¿Cómo es que hemos llegado desde
la última cena de Jesús a la santa comunión?
En la última cena Jesús dijo a
sus discípulos “haced esto en memoria de mí”, pero después que Jesús les dejó
la iglesia cristiana reconoció que la cena que Jesús compartió con sus
discípulos había sido en efecto su última cena y por lo tanto era única. La
adivinanza era: ¿Cómo seguimos haciendo un evento irrepetible? Por ejemplo, si,
como parecía, la cena era una comida pascual, la iglesia cristiana se
preguntaba si esta debía ser realizada una vez al año como lo era la Pascua.
¿Iban a obedecer su mandamiento literal una vez al año como la tradición judía?
Pero eso daría la tendencia a mantenerse efectivamente dentro del judaísmo.
Esta solución habría eclipsado la unicidad de Jesús y hubiera barrido la
realidad de una nueva era prometida por Jesús.
Por otro lado, si ellos iban a
celebrar la cena más de una vez al año. ¿Cómo sería llevada a cabo fuera de un
formato pascual?
La iglesia cristiana se dio cuenta
rápidamente que tenían que ser litúrgicamente creativos, incluso atrevidos, si
se querían mantener haciendo un evento irrepetible.
De sábado a domingo.
La iglesia primitiva decidió
adoptar el formato de una comida no pascual, que pudiera ser observada
cualquier momento y tantas veces como fuera necesaria para el bien de la
creciente iglesia. Tal formato estaba a la vuelta de la esquina: en la comida
semanal de los judíos que hacían cada viernes en la víspea del sábado, la
comida cristiana, aunque no enfatizando el sábado sino el domingo, con el tema
central en la resurrección de Cristo y el comienzo de una nueva era mesiánica,
donde el Mesías había sido consumador tanto de la Pascua como del sábado.
Así, la estructura de la comida
semanal fue tomada del judaísmo, pero el contenido fue cristianizado y la
comida movida al domingo, esto dio como resultado la primera “regla litúrgica”
para los cristianos: “La Cena del Señor el Día del Señor”. Con este paso la
última cena de Jesús modulaba dentro de la eucaristía de la iglesia. Esta fue
la primera manera en que el nuevo vino era derramado dentro de un odre viejo,
como los primeros cristianos se esforzaron en obedecer el mandamiento del Señor
De bendición a acción de gracias.
En adición, la oración judía
sobre el pan y la copa fueron reelaboradas, la palabra cambió de bendición a
Dios por la comida y la creación a acción de gracias por la revelación en Jesús
el Hijo de Dios.
Este cambio verbal comienza en el
Nuevo Testamento. En Mateo 26 y Marcos 14 Jesús es mostrado bendiciendo el pan,
en Lucas 22 y 1 Corintios 11, Jesús da gracias, el cambio se hace completo para
el tiempo de la Didaché, especialmente cuando comparamos las fórmulas de sus
oraciones con las de la comida pascual judía.
Por ejemplo, en la comida pascual
judía la primera de las tres cortas oraciones dichas sobre la copa de vino mezclada
con agua en la conclusión de la comida decía: “Bendito seas tu nuestro Dios,
Rey del universo porque alimentas a tu pueblo y al resto del mundo con bondad,
gracia amabilidad y misericorida. Bendito seas tu, Señor, porque alimentas al
universo”.
La oración correspondiente en la
Didaché dice así: “Te damos gracias Santo Padre, por tu Santo Nombre el cual
has consagrado en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la
inmortalidad la cual nos has dado a conocer a través de Jesús tu Hijo, Gloria
tu nombre por siempre”.
En efecto, en la Didaché toda la
comida cristiana es vista como una acción de gracias, aunque el formato judío
se mantiene, el contenido y el vocabulario son nuevos.
Como un estudioso del judaísmo
notó: “el protocolo de las oraciones judías tendían a bendecir a Dios por la
creación, agradecer a Dios por la revelación y pedir a Dios por la redención” así cuando los cristianos emplearon el
lenguaje de acción de gracias en las oraciones de sus comidas, estaban marcando
a Jesús como la revelación de Dios.
El ejemplo primitivo de
creatividad litúrgica iba a ser manteido fielmente y seguido por todas las
iglesias cristianas por los siguientes quince siglos y se mantiene siendo
observado por las iglesias catolico-romana y las igleisias ortodoxas. En
décadas recientes el énfasis en dar gracias ha sido recobrado en las oraciones
de las comuniones en varias iglesias de la reforma.
La disminución de la comida.
Está claro en el Nuevo Testamento
que la úlima cena no contenía solamente comida, sino que era una comida. Era una
costumbre especial de Jesús de impartir, especialmente a aquellos mas cercanos
a El, el evangelio mientras comía con ellos. Incluso después de su resurrección
se aparece a dos de sus desalentados discípulos en el camino a Emaús y tienen
una cena juntos cuando llegan a Emaús (Lc. 2413-35). Y a otros a la orilla del
mar de Tiberias para un desayuno (Jn. 21:1-29).
La antiguedad de la Didaché es
evidente en que simplemente presupone una comida. Durante la comida una acción
de gracias (eucaristía) era llevada a cabo después que el padre de familia
judía hacía lo establecido. Antes de la comida oraciones de acciones de gracias
eran dadas sobre la copa de vino y el pan. Después de la comida las tres
oraciones de acción de gracias eran dichas sobre una copa final con agua
mezclada con vino (esta es la copa de bendicón mencionada por Pablo, usando el
mismo nombre judío para esta).
Pero ya en 1 Corintios 11 Pablo
reprende a los cristianos en Corinto por haberse vuelto glotones y borrachos en
la Cena del Señor. Es posible que la comida se hiciera separada de las
oraciones debido a que este comportamiento inedificable estaba ocurriendo.
Cuando la comida fue separada de
las oraciones sobre el partimiento del pan y sobre la copa de vino mezclada con
agua, estas dos oraciones fueron puestas espalda con espalda del orden de su
sentido original: primero el pan, después la copa. La desventaja inmediata es
que la observancia se volvió tan débil para ser despreciable, las oraciones de la
Didaché pueden ser dichas de manera despacio en solo treinta segundos.
Esta pudo ser, tal vez, la razón
central para el expandimiento de las oraciones breves a una más larga y
retórica oración. Esta oración eventualmente incluyó no solo un recordatorio de
las oraciones de la última cena en la
Didaché sino de toda la historia de la salvación, comenzando en Génesis, hasta
la vida de Cristo y el presente. Claramente vemos este desarrollo en las
oraciones de la primera mitad del siglo III en Siria, Egipto e Italia. Para finales
del siglo IV la oración unificada había crecido en varias páginas como se puede
ver en la Constitución Apostólica de Siria.
¿Qué pasó con la comida?
La porción de comida de la
eucaristía de la iglesia primitiva, no desapareció, sino que migró a otra parte
en la vida de la comunidad cristiana. La tradición apostólica de Hipólito (c.
220 dC), por ejemplo, describe una comida formal, creada por algunos en la comunidad y
supervisada por el obispo y otros miembros del clero. La comida era llevada a
cabo para proveer instrucción religiiosa y caridad así se ayudaba a la
alimentación de los pobres.
Hipólito fue cuidadoso, sin
embargo, en distinguir esta comida la cual el llama “La Cena del Señor” de la
eucaristía la cual el llama “La Ofrenda” los catecúmenes que no eran bautizados
podían paricipar de esta comida siempre y cuando estuvieran sentados a la mesa
con los bautizados, pero no podían particiapr de la Ofrenda.
Las conversaciones llevadas a
cabo en la mesa debían ser de temas religiosos y dirigidas por el obispo, el presidente,
el maestro de la iglesia, o en la ausencia del obispo por un presbítero o un
diácono. Nadie que no fuera del clero podía dar a los bautizados el pan porque
solo el clero podía invocar tales bendiciones.
La cena, la cual autores posteriores
la llaman ágape o fiesta de amor (aunque Hipólito nunca usó esos términos para
referise a ella) era estíctamente disciplinada para evitar escándalos.
Hipólito, al igual que Pablo advirtieron en contra de los excesos en la cena: “pero
cuando tu comas y bebas, hazlo en un buen orden y no con borracheras y así
nadie se burlará de ti y aquel que te invitó no se avergonzará de tu desorden”.
Eventualmente, esta comida
parecía haber quedado en el olvido, al menos como una actividad oficial de la
vida común de la iglesia. Por una razón los ágapes y las comidas eran tenidas
en los cementerios para honrar a los muertos, algunas veces se volvieron rituales
e incluso hasta peligrosas, especialmente después que caía la noche. Para otros,
la iglesia encontró otros medios para dar ayuda a los pobres e instrucción
religiosa.
A medida que las iglesias crecían
y se establecían en sus rutinas las oficinas a tiempo completo desarrollaron
formas más profesionales de lidiar con estas necesidades. En la iglesia urbana
de Roma, por ejemplo, se desarrolló un sistema de centros de distribución de
caridad conocido como diaconías fue establecido en vecindades pobres entre los
muelles y los almacenes a lo largo del río Tiber. En adición a esto, las
academias para la instrucción reigliosa fueron iniciadas en Egipto para finales
del siglo II, a medida que el número de convertidos creció, debido a la
necesidad de más adecuada preparación para el bautismo. Estas instituciones
gradualmente desplazaron la cena del Señor como la preeminente estructura para
la privisión de caridad e instrucción religiosa.
La necesidad de seguimiento.
Pero la necesidad seria para el
seguimiento cristiano que la cena o la fiesta ágape proporcionaba no se esfumó.
En efecto, a medida que las iglesias crecieron hacia las comunidades urbanas,
el íntimo seguimiento de las comunidades pequeñas parecía estar en peligro.
Esta fue una razón por la que
muchos cristianos se retirarona grupos pequeños donde las personas pudieran
tener seguimiento en el diario vivir de una forma más fácil. De hecho, el
período de mayor crecimiento y urbanización en la iglesia primitiva es el
tiempo cuando las grandes reglas monásticas fueron compuestas en el siglo III
hasta el siglo VI.
En la regla de Benedicto, por
ejemplo, la mesa común era un medio menos de nutrición que se trataba de la
cena del Señor. Los monjes rompían su ayuno alrededor del medio día para
recibir la Santa Comunión de parte de sus padres espirituales, los abates, y
luego iban directo a la mesa común. La comunión y la comida formaban una sola
unidad.
Hoy la comida de la eucarstía continúa
desbordándose sobre su forma histórica para impregnarse en las vidas de los
cristianos, haciendo esto cada vez que nos acercamos a una mesa en fe, y el
ágape o la fiesta de amor del seguimiento supernatural con Dios en Cristo está
presente donde hayan dos o tres congregados en su Nombre.
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