“Hubo una vez cuando muchos cristianos americanos se mostraban optimistas con el fin”
1739 dC. Jonathan Edwards predica una serie de sermones más tarde publicadas con el nombre de “Una historia de la obra de redención”
Durante gran parte del siglo XIX
los protestantes americanos creyeron que estaban viviendo en tiempos
especiales, la corriente de eventos estaba acelerando la venida del reino de
Dios en la tierra. Himnos como “El Himno de Batalla de la República” (http://www.youtube.com/watch?v=GI2dXQ3Eckg)
“Mis Ojos han de ver la Gloria de la Venida de Cristo, El está hollando las
cosechas donde están guardadas las uvas de la ira, El ha desatado el fatídico
relámpago de su rápida espada, su verdad está marchando, (es una estrofa
transliterada del himno al español).
Con el sostenimiento de esta
optimista idea se hizo aparecer en la escena el postmilenialismo, la creencia
de que la segunda venida de Cristo tendría lugar después del milenio de dicha,
paz y prosperidad para la iglesia, que sería marcado por la ayuda divina y los
esfuerzos de la iglesia.
Es una sorpresa para muchos que
en el siglo XIX el postmilenialismo fuera la doctrina común recibida entre los
cristianos protestantes de América, como un ministro dijo en 1859 “El postmilenialismo dominó la imprenta
religiosa, el liderazgo en los seminarios y en la mayoría de los pastores
protestantes y fue arraigado en la mente popular”
Ritmo de establecimiento de los puritanos
El postmilenialismo fue
articulado visiblemente por primera vez en América, por un hombre que muchos
consideran el gran teológo de la historia americana, el pastor
congregacionalista de Nueva Inglaterra Jonathan Edwards (1703-1758).
Edwards fue un devoto estudiante
de las Escrituras, incluyendo el libro de Apocalipsis. Además hospedó
fervientes esperanzas de que Dios hiciera algo especial entre las personas de
Nueva Inglaterra. Fue prudente cuando el avivamiento comenzó en su propia
congregación en los 1730, pero cuando toda Nueva Inglaterra fue convulsionada
por el avivamiento espirtual en los 1740 él no se pudo contener: “No es improbable que esta obra del Espíritu
de Dios que es tan extraordinaria y maravillosa sea la madrugada, o al menos el
preludio de esa gloriosa obra de Dios que a menudo se predice en las
Escrituras… y hay muchas cosas que hacen probable que esta obra comenzará en
America”
Después del avivamiento Edwards
se volvió mas cauteloso y fechó el Milenio (un término que usó raramente) en
algún tiempo alrededor del año 2000. El creía, junto a muchos otros, que esta
fecha marcaría el comienzo del séptimo y último milenio de la historia del
mundo. Mientas tanto mucho quedaba por hacer: la caída del reino de Satanás, a
lo que él llamaba el papado y el imperio turco Otoman, la conversión de los
judíos, y el esparcimiento de la verdad Cristiana, hasta lo más intrincado de
la tierra.
Edwards visionó el milenio como
el estado de la iglesia triunfante, un tiempo de descanso sabático y paz, él
esperaba que este fuera un tiempo de gran avance en conocimiento donde tanto la
instrucción divina como religiosa no estaría confinada a solo dos o tres
naciones de Europa, sino que sería difundida en todo el mundo. El miró adelante
a un tiempo de gran santidad, donde la maldad visible sería suprimida en todas
partes y la verdadera santidad sería general aunque no universal y un tiempo de
gran prosperidad. Consideró la época de Cosntantino como un tiempo de una mayor
realidad por venir, por lo que él también esperaba que el milenio fuera un tiempo
donde la verdadera religión sería tenida en gran estima y los santos
gobernarían en todos los frentes.
¿Cómo todo esto llegaría a ser?
Aquí estaba la mayor contribución de Edwards: “esta es una obra que será realizada por medio de la predicación del
evangelio y el uso de la gracia y será traído gradualmente” a pesar de que
Edwards también esperaba que el Espíritu de Dios fuera gloriosamente derramado
para el maravilloso avivamiento y la propagación de la religión.
La combinación de la bendición
extraordinaria del Espíritu y los medios ordinarios de gracia confiados a la
iglesia lo convencieron de que: “Esta
gran obra de Dios sería gradualmente forjada, aunque rápido, pero gradualmente”
Además él estaba firme en que
esta visión postmilenialista era un incentivo necesario para sostener los
mejores esfuerzos de la iglesia. En efecto el mantener vivas estas esperanzas
en la iglesia tenía la tendencia de animar toda la santidad y religiosidad en
sentido general entre el pueblo de Dios, esto debería ser sostenido con la
mayor seriedad, alegría y fe entre los creyentes.
Después de la revolución americana,
en los 1790 hubo una renovación del interés en la escatología bíblica. La serie
de sermones de Jonathan Edwards de 1739 fueron publicadas póstumamente en 1774
con el nombre: Historia de la obra de
Redención, fue reeditada en los 1790 y muchas veces más. A través del siglo
XIX la obra de Edwards tuvo una enorme influencia en la cultura popular y entre
los teológos, esto sentó las bases para la discusión.
Por ejemplo, Samuel Hopkins fue
un discípulo de Edwards y pastor congregacionalista en New Port, Rhode Island,
quien produjo su propio “Tratado sobre el
Milenio” en 1793. Las ideas de Hopkins anticiparon las tendencias que florecerían
en el siguiente siglo.
Primero él estaba obligado a un activismo
social desconocido por Edwards. Desde que New Port se convirtió en el centro
del triángulo comercial, que involucraba el intercambio de ron y de negros
esclavos africanos, Hopkins lanzó una cruzada en contra de la trata abogando la
completa emancipación, ministró a más negros que cualquier otro ministro de
Nueva Inglaterra y predijo el juicio de Dios en la nación con tal que esta se negara
a liberar los negros esclavos.
Segundo, Hopkins creía que a la
larga la gran mayoría de los seres humanos serían salvos, con la excepción de
uno entre mil. Aun cuando Hopkins especuló en las proporciones, el avivamiento
surgió otra vez. Esta ola, el Segundo Gran Avivamiento en la primera mitad del
siglo XIX, inflamó la marea de la anticipación milenial. Tan numeroso y regular
fue el avivamiento que levantó la posibilidad de un avivamiento perpetuo
religioso, un avivamiento sin la posibilidad de declinar.
Permaneciendo las leyes
subyacentes que el renacimiento espiritual la gente podía usar, que en efecto
Dios esperaba que ellos usaran, medios que podrían producir avivamientos a su
voluntad. Sistemáticamente el milenio no vendría sin el trabajo de los santos. En
ambos frentes los evangelicos enfatizaron que Dios trabajaría a través de esos
medios.
Nadie articuló este tema mejor
que el avivador Charles Finney (1792-1875), apasionadamente comprometido a
promover el avivamiento después de su dramática conversión en 1821, sus iedas
postmilenialistas inducieron al máximo esfuerzo evangélico tanto como al
arrepentimiento y la creencia.
El no creía, por ejemplo, que el
avivamiento era el resultado de milagros, sino, “el uso correcto de los medios”.
Así él instituyó “nuevas medidas”, nuevas técnicas para instigar el
avivamiento: el banco de la ansiedad, donde los pecadores serían puestos para
exhortación, en las oraciones informales en público, y los prolongados
servicios.
Sin pelos en la lengua Finney
pretenciosamente acertaba que: “si la iglesia haría su labor, el milenio
vendría a este país en tres años”. Esto llevó
en los años que precedieron la Guerra civil a una reforma social y religiosa
sin precedentes en la historia: templanza, antiesclavitud, paz, derechos de la
mujer, educación, y una dramática expansión en las misiones extrajneras.
Todo esto sería puesto en
peligro, creía Finney si los cristianos sucumbían al premilenialismo. Así
cuando William Miller comenzó a remover el entusiasmo acerca del inminente
regreso de Cristo en los tempranos 1840 Finney consideró el movimiento como “salvaje
e irracional” y confrontó al ferviente adventista cara a cara tratando de
enderazarlo según el libro de Daniel.
Como sucedió después la crusada
fallida de Miller aceleró la aceptación de la fe postmilenialista en América
que iba creciendo en optimismo sobre el futuro. El pastor Lyman Beecher creyó
que el milenio comenzaría en América.
Los editores de “El Independiente” se regocijaron en
1851 de que: “una gran característica de nuestros tiempos es que todo es un
progreso”. El cristianismo y la cultura parecían marchar juntas adelante y
hacia arriba hacia la gran consumación de la profecía.
El avivamiento de 1858 vivificó
estas esperanzas a tal punto que Joseph Berg, alemán reformado pastor en Philadelphia
pudo exclamar: “quien no ve que, con la terminación de la injusticia y la
opresión… con el establecimiento de los derechos en cada código de leyes… con
el arte y la ciencia santificada por la verdad de Dios, y la santidad del
Señor, grabadas en las paredes de nuestros lugares altos, y toda la tierra
bebiendo la lluvia de justicia… oh este es el reino del Señor Jesus”
Estallando el globo.
La Guerra Civil de los Estados
Unidos fue el primer evento en estallar el globo del postmilenialismo para muchos
creyentes, tanto en el norte como en el sur. Por las siguientes décadas la inmigración,
la urbanización y la industrialización crearon nuevos, complejos y
aparentemente intratables problemas para la nación, y para los
postmilenialistas. El mundo simplemente no estaba poniéndose mejor, los últimos
vestigios de postmilenialismo se unieron con el movimiento del evangelio
social, el cual desechó las nociones de una trascendente segunda venida, pero
aún así llamado como: conversión de la industria, el comercio, la política, la
educación y los intereses sociales en el mundo de Cristo.
El siglo XX no ha sido muy amable
con el postmilenialismo. Ha parecido cada vez más increíble debido a que los
eventos se han tercamente rehusado a conformarse a las esperanzas sobre el futuro.
Aun así un remanente continúa generalmente en los campos reformados o en sus
reconstructivas teonomías variantes, aunque su postmilenialismo ha sido
sostenido a pesar de la experiencia y no por causa de ella.
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