Wednesday, January 29, 2014

El postmilenialismo Americano: Contemplando la Gloria.




“Hubo una vez cuando muchos cristianos americanos se mostraban optimistas con el fin”

1739 dC. Jonathan Edwards predica una serie de sermones más tarde publicadas con el nombre de “Una historia de la obra de redención”

Durante gran parte del siglo XIX los protestantes americanos creyeron que estaban viviendo en tiempos especiales, la corriente de eventos estaba acelerando la venida del reino de Dios en la tierra. Himnos como “El Himno de Batalla de la República” (http://www.youtube.com/watch?v=GI2dXQ3Eckg) “Mis Ojos han de ver la Gloria de la Venida de Cristo, El está hollando las cosechas donde están guardadas las uvas de la ira, El ha desatado el fatídico relámpago de su rápida espada, su verdad está marchando, (es una estrofa transliterada del himno al español).
Con el sostenimiento de esta optimista idea se hizo aparecer en la escena el postmilenialismo, la creencia de que la segunda venida de Cristo tendría lugar después del milenio de dicha, paz y prosperidad para la iglesia, que sería marcado por la ayuda divina y los esfuerzos de la iglesia.
Es una sorpresa para muchos que en el siglo XIX el postmilenialismo fuera la doctrina común recibida entre los cristianos protestantes de América, como un ministro dijo en 1859 “El postmilenialismo dominó la imprenta religiosa, el liderazgo en los seminarios y en la mayoría de los pastores protestantes y fue arraigado en la mente popular”

Ritmo de establecimiento de los puritanos

El postmilenialismo fue articulado visiblemente por primera vez en América, por un hombre que muchos consideran el gran teológo de la historia americana, el pastor congregacionalista de Nueva Inglaterra Jonathan Edwards (1703-1758).
Edwards fue un devoto estudiante de las Escrituras, incluyendo el libro de Apocalipsis. Además hospedó fervientes esperanzas de que Dios hiciera algo especial entre las personas de Nueva Inglaterra. Fue prudente cuando el avivamiento comenzó en su propia congregación en los 1730, pero cuando toda Nueva Inglaterra fue convulsionada por el avivamiento espirtual en los 1740 él no se pudo contener: “No es improbable que esta obra del Espíritu de Dios que es tan extraordinaria y maravillosa sea la madrugada, o al menos el preludio de esa gloriosa obra de Dios que a menudo se predice en las Escrituras… y hay muchas cosas que hacen probable que esta obra comenzará en America”
Después del avivamiento Edwards se volvió mas cauteloso y fechó el Milenio (un término que usó raramente) en algún tiempo alrededor del año 2000. El creía, junto a muchos otros, que esta fecha marcaría el comienzo del séptimo y último milenio de la historia del mundo. Mientas tanto mucho quedaba por hacer: la caída del reino de Satanás, a lo que él llamaba el papado y el imperio turco Otoman, la conversión de los judíos, y el esparcimiento de la verdad Cristiana, hasta lo más intrincado de la tierra.
Edwards visionó el milenio como el estado de la iglesia triunfante, un tiempo de descanso sabático y paz, él esperaba que este fuera un tiempo de gran avance en conocimiento donde tanto la instrucción divina como religiosa no estaría confinada a solo dos o tres naciones de Europa, sino que sería difundida en todo el mundo. El miró adelante a un tiempo de gran santidad, donde la maldad visible sería suprimida en todas partes y la verdadera santidad sería general aunque no universal y un tiempo de gran prosperidad. Consideró la época de Cosntantino como un tiempo de una mayor realidad por venir, por lo que él también esperaba que el milenio fuera un tiempo donde la verdadera religión sería tenida en gran estima y los santos gobernarían en todos los frentes.
¿Cómo todo esto llegaría a ser? Aquí estaba la mayor contribución de Edwards: “esta es una obra que será realizada por medio de la predicación del evangelio y el uso de la gracia y será traído gradualmente” a pesar de que Edwards también esperaba que el Espíritu de Dios fuera gloriosamente derramado para el maravilloso avivamiento y la propagación de la religión.
La combinación de la bendición extraordinaria del Espíritu y los medios ordinarios de gracia confiados a la iglesia lo convencieron de que: “Esta gran obra de Dios sería gradualmente forjada, aunque rápido, pero gradualmente”
Además él estaba firme en que esta visión postmilenialista era un incentivo necesario para sostener los mejores esfuerzos de la iglesia. En efecto el mantener vivas estas esperanzas en la iglesia tenía la tendencia de animar toda la santidad y religiosidad en sentido general entre el pueblo de Dios, esto debería ser sostenido con la mayor seriedad, alegría y fe entre los creyentes.
Después de la revolución americana, en los 1790 hubo una renovación del interés en la escatología bíblica. La serie de sermones de Jonathan Edwards de 1739 fueron publicadas póstumamente en 1774 con el nombre: Historia de la obra de Redención, fue reeditada en los 1790 y muchas veces más. A través del siglo XIX la obra de Edwards tuvo una enorme influencia en la cultura popular y entre los teológos, esto sentó las bases para la discusión.
Por ejemplo, Samuel Hopkins fue un discípulo de Edwards y pastor congregacionalista en New Port, Rhode Island, quien produjo su propio “Tratado sobre el Milenio” en 1793. Las ideas de Hopkins anticiparon las tendencias que florecerían en el siguiente siglo.
Primero él estaba obligado a un activismo social desconocido por Edwards. Desde que New Port se convirtió en el centro del triángulo comercial, que involucraba el intercambio de ron y de negros esclavos africanos, Hopkins lanzó una cruzada en contra de la trata abogando la completa emancipación, ministró a más negros que cualquier otro ministro de Nueva Inglaterra y predijo el juicio de Dios en la nación con tal que esta se negara a liberar los negros esclavos.
Segundo, Hopkins creía que a la larga la gran mayoría de los seres humanos serían salvos, con la excepción de uno entre mil. Aun cuando Hopkins especuló en las proporciones, el avivamiento surgió otra vez. Esta ola, el Segundo Gran Avivamiento en la primera mitad del siglo XIX, inflamó la marea de la anticipación milenial. Tan numeroso y regular fue el avivamiento que levantó la posibilidad de un avivamiento perpetuo religioso, un avivamiento sin la posibilidad de declinar.
Permaneciendo las leyes subyacentes que el renacimiento espiritual la gente podía usar, que en efecto Dios esperaba que ellos usaran, medios que podrían producir avivamientos a su voluntad. Sistemáticamente el milenio no vendría sin el trabajo de los santos. En ambos frentes los evangelicos enfatizaron que Dios trabajaría a través de esos medios.
Nadie articuló este tema mejor que el avivador Charles Finney (1792-1875), apasionadamente comprometido a promover el avivamiento después de su dramática conversión en 1821, sus iedas postmilenialistas inducieron al máximo esfuerzo evangélico tanto como al arrepentimiento y la creencia.
El no creía, por ejemplo, que el avivamiento era el resultado de milagros, sino, “el uso correcto de los medios”. Así él instituyó “nuevas medidas”, nuevas técnicas para instigar el avivamiento: el banco de la ansiedad, donde los pecadores serían puestos para exhortación, en las oraciones informales en público, y los prolongados servicios.
Sin pelos en la lengua Finney pretenciosamente acertaba que: “si la iglesia haría su labor, el milenio vendría  a este país en tres años”. Esto llevó en los años que precedieron la Guerra civil a una reforma social y religiosa sin precedentes en la historia: templanza, antiesclavitud, paz, derechos de la mujer, educación, y una dramática expansión en las misiones extrajneras.
Todo esto sería puesto en peligro, creía Finney si los cristianos sucumbían al premilenialismo. Así cuando William Miller comenzó a remover el entusiasmo acerca del inminente regreso de Cristo en los tempranos 1840 Finney consideró el movimiento como “salvaje e irracional” y confrontó al ferviente adventista cara a cara tratando de enderazarlo según el libro de Daniel.
Como sucedió después la crusada fallida de Miller aceleró la aceptación de la fe postmilenialista en América que iba creciendo en optimismo sobre el futuro. El pastor Lyman Beecher creyó que el milenio comenzaría en América.
Los editores de “El Independiente” se regocijaron en 1851 de que: “una gran característica de nuestros tiempos es que todo es un progreso”. El cristianismo y la cultura parecían marchar juntas adelante y hacia arriba hacia la gran consumación de la profecía.
El avivamiento de 1858 vivificó estas esperanzas a tal punto que Joseph Berg, alemán reformado pastor en Philadelphia pudo exclamar: “quien no ve que, con la terminación de la injusticia y la opresión… con el establecimiento de los derechos en cada código de leyes… con el arte y la ciencia santificada por la verdad de Dios, y la santidad del Señor, grabadas en las paredes de nuestros lugares altos, y toda la tierra bebiendo la lluvia de justicia… oh este es el reino del Señor Jesus”

Estallando el globo.

La Guerra Civil de los Estados Unidos fue el primer evento en estallar el globo del postmilenialismo para muchos creyentes, tanto en el norte como en el sur. Por las siguientes décadas la inmigración, la urbanización y la industrialización crearon nuevos, complejos y aparentemente intratables problemas para la nación, y para los postmilenialistas. El mundo simplemente no estaba poniéndose mejor, los últimos vestigios de postmilenialismo se unieron con el movimiento del evangelio social, el cual desechó las nociones de una trascendente segunda venida, pero aún así llamado como: conversión de la industria, el comercio, la política, la educación y los intereses sociales en el mundo de Cristo.

El siglo XX no ha sido muy amable con el postmilenialismo. Ha parecido cada vez más increíble debido a que los eventos se han tercamente rehusado a conformarse a las esperanzas sobre el futuro. Aun así un remanente continúa generalmente en los campos reformados o en sus reconstructivas teonomías variantes, aunque su postmilenialismo ha sido sostenido a pesar de la experiencia y no por causa de ella.

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