Thursday, January 23, 2014

El Monstruo de Munster




El monstruo de Munster.

“Lo que comenzó como un fervor profético terminó en una dictadura y derramamiento de sangre”
1530 dC.
El anabaptista Melchoir Hoffman comienza a predicar el inminente regreso de Cristo

Es el año 1530, las ideas protestantes se han desparramado como un tornado por todo el territorio europeo, el cual ha sido alterado por casi mil años. En tal fervor se encuentra el pueblo de Estrausburgo (ahora Francia) el cual está agarrado por los mismos temores arrasando a través de Alemania y los Paises Bajos. El ecenario esta listo pra una revolución. Melchoir Hoffman, un peletero, se sube a un púlpito para predicar otro de sus fieros mensajes apocalípticos. La nueva revelación está por ser desatada.
Al comienzo del mismo año, el popular predicador había espontáneamente comenzado a rebautizar personas adultas. Sus pensamientos independientes habían ido mucho más allá que las visiones de Martín Lutero, pero habían rápidamente reclutado un gran número de seguidores en los paises bajos. Aun cuando los historiadores encontraban dificultades señalando los orígenes de los Anabaptistas debido al simultáneo surgimiento de los mismos en diferentes lugares al mismo tiempo, muchos están de acuerdo en que las predicaciones de Melchoir Hoffman son el factor más significante del surgimiento de un ala radical de la reforma. Su énfasis en el reinado milenial de Cristo en la tierra se había apoderado de la imaginación del movimiento Anabaptista.
Los luteranos, los calvinistas y los anglicanos, rechazaron el milenialismo como  especulaciones “ignorantes” y “maliciosas”. Los treinta y nueve artículos de la confesión de Ausburgo y la confesión de Westminster evadieron cualquier noción de un reino milenial de Cristo literal. Sin embargo ese no fue el caso de Estrausburgo, donde la imaginación de Hoffman había sido cautivada por Apocalipsis 20 y la espera de un literal e inminente regreso físico del Reino de Dios.
Con todo el fervor y furia de un avivador y fronterizo predicador, Hoffman proclamaba sus inspiradas imágenes y visiones. La congregación ya sabía que una era estaba terminando, él los había convencido, el fin estaba a la vuelta de la esquina. El carácter carismático de Hoffman se convirtió en una fuerza indomable. El ápice de sus reclamaciones innovativas eran que Dios había escogido Estrausburgo como la “Nueva Jerusalén”.
Después de tres años de mensajes apocalípticos predicados semanalmente desde la iglesia de Hoffman, las autoridades locales tuvieron demasiado. Percibiendo en Hoffman una amenaza social, aun cuando Hoffman nunca abogó por la violencia para establecer el nuevo orden, metieron a Hoffman tras las rejas. La cárcel del pueblo pudo aguantar al hombre, pero no a sus ideas, sus seguidores de expandieron por donde quiera.
El Nuevo Apocalipsis pronto hizo eco en las calles de Haarlem, Alemania y fue bienvenido en una dulcería de un hombre llamado Jan Matthys, Matthys quien era mediocre en su entrenamiento, pero Lutero creía que solo con la consciencia y las ideas uno podía ser tan bueno como cualquiera. Natthys habiendo digerido los sermones de Hoffman, el ducero se creyó supremamente calificado para predicar. Percibiéndose a sí mismo especialmente dotado con el Espíritu Santo, él era ahora el heredero de todas las promesas de Melchoir Hoffman.
Matthys proclamó que él no era otro sino Enoc, el segundo testigo del libro de Apocalipsis, con una fluyente barba negra, alto y de figura demacrada era ahora el portador de la autoridad profética. Los que dudaban eran confrontados con amenazas e intimidación, aquellos que flaqueaban en abrazar el Segundo Enoc serían arrojados al infierno con Satanás y sus ángeles. El dulcero sabía como encender el fuego.
La banda de seguidores de Matthys desplegaron en parejas por todos los paises bajos, así como Cristo envió a sus discípulos. Dos de ellos Jan van Leyden y Gerard Boekbinder, fueron a Munster, Alemania, allí descubrieron el predicador líder de la ciudad, Bernhard Rothman, predicando ideas similares a las de los Anabaptistas como la del rebautizo a grandes multitudes.
Escuchando este reporte Matthys abruptamente tuvo una nueva visión. Los sueños escatológicos de Hoffman para Estrausburgo no estaban bastante en el blanco. Munster sería el sitio verdadero para la “Nueva Jerusalén” y no Estrausburgo. El dulcero y su cría emigraron al sur para sellar un trágico destino.
Alrededor de febrero de 1534 la influecia de los recién llegados Anabaptistas se filtró por el pueblo. El líder del gremio Bernard Knipperdolling se unió a Jan van Leyden a predicar por las calles gritándole a los ciudadanos que se arrepintieran. Las olas de histeria continuaron: la gente caía en las calles, algunos echaban espumas por la boca. Reclamaciones de un sensacional “fin del mundo” se apoderaron de la población.
El mensaje de los secuaces de Matthys era claro: mientras la destrucción descendía en el resto del mundo, los Anabaptistas sobrevivirían detrás de las murallas de Munster, “la ciudad refugio”.
Las migraciones comenzaron inmediatamente, en ambas direcciones, la población luterana de Munster comenzó a huir, el control de la ciudad cambió a manos de los visionarios que habían venido de Haarlem.
Matthys montó un púlpito imporvisado cerca de una pescadería para proclamar la nueva instalación inspirada de el Nuevo Apocalipsis: Para que Munster estuviera preparada para su papel divino en la historia debería ser purificado a fondo, si el reino de Cristo estaba por comenzar la corrupción espiritual de los católicos romanos y los luteranos y todos aquellos que no aceptaran la doctrina Anabaptista debía ser purgado de la ciudad. Los disidentes debían ser ejecutados.
Knippoerdolling se opuso a la violencia en las tierras ya que el derramamiento de sangre motivaría la ira y la intervención de grupos extranjeros. Aunque sus advertencias fueron probadas genuinamente proféticas, él propuso que la oposición fuera solo expulsada. Matthys de mala gana estuvo de acuerdo con la avderntecia de que cualquier impío que quedara en Munster debería ser rebautizado. Como la violencia comenzó a apoderarse de la ciudad, los bautismos continuaron sin parar por los próximos tres dias.

El comienzo de la batalla final.

Mientras tanto, Franz van Waldeck, el Obispo católico – romano en la ciudad de Munster, preparó una empalizada en las afueras de la ciudad y comenzó el cerco de la misma.
Aunque los Anabaptistas fueron confundidos por el ataque, nada menos que lo que previamente había advertido Knipperdolling sucedió, los ciudadanos del pueblo no podían prevalecer por lo que Knipperdolling comenzó a preparar a los ciudadanos para que se defendieran por sus propios medios.
Matthys aprovechó la oportunidad para consolidar su poder. Insistiendo que él tenía un mandato divino, incautó los bienes de los que se habían recientemente exiliado, muebles, ropas, comida y efectos personales fueron consolidados y distribuidos entre los fieles Anabaptistas por siete diáconos. Seguidamente Matthys junto a los predicadores del pueblo demandaron que todas las propiedades fueran tenidas en común decían: “es absolutamente la voluntad de Dios, que traigamos dinero, plata y oro juntos” Rothman predicaba: “Una persona debe tener lo mismo que la otra” La Nueva Jerusalén requería un comunismo institucionalizado.
La oposición fue significanta particularmente entre aquellos recientemente rebautizados, pero los reacios se reunieron rápidamente y se encerraron dentro de la iglesia negándose a entregar su dinero al precio de morir. Horas más tarde Matthys y sus hombres armados explicaron que la sumisión era el único modo readmitirles en la comunidad. Los cautivos no tenían otra alternativa más realista que conformarse.
Matthys también acusó a un herrero de estar poseído por el diablo y lo arrojó a la cárcel del pueblo, convocando a la ciudadanía, el predicador públicamente denunció al herrero de profanar un pueblo puro y lo sentenció a muerte. El herrero fue puesto parado frente a una pared del pueblo. Matthys mismo le disparó en el estómago antes de exortar a la mutlitud reunida. Un himno fue cantado y cada uno fue a casa a meditar en cualquier posible error que hubieran podido cometer.
Matthys ahora tenía la ciudad en su poder, controlando incluso el flujo de información. Todos los libros excepto las Escrituras fueron quemados en la plaza de la catedral. Entonces Matthys ordenó a una divina directiva para asaltar al Obispo en las afueras de la ciudad. El les aseguró a sus seguidores que Dios les había dotado con un poder especial de tal magnitud que ellos podían uncluso agarrar las balas de los cañones en los bolsillos de sus mantos. El dulcero y sus muchachos marcharon fuera para ejecutar al Obispo como hizo con el herrero.
En el domingo de resurrección de 1534 Matthys descendió sobre el Obispo Waldeck como uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis, pero el viaje fue corto, las tropas armadas del Obispo vinieron en su defensa, Matthys fue apuñaleado con una estaca y luego decapitado. Su cabeza fue izada en un mástil para que los ciudadanos alrededor de las murallas de la ciudad la vieran.
Obbe Phillips, un seguidor de Hoffman, quien se negó a la violencia de Matthys escribió acerca de Matthys: “Era tan violento que incluso sus enemigos…estaban aterrorizados por él y luego en el tumulto se hicieron tan poderosos contra él a tal punto que la indignación que no solamente lo mataron, sino, que lo cortaron y lo picaron en pedazos”
Los fieles que quedaron no se dejaron intimidar, Jan van Leyden recogió en manto ungiéndose así mismo rey y comenzó su reino mesiánico corriendo desnudo por todo Munster en un salvaje exstasis religioso. Nombró doce hombres a cargo de los negocios de la ciudad, instigando un reino de terror y violentas innovaciones como la poligamia. El mismo se hizo la indulgencia varias veces mientras sojuzgaba a todos los ciuidadanos a la austeridad. El nuevo reino milenial iba a ser de corta duración.

El peso de la historia.

El 25 de mayo de 1535 el ejército del Obispo irrumpió en Munster y rápidamente capture la ciudad, la mantanza duró dos días. Cuando los cuerpos fueron apilados en la plaza de la catedral, el hedor fue abrumador. Bernard Rothman probablemente murió en el asalto y van Leyden y Knipperdolling fueron capturados, torturados y ejectuados, las esperanzas de la Nueva Jerusalén terminaron en un desastre. El pesimismo luterano y calvinista de establecer el reino de Dios con intentos humanos fue reforzado. Todavía hoy se mantiene la sospecha de todo tipo de ambos premilenialismo y postmilenialismo. Los eventos de Munster fueron simplemente muy mostruosos.



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