Wednesday, July 9, 2014

Repitiendo lo irrepetible.








¿Cómo es que hemos llegado desde la última cena de Jesús a la santa comunión?

En la última cena Jesús dijo a sus discípulos “haced esto en memoria de mí”, pero después que Jesús les dejó la iglesia cristiana reconoció que la cena que Jesús compartió con sus discípulos había sido en efecto su última cena y por lo tanto era única. La adivinanza era: ¿Cómo seguimos haciendo un evento irrepetible? Por ejemplo, si, como parecía, la cena era una comida pascual, la iglesia cristiana se preguntaba si esta debía ser realizada una vez al año como lo era la Pascua. ¿Iban a obedecer su mandamiento literal una vez al año como la tradición judía? Pero eso daría la tendencia a mantenerse efectivamente dentro del judaísmo. Esta solución habría eclipsado la unicidad de Jesús y hubiera barrido la realidad de una nueva era prometida por Jesús.
Por otro lado, si ellos iban a celebrar la cena más de una vez al año. ¿Cómo sería llevada a cabo fuera de un formato pascual?
La iglesia cristiana se dio cuenta rápidamente que tenían que ser litúrgicamente creativos, incluso atrevidos, si se querían mantener haciendo un evento irrepetible.

De sábado a domingo.
La iglesia primitiva decidió adoptar el formato de una comida no pascual, que pudiera ser observada cualquier momento y tantas veces como fuera necesaria para el bien de la creciente iglesia. Tal formato estaba a la vuelta de la esquina: en la comida semanal de los judíos que hacían cada viernes en la víspea del sábado, la comida cristiana, aunque no enfatizando el sábado sino el domingo, con el tema central en la resurrección de Cristo y el comienzo de una nueva era mesiánica, donde el Mesías había sido consumador tanto de la Pascua como del sábado.
Así, la estructura de la comida semanal fue tomada del judaísmo, pero el contenido fue cristianizado y la comida movida al domingo, esto dio como resultado la primera “regla litúrgica” para los cristianos: “La Cena del Señor el Día del Señor”. Con este paso la última cena de Jesús modulaba dentro de la eucaristía de la iglesia. Esta fue la primera manera en que el nuevo vino era derramado dentro de un odre viejo, como los primeros cristianos se esforzaron en obedecer el mandamiento del Señor

De bendición a acción de gracias.
En adición, la oración judía sobre el pan y la copa fueron reelaboradas, la palabra cambió de bendición a Dios por la comida y la creación a acción de gracias por la revelación en Jesús el Hijo de Dios.
Este cambio verbal comienza en el Nuevo Testamento. En Mateo 26 y Marcos 14 Jesús es mostrado bendiciendo el pan, en Lucas 22 y 1 Corintios 11, Jesús da gracias, el cambio se hace completo para el tiempo de la Didaché, especialmente cuando comparamos las fórmulas de sus oraciones con las de la comida pascual judía.
Por ejemplo, en la comida pascual judía la primera de las tres cortas oraciones dichas sobre la copa de vino mezclada con agua en la conclusión de la comida decía: “Bendito seas tu nuestro Dios, Rey del universo porque alimentas a tu pueblo y al resto del mundo con bondad, gracia amabilidad y misericorida. Bendito seas tu, Señor, porque alimentas al universo”.
La oración correspondiente en la Didaché dice así: “Te damos gracias Santo Padre, por tu Santo Nombre el cual has consagrado en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad la cual nos has dado a conocer a través de Jesús tu Hijo, Gloria tu nombre por siempre”.
En efecto, en la Didaché toda la comida cristiana es vista como una acción de gracias, aunque el formato judío se mantiene, el contenido y el vocabulario son nuevos.
Como un estudioso del judaísmo notó: “el protocolo de las oraciones judías tendían a bendecir a Dios por la creación, agradecer a Dios por la revelación y pedir a Dios por la redención”  así cuando los cristianos emplearon el lenguaje de acción de gracias en las oraciones de sus comidas, estaban marcando a Jesús como la revelación de Dios.
El ejemplo primitivo de creatividad litúrgica iba a ser manteido fielmente y seguido por todas las iglesias cristianas por los siguientes quince siglos y se mantiene siendo observado por las iglesias catolico-romana y las igleisias ortodoxas. En décadas recientes el énfasis en dar gracias ha sido recobrado en las oraciones de las comuniones en varias iglesias de la reforma.

La disminución de la comida.
Está claro en el Nuevo Testamento que la úlima cena no contenía solamente comida, sino que era una comida. Era una costumbre especial de Jesús de impartir, especialmente a aquellos mas cercanos a El, el evangelio mientras comía con ellos. Incluso después de su resurrección se aparece a dos de sus desalentados discípulos en el camino a Emaús y tienen una cena juntos cuando llegan a Emaús (Lc. 2413-35). Y a otros a la orilla del mar de Tiberias para un desayuno (Jn. 21:1-29).
La antiguedad de la Didaché es evidente en que simplemente presupone una comida. Durante la comida una acción de gracias (eucaristía) era llevada a cabo después que el padre de familia judía hacía lo establecido. Antes de la comida oraciones de acciones de gracias eran dadas sobre la copa de vino y el pan. Después de la comida las tres oraciones de acción de gracias eran dichas sobre una copa final con agua mezclada con vino (esta es la copa de bendicón mencionada por Pablo, usando el mismo nombre judío para esta).
Pero ya en 1 Corintios 11 Pablo reprende a los cristianos en Corinto por haberse vuelto glotones y borrachos en la Cena del Señor. Es posible que la comida se hiciera separada de las oraciones debido a que este comportamiento inedificable estaba ocurriendo.
Cuando la comida fue separada de las oraciones sobre el partimiento del pan y sobre la copa de vino mezclada con agua, estas dos oraciones fueron puestas espalda con espalda del orden de su sentido original: primero el pan, después la copa. La desventaja inmediata es que la observancia se volvió tan débil para ser despreciable, las oraciones de la Didaché pueden ser dichas de manera despacio en solo treinta segundos.
Esta pudo ser, tal vez, la razón central para el expandimiento de las oraciones breves a una más larga y retórica oración. Esta oración eventualmente incluyó no solo un recordatorio de las oraciones de la última cena  en la Didaché sino de toda la historia de la salvación, comenzando en Génesis, hasta la vida de Cristo y el presente. Claramente vemos este desarrollo en las oraciones de la primera mitad del siglo III en Siria, Egipto e Italia. Para finales del siglo IV la oración unificada había crecido en varias páginas como se puede ver en la Constitución Apostólica de Siria.

¿Qué pasó con la comida?
La porción de comida de la eucaristía de la iglesia primitiva, no desapareció, sino que migró a otra parte en la vida de la comunidad cristiana. La tradición apostólica de Hipólito (c. 220 dC), por ejemplo, describe una comida formal,  creada por algunos en la comunidad y supervisada por el obispo y otros miembros del clero. La comida era llevada a cabo para proveer instrucción religiiosa y caridad así se ayudaba a la alimentación de los pobres.
Hipólito fue cuidadoso, sin embargo, en distinguir esta comida la cual el llama “La Cena del Señor” de la eucaristía la cual el llama “La Ofrenda” los catecúmenes que no eran bautizados podían paricipar de esta comida siempre y cuando estuvieran sentados a la mesa con los bautizados, pero no podían particiapr de la Ofrenda.
Las conversaciones llevadas a cabo en la mesa debían ser de temas religiosos y dirigidas por el obispo, el presidente, el maestro de la iglesia, o en la ausencia del obispo por un presbítero o un diácono. Nadie que no fuera del clero podía dar a los bautizados el pan porque solo el clero podía invocar tales bendiciones.
La cena, la cual autores posteriores la llaman ágape o fiesta de amor (aunque Hipólito nunca usó esos términos para referise a ella) era estíctamente disciplinada para evitar escándalos. Hipólito, al igual que Pablo advirtieron en contra de los excesos en la cena: “pero cuando tu comas y bebas, hazlo en un buen orden y no con borracheras y así nadie se burlará de ti y aquel que te invitó no se avergonzará de tu desorden”.
Eventualmente, esta comida parecía haber quedado en el olvido, al menos como una actividad oficial de la vida común de la iglesia. Por una razón los ágapes y las comidas eran tenidas en los cementerios para honrar a los muertos, algunas veces se volvieron rituales e incluso hasta peligrosas, especialmente después que caía la noche. Para otros, la iglesia encontró otros medios para dar ayuda a los pobres e instrucción religiosa.
A medida que las iglesias crecían y se establecían en sus rutinas las oficinas a tiempo completo desarrollaron formas más profesionales de lidiar con estas necesidades. En la iglesia urbana de Roma, por ejemplo, se desarrolló un sistema de centros de distribución de caridad conocido como diaconías fue establecido en vecindades pobres entre los muelles y los almacenes a lo largo del río Tiber. En adición a esto, las academias para la instrucción reigliosa fueron iniciadas en Egipto para finales del siglo II, a medida que el número de convertidos creció, debido a la necesidad de más adecuada preparación para el bautismo. Estas instituciones gradualmente desplazaron la cena del Señor como la preeminente estructura para la privisión de caridad e instrucción religiosa.

La necesidad de seguimiento.
Pero la necesidad seria para el seguimiento cristiano que la cena o la fiesta ágape proporcionaba no se esfumó. En efecto, a medida que las iglesias crecieron hacia las comunidades urbanas, el íntimo seguimiento de las comunidades pequeñas parecía estar en peligro.
Esta fue una razón por la que muchos cristianos se retirarona grupos pequeños donde las personas pudieran tener seguimiento en el diario vivir de una forma más fácil. De hecho, el período de mayor crecimiento y urbanización en la iglesia primitiva es el tiempo cuando las grandes reglas monásticas fueron compuestas en el siglo III hasta el siglo VI.
En la regla de Benedicto, por ejemplo, la mesa común era un medio menos de nutrición que se trataba de la cena del Señor. Los monjes rompían su ayuno alrededor del medio día para recibir la Santa Comunión de parte de sus padres espirituales, los abates, y luego iban directo a la mesa común. La comunión y la comida formaban una sola unidad.

Hoy la comida de la eucarstía continúa desbordándose sobre su forma histórica para impregnarse en las vidas de los cristianos, haciendo esto cada vez que nos acercamos a una mesa en fe, y el ágape o la fiesta de amor del seguimiento supernatural con Dios en Cristo está presente donde hayan dos o tres congregados en su Nombre.    

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