Tuesday, January 13, 2015

Los cien eventos más importantes en dos mil años de historia cristiana: El primer concilio de Nicea en 325 dC









En el primer concilio de la iglesia estaba en juego la simple y a la vez profunda pregunta: ¿Quién es Jesucristo?


El 4 de julio de 325 fue un día memorable. Alrededor de trescientos obispos cristianos y diáconos de la parte este del imperio romano habían venido a Nicea, una pequeña ciudad cerca del Mar Negro y del Mediterráneo.
En el salón de conferencia donde esperaban había una mesa. En esta se había puesto una copia de los evangelios.
El emperador, Constantino el Grande, hizo su entrada en el salón vistiendo su túnica imperial con muchas joyas incrustadas, pero por respeto a los líderes cristianos sin su guardia personal. Constantino habló brevemente. Dijo a los líderes que tenían que llegar a un acuerdo en los asuntos cruciales que como cristianos los dividían. División en la iglesia dijo él es peor que la guerra.

Un Nuevo Día.
Los obispos y diáconos estaban profundamente impresionados. Después de tres siglos de persecuciones periódicas instigadas por algún emperador romano, estaban todos reunidos frente a uno de estos emperadores, no como enemigos sino como aliados. Algunos de estos obispos y diáconos tenían cicatrices de las flagelaciones imperiales. A un pastor de Egipto le faltaba un ojo; otro estaba manco de ambas manos como resultado de hierros hirviendo a rojo vivo.
Pero Constantino había tirado la espada de la persecución con el objetivo de llevar la cruz. Justo antes de la decisiva batalla en 312 dC, se había convertido al cristianismo.
Nicea simbolizaba un nuevo día para la cristiandad. Los seguidores perseguidos del Salvador vestían de lino y se habían convertido en los respetados consejeros de los emperadores vestidos de púrpura. La que una vez era la religión odiada y despreciada, estaba por convertirse en la religión oficial del estado e imperio romano, el cemento de una sociedad en la cual la vida pública y la privada estaban unidas bajo el control de la doctrina cristiana.
Si el cristianismo iba a servir como el cemento del imperio, tenía que sostener una sola fe. Por eso los emperadores convocaban concilios de la iglesia como el de Nicea, pagaban para que los obispos pudieran asistir, y presionaban a los líderes de las iglesias para que hubiera una unidad doctrinal.  La era de los emperadores cristianos fue una era de credos; y los credos eran los instrumentos de la conformidad.

Una Pregunta Problemática.
Podemos ver esta presión imperial en Nicea, el primer concilio general de la iglesia. El problema que Constantino esperaba que los obispos resolvieran era una discusión sobre el Arrianismo.
Arrio, pastor de la influyente basílica de Alejandría en Egipto, enseñaba que Cristo era más que un humano pero algo menos que un Dios. Dijo que Dios originalmente vivió solo y que no tuvo Hijo. Luego creó al Hijo, quien a su vez creó todas las demás cosas. Esta idea persiste en algunas sectas hasta hoy como en los Testigos de Jehová.
Arrio hizo la fe en Cristo inentendible, especialmente cuando puso sus enseñanzas en ingeniosa rima para poder ponerle una melodía. Incluso los estibadores de los muelles de Alejandría podían tararear las cancioncillas mientras descargaban los cargamentos de pescado.
Las enseñanzas de Arrio llevaron a una especial apelación muchos nuevos convertidos al cristianismo. Era como una religión pagana en su infancia: el Dios supremo, quien habita solo, hizo una cierta cantidad de dioses menores que hacen las obras de Dios, viajando de ida y vuelta de la tierra hacia el cielo. Estos anteriores paganos encontraron difícil de creer que Cristo, el Verbo Divino, existió desde toda la eternidad, y que es igual al Padre. De esta manera el Arrianismo se expandió creando consternación y preocupación en Constantino.
El concilio de Nicea fue convocado por el emperador Constantino y tenido en el palacio imperial bajo sus auspicios. Constantino vio que las enseñanzas de Arrio de que Cristo era un ser creado subordinado a Dios como un insignificante problema teológico. Sin embargo quería tener la paz en el imperio que él había unido a través de la fuerza. Cuando las cartas diplomáticas fallaron en resolver el conflicto, convocó a unos doscientos veinte obispos, a los cuales reunió por dos meses para para elaborar una definición universalmente aceptable acerca de la persona de Cristo.
Una vez que el concilio fue convocado, muchos de los obispos estuvieron listos con dicho compromiso. Un joven diácono de Alejandría, sin embargo, no lo estaba. Atanasio, con el apoyo de su obispo, Alejandro, insistió que la doctrina de Arrio dejaba al cristianismo sin un salvador. Y abogó por elaborar un credo que hiciera claro la completa divinidad de Jesús.
En el curso del debate, el más estudiado de los obispos presentes, el historiador de la iglesia Eusebio de Cesarea (un amigo y admirador del emperador y medio defensor de Arrio) presentó su propio credo, quizás como una evidencia de su cuestionada ortodoxia.
Muchos de los pastores, sin embargo, reconocieron que algo más específico se necesitaba y era excluir del credo la posibilidad de la enseñanza arriana. Para este propósito produjeron otro credo, probablemente de Palestina. En este insertaron una serie de frases extremadamente importantes: “Verdadero Dios de verdadero Dios, engendrado no creado, de una misma sustancia con el Padre…”
La expresión homo ousion “una sustancia” fue probablemente introducida por el obispo Hosio de Córdova (hoy España). Ya que este tuvo una gran influencia con Constantino y por lo tanto el peso imperial fue arrojado en este lado de la balanza.
Después de debates extendidos, todos, excepto dos obispos, estuvieron de acuerdo con el credo que había sido establecido y que confesaba la fe en el Señor Jesucristo,… verdadero Dios de verdadero Dios”. Constantino estaba satisfecho, pensando que el problema había sido resuelto.

Un Asunto Inestable.
Al final resultó sin embargo, que por los próximos siglos los puntos de vista arrianos y lo que había sido establecido en Nicea batallaron por la supremacía. Primero Constantino y luego sus sucesores intervinieron varias veces para desterrar y exiliar a aquellos que apoyaban el Arrianismo. Muchas veces se dio el caso que el control de las oficinas en las iglesias dependía del control del favor del emperador.
La larga lucha sobre el poder imperial y los asuntos teológicos culminó a mediados del siglo V en el concilio de Calcedonia en Asia Menor (hoy Turquía). Allí los padres de la iglesia concluyeron con que Jesús era completamente y totalmente Dios. Y finalmente, el concilio confesó que su total humanidad y su total divinidad estaban unidas en una persona. En otras palabras, Jesús combinaba dos naturalezas, humana y divina, en una persona.
Esta afirmación clásica y ortodoxa de Calcedonia hizo posible contar la historia de Jesús como una buena nueva. Ya que Jesús fue un ser humano normal, hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne, pudo cumplir las demandas morales de Dios en la ley, y pudo sufrir y morir una muerte real. Ya que Jesús fue totalmente Dios, su muerte hizo posible la satisfacción de la justicia divina. Dios mismo había provisto el sacrificio.
El concilio de Nicea, entonces, puso la piedra angular para el entendimiento ortodoxo de Jesucristo. Y esa fundación permanecería por siempre desde esa fecha.



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