Esta traducción latina de la Biblia se mantuvo como el texto bíblico preminente por siglos, y sentó las bases para las futuras traducciones.
Eusebio Hieronimo Sofronio,
gracias a Dios conocido como Jerónimo, tomó un rotundo paso en convertirse en
uno de los más significativos traductores de la Biblia. Nació en el noreste de
Italia en el 345 dC. Para la edad de veintinueve años era un estudiante
disciplinado y un cristiano asceta. Entonces tuvo un sueño que le acusó de
estar preocupado con la enseñanza secular en el sueño se le decía “Tu eres un
seguidor de Cicerón, no de Cristo”. Así que por los próximos varios años Jerónimo
vivió una vida asceta en el desierto de Siria, estudiando y traduciendo las
Escrituras y aprendiendo hebreo. Se hizo secretario del papa Dámaso en el 382,
lo cual probó ser la fecha de su destino. Para cuando entró al servicio de
Dámaso, era probablemente el mejor de los cristianos y estudiosos del mundo.
Motivación.
En los días de Jerónimo, el
griego koiné, el idioma del Nuevo Testamento, era ampliamente conocido a lo
largo del imperio romano. El Antiguo Testamento también existía en el griego
popular, la Septuaginta, por lo tanto cualquiera que supiera griego tenía
acceso a la Biblia completa.
Pero gran parte de la población
del imperio romano no conocía el griego. Así, las traducciones tempranas
comenzaron a aparecer en varios idiomas, notablemente el latín (convirtiéndose esta
en la lengua estándar del imperio occidental), siríaco y copto. A pesar del
celo de los primeros traductores estos no siempre poseían un buen conocimiento
del griego. Pronto muchos manuscritos viejos en latín, pobres en calidad y
algunas veces con diferencias unos de los otros, comenzaron a entrar en circulación.
En una carta al papa Dámaso, Jerónimo
explicó el problema y propuso una solución: “Si
vamos a centrar nuestra fe en los textos latinos, es trabajo de nuestros
oponentes decirnos cuál de ellos, porque hay casi la misma cantidad de formas
de textos como hay de copias. Si, por otro lado, vamos a espigar de una comparación
de muchos, ¿por qué no ir atrás al original griego y corregir los errores
introducidos por los traductores inexactos, y las torpes alteraciones de
confianza y críticas ignorantes y, aún más, todo lo que ha sido insertado o
cambiado por los copistas muchas veces más dormidos que despiertos?”
Dámaso sugirió que Jerónimo
produjera una nueva traducción latina de la Biblia. Una que pudiera echar fuera
las inexactitudes de las traducciones viejas. Dámaso quiso que la iglesia
occidental fuera claramente latina; una manera de hacer esto posible era
proveer una traducción confiable de la Biblia en latín.
Producción.
Jerónimo comenzó a traducir en
el 382. Además predicó un ascetismo estricto y ganó muchas mujeres a su modo de
vida. Pronto, de alguna manera, vinieron acusaciones acerca de su relación con
ellas y de los cargos que el rigor del ascetismo había llevado a la muerte de
una mujer. Como consecuencia de esto Jerónimo se mudó a Tierra Santa y después de
la muerte de Dámaso en 384 se estableció
en Belén, escribiendo y estudiando, supervisando un monasterio, y aconsejando a
algunas de las mujeres que habían decidido seguirle desde Roma.
Después de veintitrés años de
trabajo, Jerónimo terminó si traducción a finales del 404 o principios del 405.
Si veintitrés años parecen un período largo de tiempo, consideremos que Jerónimo
estuvo trabajando solo. Además, estaba también escribiendo volúmenes de
comentarios y otros escritos, y se envolvió en cada batalla teológica de su época,
contribuyendo alguna elocuencia, y algunas veces cartas.
Al principio Jerónimo trabajó
desde el Antiguo Testamento Griego, la Septuaginta. Pero luego estableció un
precedente para todo buen traductor: El Antiguo Testamento debería ser
traducido del hebreo original. En su búsqueda por la exactitud, Jerónimo
consultó los rabinos judíos.
Mientras traducía el Antiguo
Testamento, algo consternó a Jerónimo: Los libros que los judíos guardaban como
Escritura Sagrada no incluían los libros que conocemos como Apócrifa. Estos libros
habían sido incluidos en la Septuaginta, la base de los traductores más
antiguos y Jerónimo estaba obligado por la iglesia a incluirlos. Pero él sí
hizo claro que en su opinión los libros apócrifos eran solo liber ecclesiastici (libros para ser
leídos solo para el conocimiento intelectual de la iglesia), y se opuso a la liber canonici (libros canónicos para
establecer doctrina). Unos mil años después, los líderes de la reforma seguirían
las directrices de Jerónimo y no incluirían la Apócrifa en las biblias
protestantes.
Influencia.
“La Biblioteca Divina” como Jerónimo
llamó a la Biblia, estuvo finalmente disponible en una forma adecuadamente
escrita y con una traducción exacta en el idioma vernáculo de las iglesias del
imperio occidental. La traducción de Jerónimo, conocida como la Vulgata (de l
palabra latina vulgus que significa idioma
“común”) se hizo la versión estándar. Un milenio después, por ejemplo, Martín
Lutero, aunque conocía el griego y el hebreo citó la Vulgata de Jerónimo a lo
largo de su vida. La Vulgata fue altamente considerada por los estudiosos y
usada como la base para traducciones a otros idiomas por mil años. El concilio
de Trento, en 1546, declaró a la Vulgata como el único texto en latín auténtico
de las Escrituras.
Tristemente, el texto de la
Vulgata que circuló a lo largo de la Edad Media era una forma corrupta de la
obra de Jerónimo, modificado por los errores de los copistas. (A finales del
siglo XVI, se publicaron ediciones de corrección del mismo.) Además, la obra de
Jerónimo se volvió ampliamente reverenciada hasta que en la reforma, los
traductores trabajaron a partir de la Vulgata, por un periodo de mil años los
traductores no trabajaron más directamente de los textos griegos del Nuevo
Testamento. E irónicamente, la Biblia de Jerónimo agregó el ímpetu en usar el
latín como el idioma de las iglesias, resultando siglos más tarde en servicios
de adoración y en lecturas bíblicas que el laicado no podía entender,
precisamente lo opuesto a lo que Jerónimo había logrado muchos años antes. En la
Vulgata Jerónimo dejó un legado duradero para la erudición bíblica.
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