deberes en la capital, lanzó un ataque en un sermón
contra el término popular Theotokos o
“Madre de Cristo”. Pero debido a su descuidad retórica dio a entender que él
creía que Cristo no solo tenía dos naturalezas sino también dos voluntades, que
habían dos Cristos, queriendo decir, uno divino y uno humano existiendo en el
mismo cuerpo. Esto parecía negar el retrato de los evangelios que enseñaba a
Jesús como una integridad individual, la controversia se expandió por el aire;
cargos fueron pronunciados desde los púlpitos. Cirilo, obispo de Alejandría,
llamó a Nestorio a que se retractara.
Para resolver el escándalo, el emperador adoptó la tradición de citar a un
concilio general. Este fue llevado a cabo en Éfeso en el verano de 431.
Nestorio se negó a asistir, pero el emperador, quien una vez había apoyado a
Nestorio accedió a las demandas de Cirilo de deponer a “tea encendida”. Repudiado,
Nestorio se vio a si mismo exiliado de su anterior monasterio en Antioquía, aun
cuando el nuevo obispo asumió su púlpito en Constantinopla. Los seguidores de
Nestorio fueron expulsados de la iglesia y pronto establecieron las Iglesias
Sirias Nestóreas en el medio y lejano oriente, algunas de las cuales han
sobrevivido hasta hoy.
Nestorio vivió hasta finales de 451, lo suficiente para dar la bienvenida a
la epístola doctrinal del papa Leo y a la definición de ortodoxia anunciada en
el concilio de Calcedonia. Recibió las conclusiones del concilio como si fueran
suyas. “He sobrevivido al tormento de mi vida ", dijo antes de morir en
las fronteras del imperio. “Cada día suplico a Dios que cumpla mi disolución,
cuyos ojos han visto la salvación de Dios”.
Agudas palabras de un difamado hombre. Pero la controversia Nestoriana
sirvió con un propósito más elevado. Los miembros más extremos de la escuela de
Antioquía hicieron clara la necesidad de hablar acerca de Cristo, su deidad y
humanidad en términos más convincentes, especialmente términos que describan la
unión de ambas naturalezas en una sola persona.
Latrocinio.
Poco después del concilio de Éfeso, una tercera desgracia llamada
Eutiquianismo se expandió en una controversia a lo largo del este. De un
monasterio cerca de Constantinopla, un anciano monje indocto llamado Eutico (c.
378-454) comenzó a defender la deidad de Cristo con una enseñanza algunas veces
llamada Monofisismo (del griego, una naturaleza). Eutico enseñó que la
humanidad de Cristo fue absorbida en su deidad, así como una gota de miel que
cae en el mar se disuelve en este. Esto fue virtualmente un resurgir del
Apolinarismo, y antes de esto, Docetismo (la enseñanza de que Cristo solo
parecía ser un hombre)
El patriarca Flaviano de Constantinopla pronunció al monje de hereje. En Alejandría,
de todos modos, Dióscoro el patriarca de la ciudad, estaba ansioso de hacer
valer su poder en Constantinopla. Con su pedido el emperador otra vez convocó
un “concilio imperial”. Este en Éfeso en 449 permitió a Dióscoro rehabilitar a
Eutico, pero el resto de la iglesia vio esto con ojos políticos. El papa Leo lo
llamó como latrocinio y se unió al emperador Flaviano en convocar al emperador
para un nuevo concilio. Tal fue el sombrío
trasfondo del histórico concilio de Calcedonia, un pueblo no muy lejos de
Constantinopla.
En el 451 cerca de cuatrocientos obispos rápidamente acusaron a Dióscoro
por sus acciones en el latrocinio y luego abogaron por la definición que había sido
dada para referirse a la ortodoxia. Calcedonia admirablemente afirmaba que
Cristo no es Dios.
Una vez más la temprana herejía de Arrio, la asamblea afirmó que Jesús era
verdaderamente Dios, y una vez más contra Apolinar que Cristo era totalmente
hombre. Contra Eutico se confesó que la deidad de Jesús y la humanidad no se
cambiaron en alguna otra cosa dentro de Su persona, y en contra de Nestorio que
Jesús no estaba dividido, sino que era una sola persona.
Para negar la concepción griega de Dios como el desinteresado y ajeno al
universo, y al mismo tiempo ser fiel a las escrituras, Calcedonia no ofreció “explicación”
acerca del misterio de Jesús. Los padres del concilio sabían que Jesús no puede
ser enmarcado en una clase específica. Él es absolutamente único. Calcedonia
dejó en misterio intacto; la iglesia siguió adorando en comunidad.
Pero la afirmación también hizo posible decir la historia de Jesús como una
buena noticia. Como Jesús era un ser humano normal, podía cumplir cada demanda
de la ley de Dios, y pudo sufrir y morir una muerte real. Como Jesús era
totalmente Dios, su muerte fue capaz de satisfacer la justicia divina. Dios
mismo había, por su gracia, provisto el sacrificio.
No comments:
Post a Comment