Su carta es la declaración más antigua y autoritativa para fijar el Nuevo Testamento como lo conocemos hoy.
“Como ya sabes mi voluntad, conceder la entrada gratuita a todos aquellos que deseen entrar a la iglesia. Porque si oigo que tú has obstaculizado a cualquiera para convertirse en miembro, o has excluido a cualquiera de la entrada, debo inmediatamente enviar a alguien para que te excluya bajo petición mía y te envíe al exilio.”
Estas son las palabras de
emperador Constantino el Grande, escritas alrededor del 328 dC a Atanasio,
obispo de Alejandría. Atanasio no había seguido el creciente interés de
Constantino en el ecumenismo. Al contrario, había insistido en excluir de la
iglesia a cualquiera que no se subscribiera al credo de Nicea. Consecuentemente,
Atanasio fue depuesto en 335 dC y exiliado a Trier (hoy en el oeste de
Alemania, cerca de la frontera de Luxemburgo). Dos años más tarde, después de
la muerte de Constantino, regresó a Alejandría, pero fue removido del poder
otra vez en 339 dC y fue a donde estaba el papa Julio I, un defensor en Roma,
regresó en el 346 dC, solo para ser exiliado tres veces más por varias razones.
Atanasio finalmente retomó su obispado en 366 dC, el cual mantuvo hasta su
muerte en 373 dC a la edad de 78 años.
Muchos de sus escritos defendían
la posición ortodoxa en contra de la influencia de Arrio, pero también hábilmente
defendió la fe en contra de la oposición pagana y judía. Otra contribución a
los escritos de la iglesia es su “Vida de San Antonio” escrita alrededor del
357, una de las primeras vidas de un santo que justificadamente puede clamar
autenticidad. El libro, un éxito de librarías antiguo, ampliamente diseminó información
en el monasticismo.
Carta Festiva Famosa.
Tal vez el más influyente
escrito de Atanasio fue sus treinta y nueve cartas festivas en el 367 dC. Había
sido acostumbrado después de Epifanía (los doce días festivos después de
Navidad) cada año por los obispos de Alejandría escribir una carta en la cual
las fechas de la Cuaresma y Resurrección eran fijadas y así, todas las otras
festividades de la iglesia en ese año. Estas cartas eran también usadas para
discutir otros asuntos de importancia general. Atanasio escribió cuarenta y
cinco cartas festivas; trece han sobrevivido completas en traducción siriaca.
La carta treinta y nueve ha
sido reconstruida por estudiosos de griego, siriaco, y copto en fragmentos. Esta
contiene una lista de libros del Antiguo y Nuevo Testamento, los cual Atanasio
describió como libros canónicos. La lista del Nuevo Testamento es idéntica a
los veintisiete escritos que nosotros aceptamos como canónicos, y así la carta
treinta y nueve de Atanasio ha sido considerada como la primera declaración
autoritativa del canon del Nuevo Testamento.
Atanasio escribió la lista para
terminar con ciertas discusiones con relación a ciertos textos como “El Pastor
de Hermas” o “La Epístola de Bernabé” las cuales por mucho tiempo habían sido
consideradas en igual grado de inspiración que las cartas apostólicas. También silenció
aquellos que habían cuestionado la autenticidad apostólica de las cartas de
Pedro o el libro de Apocalipsis.
Atanasio declara que “en estos
veintisiete escritos solo las enseñanzas de la santidad es proclamada. Nadie puede
agregar a estos, y nada puede ser quitado de estos.”
Canon Controversial.
Un documento apoya la posición de
Atanasio: El famoso Códice Vaticano en la biblioteca del Vaticano, un códice
griego del Antiguo y Nuevo Testamento. Este consta de los mismos libros en el
mismo orden que la carta de Atanasio, en el cual es particularmente notable el
orden peculiar dado a los libros: Evangelios, Hechos, Epístolas Universales
(Santiago, 1 y 2 de Pedro, 1, 2 y 3 de Juan, Judas) Epístolas Paulinas
(incluyendo Hebreos entre 2 Tesalonicenses y 1 de Timoteo) y Apocalipsis. El Códice
Vaticano probablemente fue escrito en Roma, alrededor del 340 dC, por los
escribas alejandrinos para el emperador Constantino, durante los siete años de
exilio de Atanasio en la ciudad. Esto así precedería las cartas festivas. Aun cuando
Atanasio no estaba muy lejos del Códice Vaticano cuando este fue escrito, uno
se da cuenta que el establecimiento del canon no fue una decisión repentina
hecha unilateralmente por un obispo en Alejandría, sino el proceso de una
cuidadosa investigación y deliberación, documentada en un códice de la Biblia
en griego, y veintisiete años más tarde en una carta festiva.
Por otra parte, el punto de
vista de Atanasio, no tenía un apoyo unánime, ni siquiera en Alejandría. Unos veinte
años después que las cartas festivas fueron escritas, el estudioso alejandrino
Dídimo el Ciego no aceptaba 2 y 3 de Juan como canónicas, pero si respaldó
totalmente y citó 2 de Pedro, la cual seguía siendo ocasionalmente discutida
por otros. Dídimo también aparentemente consideró “El Pastor de Hermas” “La
Epístola de Bernabé” e incluso “La Didache” y 1 de Clemente como igualmente
autoritativas. Y hubo también así muchos ejemplos de divergencias de opiniones
por todo el imperio, tanto en el este como en el oeste. De todos modos, después
del final del siglo IV, las divergencias ocasionales de opinión no alterarían la
tradición recibida.
¿Qué pudo haber pasado si
Atanasio y otros no establecieran y aceptaran un canon cerrado? Los escritos gnósticos
como el evangelio de Tomás pudo haberse deslizado en el canon y haber diluido
el mensaje histórico de Cristo con lo que hoy nosotros llamamos elementos de la
Nueva Era. O la presión de otros grupos después pudo haber excluido escritos
que no cumplieran sus expectativas, como Apocalipsis por ejemplo, o 2 de Pedro
(un libro que las iglesias sirias intentaron excluir). Más tarde Martín Lutero
hubiera con agrado querido excluir la carta de Santiago, la cual él decía que
se contradecía con los escritos de Pablo. En efecto. ¿Por qué no agregar la
carta de Martin Luther King “Cartas de una Prisión en Birmingham” de 1964, como
fue sugerido por algunos escritores modernos, o eliminar epístolas que pudieran
considerarse hoy inauténtica?
El canon cerrado que prevalece
en todas las iglesias cristianas forma un consenso que previene tales excentricidades.
Y ese canon puede ser trazado desde Atanasio, y desde el año 367 dC, la cual
sin dudas sigue siendo una fecha extremadamente importante en la historia de la
iglesia.
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