Friday, December 22, 2017

Zwinglio y Lutero: El Gigante contra Hércules.






El coloquio de Marburg fue convocado con la esperanza de reconciliar los dos centros de la reforma alemana. Zúrich y Wittenburg, pero el conflicto con relación a la Cena del Señor dividió su causa común.

Noviembre 10 de 2017 se cumplían 534 años del nacimiento de Martín Lutero. Durante este año 2017 Lutero volvió a remover las redes sociales y las noticias al celebrarse al mismo tiempo 500 años de la reforma. Numerosas celebraciones en seminarios e iglesias, junto con conferencias han tenido lugar este año que ya está casi terminando. 

También y aunque muy poco conocido el evento el 1 de enero de 2018 se celebrará el 534 aniversario del nacimiento de otro gran reformador protestante. Urico Zwinglio, de Zúrich. La suerte de Zwinglio no fue la misma que la de Lutero al ser terminada su carrera a mitad de su vida en la batalla de Kappel en 1531 y ser arrojado a las sombras del gigante alemán Martín Lutero. Pero, aun así, Zwinglio juega un papel crucial en la historia de la iglesia. Se le conoce como el padre de la tradición reformada que se esparció hacia varias direcciones en toda Suiza y el sur de Alemania, hacia Francia con los Hugonotes, Holanda, Inglaterra y Escocia entre los congregacionalistas de Nueva Inglaterra y los Presbiterianos, las iglesias reformadas holandesas y alemanas en las colonias medias.

Aunque Zwinglio es el autor de esta tradición, su papel de ser el que le dio forma a esta tradición ha sido eclipsado por la obra de Juan Calvino, el reformador de segunda generación quien, en Geneva al otro lado de lo que hoy es la moderna Suiza, tomó el liderazgo de la tradición reformada unos años después de la muerte de Zwinglio. Los teólogos alemanes y suizos en particular calificarían este juicio insistiendo en que el sucesor de Zwinglio en Zúrich, Henry Bullinger, jugó un papel importante en el trabajo de moldear dicha tradición reformada.

Los historiadores más viejos, especialmente a favor de Zwinglio en Alemania, tienden a ver a Zwinglio a través de los ojos de Lutero y, de esta manera lo describen como ampliamente dependiente del gran reformador sajón, aunque en discrepancia con él en algunos puntos de poca importancia. Los historiadores más recientes, especialmente en Suiza, han estudiado a Zwinglio por sí mismo y han llegado a la conclusión de que él fue un poco independiente de Lutero y su desarrollo de Reforma teológica.

Dos vías a la Reforma

Lutero y Zwinglio nacieron con unas semanas de diferencias el uno del otro, ambos fueron co-autores de la Reforma Protestante. Aunque ninguno de los dos pretendía eso al principio, los movimientos reformadores que ellos comenzaron llevarían el cristianismo occidental inexorablemente a la división. Además, aunque ninguno de los dos lo deseó, sus diferencias en la Eucaristía trágicamente guiarían a la primera gran división en la Reforma Protestante entre Luteranos y Reformados. Aunque tenían mucho en común y muchas veces las diferencias se enfatizan más que las similitudes, ellos eran adversarios.
Zwinglio, al igual que los otros renacentistas humanistas que estaban enamorados de las alusiones clásicas, nombraron a Lutero tributariamente “el Hércules… que torció el jabalí romano.” En este mismo pasaje Zwinglio atribuyó títulos bíblicos a Lutero: “He aquí tú eras el único fiel ungido de David a quien el Señor ha dotado en sus brazos.” Zwinglio no siempre fue muy adulador en sus palabras con relación a Lutero. Pero Lutero nunca habló tan cálidamente de Zwinglio. Lutero lo llamó “El Gigante de Zúrich” no en forma de tributo sino con la intensión de ridiculizarlo. Lutero siempre creyó que Zwinglio pensaba muy alto de sí mismo, que sus estudios en griego y hebreo eran un alarde.

Aunque ambos se oponían el uno al otro, Lutero y Zwinglio tenían un número de rasgos en común. Ambos eran nacidos de padres campesinos, pero con relativa posición financiera en sus hogares. El padre de Lutero fue un próspero minero en Sajonia y el de Zwinglio era un granjero exitoso y el primer ciudadano en su villa en Widhaus en el valle de Toggenburg en el bajo este de los Alpes. Ambos se convirtieron en teólogos y llegaron a ser talentosos músicos. Ambos hablaban alemán y fueron predicadores excelentes. Aunque Lutero hablaba el dialecto sajón y Zwinglio hablaba el alemán de Suiza. Los alemanes despreciaban a los suizos y los suizos estaban resentidos de los alemanes.

Ambos estudiaron en universidades prestigiosas, Lutero en Erfur y Zwinglio en Viena y Basel, pero sus perspectivas filosóficas fueron algo diferentes. Lutero fue educado en las teorías de William de Occam, conocido como “la navaja” debido a sus principios en economía y argumentación: No más de lo necesario, lo simple, lo mejor. Zwinglio fue educado en el Tomismo nombre derivado de Tomás de Aquino.

En primer lugar, el Tomismo tendía a pensar que la verdad de la revelación y la razón eran más armoniosas que como lo planteaba Occam quien creía que la verdad de la revelación descansa más allá de la razón, incluso podría hasta muchas veces estar en contradicción con la razón. Uno no puede explicar de manera razonable la verdad de la revelación. En segundo lugar, Tomás abogaba por la prioridad de la gracia divina y el hombre como el instrumento de la predestinación divina. En contrate, Occam y sus seguidores abogaban que la libertad y la dignidad del hombre cooperaban con Dios en la obra de su salvación. El hombre no es un instrumento de sino un compañero con Dios.

Otra diferencia en el entrenamiento intelectual de ambos era que Zwinglio absorbió mucho Renacimiento Humanista más que Lutero. Aunque posiblemente Lutero le debía más a Erasmo de lo que él pudiera admitir, Zwinglio libremente admitía su gran deuda a Erasmo. Cuando el Nuevo Testamento de Erasmo apareció en 1516, Zwinglio inmediatamente compró una copia y copió aparte las epístolas paulinas en griego, y luego las llevaba consigo como una edición de bolsillo para memorizarlas. El punto de vista de Erasmo de la paz, su dependencia en el sentido común y la razón y su tendencia espiritualista y anti ritualista pudieron haber dejado una profunda huella en Zwinglio.

Antes de su ruptura con Roma, Lutero era un monje que trataba de obrar en su salvación con temor y temblor que se había convertido debido a su carrera profesor de teología en Wittenberg. Zwinglio era un sacerdote de la parroquia antes de convertirse en un reformador y durante sus años de reformador seguiría siendo pastor en Grossmunster en Zúrich. Lutero era algo monárquico y conservador social que se unió con la princesa y arremetió fuertemente contra los campesinos cuando estos se revelaron en 1525. Zwinglio era más radical y republicano y además un patriota suizo. Mientras que Lutero no creía que el evangelio debía ser defendido con la espada sino solo con la Palabra de Dios, Zwinglio a favor de un pacifismo no solo abogaría por el uso de la espada para la defensa de la patria y el evangelio, sino que además estaría dispuesto a morir en batalla con la espada y el yelmo en la mano. Al escuchar de la muerte de Zwinglio Lutero comentó: “Todos los que toman la espada morirán por la espada.”

Las luchas de Lutero como monje

El punto de origen para la reforma de Lutero fue su propia lucha interna por su salvación como monje. Lutero ingresó en el monasterio en 1505 en Erfurt en contra de la voluntad de su padre quien quería que su hijo se convirtiera en un exitoso abogado. Como monje Lutero trató el camino de las obras ascéticas, la oración, el ayuno, la flagelación, pero se dio cuenta que nunca podría estar seguro si todo eso sería suficiente para ser uno de los justos. Él llegó a decir que, si un monje alguna vez había alcanzado el cielo a través del monasterio, ese hubiera sido él, porque él era un monje trabajador y obediente. También trató por la vía de los sacramentos, pero al igual que la anterior no pudo encontrar la certeza en su alma, cuando hacía confesión o tomaba la comunión no estaba seguro de ser completamente limpio de sus pecados.

Pero Lutero, por mucho que trató, no vio que estaba haciendo mucho progreso en su camino hacia la salvación. Por el contrario, sentía que amaba a Dios por sobre todas las cosas, incluso una vez llegó a decir que odiaba a un Dios que demandaba tantas cosas para que los hombres fueran salvos. Dijo que amaba a Dios con todo su corazón y mente, pero que Dios no había provisto la habilidad para lograr cierto amor.

Fue en medio de su angustia espiritual y lucha que experimentó lo que él llamó una “penetración” mientras leía la carta de Pablo a los Romanos. “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito, ‘el justo por la fe vivirá.’” (Ro. 1:17). Llegó al convencimiento de que la justicia de Dios no es la justicia activa por la cual Dios juzga y castiga a los miserables pecadores, sino que es la justicia pasiva de Dios por la cual Él misericordiosamente justifica a los pecadores a través de la fe. No es la justicia sobre la base en la cual Dios condena a los pecadores, sino la justicia dada en el evangelio y recibida en fe sobre la cual Dios perdona a los pecadores. Con este nuevo entendimiento, Lutero “se sintió haber nacido de nuevo y haber entrado por las puertas del paraíso”. Al menos encontró gozo y paz.

Zwinglio: Pastor y Patriota

El punto de origen para la reforma de Zwinglio fue diferente. Zwinglio no era un monje atribulado por el problema de su propia alma. Él no parece haber tenido una lucha interna en su alma como la de Lutero, aunque si batalló en una lucha contra su propia lujuria. Confesó que tenía gran dificultad en mantener el requisito del celibato clerical, pero que sabía que no era el único en esta batalla.

Dijo: “de cada cien y tal vez de cada mil hay raramente un sacerdote casto.” En la primera oportunidad que tuvo buscó una esposa cuando llegó a Zúrich, aunque mantuvo su matrimonio en secreto por un tiempo. A nombre de otros once sacerdotes incluidos entre ellos él mismo, Zwinglio escribió una petición al obispo de Constanza “para permitiera a los sacerdotes el matrimonio o al menos hacerse de la vista gorda en esa área”.

A diferencia de un monje consternado por su salvación, Zwinglio era un pastor en Suiza y patriota que estaba consternado por la salvación de su propio pueblo. Su temor no era por su situación personal, sino por la del pueblo.

Desde el comienzo sintió un profundo amor por su nativa suiza con sus montañas y valles. Sus paisajes fueron muchas veces usados en sus discursos y en sus traducciones de las Escrituras. Los verdes pastos en el Salmo 23 para él eran los prados alpinos. En In schoner Alp weidet er mich (“En los bellos Alpes Él me pastorea”) compara la Palabra de Dios con el río Rhine: “Por el amor de Dios no te pongas en desacuerdo con la Palabra de Dios. Porque verdaderamente ella persistirá tan seguro como el Rhine fluye su curso. Uno tal vez puede cerrarlo por un tiempo, pero es imposible detenerlo”.

También fue un fuerte luchador por la independencia suiza. Los estados suizos, los cantones como se les llamaban y aun se les sigue llamando gradualmente se botaron juntos en una confederación con el objetivo de obtener su libertad de los señores de Habsburgo. Debido a su feroz amor a la libertad y su valor como soldados los suizos eran exitosos en la lucha por la independencia de estos señores de Austria y Alemania. Zwinglio recordaba que desde niño ya él era un patriota celoso: “Aun desde niño, si alguien se burlaba de nosotros los Confederados y nos reprendía o nos calumniaba. Yo les resistía y aun corría hacia el peligro, porque cualquiera que deshonraba la Confederación me estaba deshonrando a mí.”

Como pastor tomó sus responsabilidades con seriedad. Escribió en 1523 acerca de sus actitudes como un pastor joven: “Aunque yo sea joven, los deberes eclesiales han inspirado en mí más temor que gozo, porque yo sabía, y sigo estando convencido, de que voy a dar cuentas por la sangre del rebaño que el Señor me concedió si no lo cuido como debo”.

Mostró ser un pastor valiente cuando no le importó su propia vida para ministrar las familias de las víctimas de la plaga en Zúrich poco después de comenzar su ministerio allí. Él mismo fue contaminado y casi muere. Esta experiencia, sin duda, le llevó a madurar en su desarrollo religioso. Aun todavía bajo los sufrimientos de su enfermedad, escribió una canción que se llama “Canción de la Plaga” en la que muestra una robusta fe en la completa suficiencia de Dios y la gracia divina en Jesucristo.

Hubiera estado completamente de acuerdo con Lutero en al asunto de la justificación por la fe. Pero sus reflexiones durante su enfermedad fueron más ala de su propia miseria. Estas también incluyeron a su pueblo. Comparó su propia enfermedad mortal con la enfermedad de su pueblo que pudiera llevarles a la muerte espiritual. Por otro lado, Zwinglio comparó su recuperación con la reforma de la iglesia y la sociedad.

            La predicación social de Zwinglio

            Las convicciones patrióticas de Zwinglio y su preocupación pastoral por su pueblo se manifestaron en su actitud hacia el servicio mercenario. Zwinglio se había estado incomodando de manera creciente con el envolvimiento de muchos suizos en esta profesión. Los suizos eran soldados excelentes que se contrataban a sí mismos para quienes más les pagaran entre los reyes y príncipes de otras naciones. Mientras Zwinglio era pastor en Glarus, comenzó a lamentar el derramamiento de sangre suiza en otras tierras bajo el mando de generales extranjeros.

            Al comienzo, extrañamente no se oponía al servicio mercenario, solo se oponía al servicio bajo el rey de Francia. Para él estaba bien que los suizos se contrataran ellos mismos para servir al papa. Sin dudas influenciado por el pacifismo de Erasmo, eventualmente se volcó completamente en contra del servicio mercenario, aun sin importar que Suiza fuera un país pobre que dependía en cierto modo de dicho servicio. Criticó no solo la pérdida de vidas jóvenes al servicio de la violencia sin sentido, pero también la corrupción de las almas de los hombres a través de la avaricia y el orgullo y la expoliación de civiles indefensos. Vio todo el país como se estaba deteriorando espiritual y moralmente bajo la carnada del oro de príncipes extranjeros. Una vez él mismo fue a acompañar las tropas de Glarus hasta Italia y pudo percatarse de lo que planteaba.

            Predicó una vez: “La situación es muy seria, ya estamos contaminados. La religión está en peligro de cesar entre nosotros. Hemos despreciado a Dios como si fuera un perro viejo dormido… y fue solo por su poder que nuestros padres conquistaron a sus enemigos porque ellos fueron a la guerra a luchar por su libertad, y no por dinero… ahora, henchidos de orgullo, pretendemos que nadie nos puede resistir, como si fuéramos tan fuertes como el hierro y nuestros enemigos tan flojos como las calabazas”.

            Sus predicaciones en contra de esta lucrativa profesión le costaron el púlpito en Glarus. Afortunadamente para Zwinglio, tuvo la oportunidad de acceder a otros púlpitos, primero en la villa de Einsiedeln y luego en la gran ciudad de Zúrich en la Gran Catedral donde bajo su predicación la reforma fue introducida y donde continuó predicando en contra del servicio mercenario tan poderosa y convincentemente que tuvo la capacidad de persuadir al concilio de la ciudad para poner fin al mismo en Zúrich.

            A grandes rasgos, sus predicaciones y la reforma que introdujo tenían más dimensión social que las de Lutero. Estas tenían más que ver con una reforma social más que con un interés en el punto religioso en lo personal. Heinrich Bullinger, su amigo y sucesor, nos da el reporte acerca del contenido de los mensajes de Zwinglio: “Alababa a Dios el Padre, y enseñaba a los hombres a confiar en el Hijo de Dios, Jesucristo, como salvador. Denunciaba vehementemente toda incredulidad, superstición he hipocresía. Ansiosamente se esforzaba en el arrepentimiento, la mejoría de la vida espiritual, el amor cristiano y la fe. Insistía en que el gobierno debía mantener la ley y la justicia, y proteger las viudas y los huérfanos. Que las personas deberían siempre mantener la independencia suiza”. Con este último punto queda claro que Zwinglio, aunque abogaba por la paz, no favorecía la paz a toda costa si de alguna manera amenazaría la independencia de su tierra natal.

            En sus predicaciones no solo mostraba interés en la fe cristiana y el ejercicio del amor por los ciudadanos, pero también con la justicia establecida por las leyes de la comunidad. Calvino heredaría este punto de creencia de Zwinglio para la justicia social y esto caracterizaría mucho la tradición reformada hasta nuestros días.    

            ¿Dónde diferían?

            Como reformadores, Zwinglio y Lutero tenían mucho en común. Ambos rechazaron la autoridad del papa y se sometieron solo a la autoridad de las Escrituras; ambos estaban de acuerdo en el principio de la justificación por fe y solo por fe; ambos rechazaron el sacrificio de la misa.    

            Pero Zwinglio no pensaba que la reforma de Lutero llegó lo suficientemente lejos: “Hubieras limpiado los establos de Augia, si hubieras removido las imágenes, si no hubieras enseñado que el cuerpo de Cristo estaba supuesto a ser comido en el pan.”

            Lutero por su parte fue más duro en su juicio sobre Zwinglio. Se refirió a Zwinglio como un “Schwarmer”, un fanático, debido a su rechazo de la presencia corporal de Cristo en la Eucaristía. Lutero asoció a Zwinglio con otros grupos fanáticos como Andreas Carlstadt, su anterior colega en Wittenberg, quien, mientras Lutero estaba escondido en el castillo de Wartburg, radicalizó su reforma arrojando completamente la misa, destruyendo imágenes, quitándose su vestimenta clerical, poniéndose el sombrero de los campesinos y demandando ser llamado “Bruder Andreas” (hermano Andreas). Cuando Lutero regresó a Wittenberg, dio fin a la revolución de Carlstadt y sus seguidores, y eventualmente los expulsó y los tildó de espíritus rebeldes y falsos profetas que eran instrumentos del diablo. Y porque Zwinglio se opuso a la presencia real del cuerpo de Cristo en la cena, Lutero lo dio un lugar a Zwinglio entre estos rebeldes.

            Cristo en la Comunión

            Aunque Lutero acató la doctrina medieval de la Transubstanciación (que sostiene que el cuerpo y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo), siguió manteniendo que el cuerpo y la sangre de Cristo estaban presente “en, con y bajo” el pan y el vino, un punto de vista que después fue llamado “Consubstanciación” Lutero basó sus argumentos en la lectura literal de las palabras de Cristo en la cena “Este es mi cuerpo”.

            Zwinglio, por otro lado, pensaba que esta vista era un craso materialismo que era muy poco diferente a la doctrina papal. Tal punto de vista iría en contra del Juan 6:63: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha.” Para Zwinglio este texto contradecía claramente la necesidad y la utilidad de la presencia física de Cristo en la Eucaristía, y en el debate Zwinglio lo citaba constantemente como prueba de su posición. Además de eso, según Hechos 1:9, Cristo ascendió a los cielos y ahora está sentado a la diestra de Dios, y como una de las características del cuerpo es que está limitado al espacio, Cristo no puede estar físicamente presente en el cielo y en los elementos de la Eucaristía. Por lo tanto, las palabras “este es mi cuerpo” deben ser interpretadas figurativamente como “esto significa mi cuerpo”. Para Zwinglio la Cena del Señor era esencialmente una fiesta sagrada en la cual se conmemoraba la muerte de Cristo que se contemplaba en fe y en la cual los cristianos disfrutaban un compañerismo transformador unos con otros. Cristo estaba presente, no físicamente sino espiritualmente en los corazones de los creyentes solamente.

            Lutero rechazó las interpretaciones de Zwinglio de estos textos bíblicos. Las palabras “espíritu” y “carne” en Juan 6:63, como en cualquier parte de la Biblia, no se refieren a las cosas espirituales y carnales sino a los hechos espirituales y carnales. Ser de la carne es hacer cualquier cosa sin fe. Ser del espíritu es cualquier cosa que hacemos cuando la Palabra de Dios es agregada y es hecha a través de la fe.

            “Espiritual” como decía Lutero. “No es nada más que lo que es hecho en nosotros y por nosotros a través del espíritu y en fe, ya sea que estemos lidiando con un objetivo físico o espiritual.” Si el punto de Zwinglio fuera cierto “que la carne para nada aprovecha” quería decir que las obras físicas no tienen ningún uso en la fe, por lo tanto, la Encarnación, que es tan necesaria para la redención no tendría ningún valor. Sobre la base de este entendimiento de fe y espíritu, Lutero vira las tablas a contra el argumento favorito de Zwinglio: “nuestros fanáticos, están llenos de fraude y patrañas. Ellos creen que nada espiritual puede estar presente donde hay algo material y físico, y afirman que la carne para nada aprovecha. Sin embargo, lo contrario es verdadero. El espíritu no puede estar con nosotros a no ser a través de cosas materiales y físicas como la Palabra, el agua, y el cuerpo de Cristo y sus santos en la tierra.” En la Eucaristía Dios ha ordenado para la redención no solo el alma del hombre sino la totalidad del hombre, alma y cuerpo.” … la boca come físicamente para el corazón y el corazón come espiritualmente para la boca, y así ambos son satisfechos y salvados por una misma comida”.

            Con relación al otro texto concerniente a la ascensión de Cristo, Lutero argumenta que Zwinglio es demasiado literal en su entendimiento acerca de “la diestra de Dios”. Esto no se refiere a un lugar exacto en los cielos sino al “poder supremo” de Dios que hace posible para el cuerpo de Cristo estar presente donde quiera que él desee. El argumento de Zwinglio concerniente a la necesidad de un cuerpo para ser circunscripto a un lugar y tiempo Lutero lo rechaza como algo que Zwinglio aprendió de una ramera a la cual Lutero llama Razón.

            Cristo: Humano y Divino

            Las diferencias entre ambos en lo referente a la Eucaristía tienen su origen en las diferencias que ambos tenían con relación a Cristo. Lutero insistía en la completa unidad de las dos naturalezas de Cristo, la humana y la divina. Sobre la base de esta unidad Lutero afirmaba, como afirmaron otros antiguos padres griegos, que lo que es normalmente atribuido a la naturaleza humana puede también ser atribuido a la naturaleza divina y viceversa. Debido a que el hombre y Dios son uno en Cristo es posible decir que “Dios nació de María”, y que “Dios murió en la cruz”, pero también es posible decir que el cuerpo humano de Cristo es ubicuo. El cuerpo de Cristo está presente en cualquier parte, pero no está presente para los creyentes en cualquier parte. Sino que para los creyentes está presente cuando Él añade su Palabra y se somete a sí mismo diciendo: “Aquí me pueden encontrar”. Este es el caso de la Eucaristía, cuando Cristo dijo: “Este es mi cuerpo”.

            Para Zwinglio este punto de vista confundía horriblemente la naturaleza humana y divina. Aunque Zwinglio no negaba la Encarnación de las dos naturalezas unidas en la persona de Cristo, si ponía énfasis en su distinción. Después de la resurrección, Cristo ascendió a los cielos corporalmente y se sentó a la diestra del Padre. Cristo es omnipresente solo en su divinidad, no es su humanidad. Y es principalmente en virtud a su naturaleza divina que Él es el Salvador de los seres humanos.

            “Cristo es nuestra salvación en virtud de esa parte de su naturaleza por la cual Él descendió de los cielos, no por la cual nació de una virgen, aunque tuvo que sufrir y morir en esta naturaleza; pero a menos que ese que murió también fuera Dios, no hubiera podido haber salvación para el mundo entero”. En la cena recordamos la muerte de Cristo sobre la cruz y nos alimentamos de su divinidad en nuestros corazones a través de la fe.

            El fin del debate de Marburg
           
            Es sorprendente que con estas marcadas posiciones y áspero lenguaje del uno hacia el otro alguna vez hubieran escogido sentarse frente a frente en el coloquio de Marburg. De hecho, ellos no hubieran hecho esto al no ser por la persuasión y el poder político del príncipe Felipe de Hesse, en cuyo castillo en la colina de Marburg tuvieron dicho encuentro.

            Felipe, quien era luterano, luchaba por la unidad política y la alianza militar entre los luteranos del norte de Alemania y los suizos y los nativos del sur de Alemania que eran seguidores de Zwinglio porque para finales de los 1520 todo el protestantismo estaba siendo amenazado por las poderosas fuerzas incondicionales de Sacro Emperador Romano Carlos V, quien habiéndose liberado del enredo entra las guerras franco-turcas estaba ahora en una posición favorable para lidiar el problema de la herejía protestante en su imperio. Felipe estaba determinado a traer a Lutero y Zwinglio con sus teólogos seguidores a un coloquio con la intensión de buscar una unión teológica que pudiera ser la base para la alianza. Como resultado, la invitación fue enviada a ambos Zwinglio y Lutero para tomar parte en una discusión doctrinal en Marburg. Zwinglio aceptó rápidamente; Lutero, un poco más reluctante. Estuvieron de acuerdo en catorce de los quince artículos de fe que se les presentó, pero vehementemente discreparon en la Eucaristía.

            Al comienzo del coloquio, Lutero retó a Zwinglio a que le probara que el cuerpo de Cristo no estaba presente en la Eucaristía. Lutero escribió con tiza en la mesa las palabras “esto es mi cuerpo”, una frase a la cual se refería constantemente en el debate. Cuando Zwinglio arremetió que el pasaje tenía que ser interpretado metafóricamente (como si “yo soy el vino” y “yo soy el pan de vida”), Lutero dijo que cualquier interpretación metafórica debía ser probada, no asumida, y que la carga de la prueba debía caer sobre aquellos que preferían la representación no literal.

            Así, mientras que Lutero era literal con relación a su texto favorito, “Esto es mi cuerpo”, Zwinglio lo era en su texto “Cristo ascendió a los cielos” y “el espíritu vivifica y la carne para nada aprovecha”.

            En varios puntos el debate fue áspero y mordaz. En otros puntos ambas partes parecía que buscaban el perdón mutuo por los insultos y la falta de caridad.

            El coloquio de Marburg solo demostró lo que ya estaba claro de los debates por escrito anteriormente: que no había un posible punto de mutuo acuerdo para dos teólogos con tan marcadas diferencias en las interpretaciones de la Escritura, Cristo y los sacramentos. Para estar seguros, en la conclusión del coloquio de Marburg, el acuerdo fue mutuo en catorce artículos de fe, pero no en el número quince.

            Tal vez el comentario de Lutero a Martin Bucer, el reformador de Estrasburgo, resume el problema real entre él y Zwinglio: “No somos del mismo espíritu”.

            Con tal actitud es obvio que Felipe no lograra la unidad política y religiosa que él quería y que el protestantismo siguiera dividido en estos dos grandes puntos de vista.

            El interés social de Zwinglio

            Algunos estudiosos, que han estudiado a Zwinglio como un liturgista, han hablado de la transubstanciación, no del pan y el vino ni de la sangre y el cuerpo de Cristo, sino de la transubstanciación de todo el pueblo de Dios y la exhibición de su amor y unidad.

            Para Zwinglio el asunto principal en la Eucaristía no era el asunto que él debatió con Lutero, los elementos de la comunión y su relación con el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. El asunto principal para Zwinglio en la Eucaristía era que esta era una cena que se comía en celebración, en conmemoración, y en acción de gracias por lo que Dios había hecho en Cristo, pero también para exhibir el compañerismo transformado de los creyentes. Este punto es muchas veces negado. Tal vez Zwinglio fue desviado por el debate con Lutero en su tema punto de vista fundamental con relación a la Eucaristía.

            El sentido de Zwinglio de la comunión cristiana era la contribución más importante para su tiempo. Esta se encontraba en el centro de la reforma suiza. La iglesia no es solo una colección de individuos, cada uno haciendo sus propios asuntos, incluso recibiendo gracia en diferentes formas uno del otro. Sino que la iglesia es una comunidad genuina, una en cuerpo y en espíritu, teniendo la gracia de Cristo en común y llevando frutos del Espíritu, los frutos de Cristo y el Espíritu de Dios. Esta unidad se extiende más allá de los asuntos del espíritu y el cuerpo, en otras palabras, para Zwinglio la iglesia tenía que ver con el interés social de toda la comunidad.

            Para Zwinglio, la observancia de la Cena de Señor tomaba lugar alrededor de una mesa en medio de una comunión y el pan y el vino eran pasados por el pastor a los asistentes y ellos lo pasaban de un miembro a otro, era un simbolismo de la dimensión horizontal de la Eucaristía, lo cual hablaba del gran sentido de la comunidad. Con Lutero, los elementos que contenían el cuerpo y la sangre de Cristo venían directamente del sacerdote o el pastor a cada individuo participante, y era un simbolismo de la dimensión vertical que hablaba del perdón de pecados.

            En los servicios del domingo, Zwinglio reducía los servicios en los que se celebraba la Eucaristía a unos cuatro en el año, mientras que Lutero los realizaba todas las semanas. Para Zwinglio, la predicación de la Palabra tenía una gran importancia y por eso Zwinglio desarrolló una liturgia de la Palabra más alrededor del sermón que alrededor de la Eucaristía. Para Zwinglio la predicación de la Palabra era un acto sacramental. Lutero, por otro lado, mantenía la unidad de la Palabra y el Sacramento en el servicio de adoración, o la misa.

            Pero la Eucaristía nunca perdió su importancia para Zwinglio. Hacia el final de su carrera, dijo que los sacramentos traían incremento y apoyo a la fe y que la Eucaristía hacía esto mucho más que los otros.

            Debido a los problemas planteados en el debate con Lutero, se ha alegado varias veces que Zwinglio no creía en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Él no hubiese querido ser entendido de esa manera. Sencillamente él hubiera no enfatizado: “Yo creo que el cuerpo real de Cristo es comido en la cena sacramental y espiritualmente por los religiosos, los fieles y los de pura consciencia, tal y como San Crisóstomo considera”.

            Para Zwinglio la Cena del Señor es una fiesta de amor donde los fieles exhiben su comunión trasformada de creyentes unidos por el vínculo del amor y el interés mutuo. Cuando ellos hacen esto, Cristo está ahí, en medio de ellos, pero en Espíritu.

            ¡Qué irónico es que el servicio de la comunión, el cual demuestra de la forma más dramática la oración por la unidad cristiana, viniera a ser el punto en el cual Lutero y Zwinglio estaban tan amargamente divididos! Pero, este no sería desafortunadamente ni la primera ni la última vez para tal división entre los cristianos.

            Uno solo puede imaginar como la cara del protestantismo, el mapa de Europa, y las configuraciones políticas y religiosas del siglo XVI, si pudieran volverse a redibujar, el Hércules de Alemania y el Gigante de Suiza hubieran podido manejar las diferencias de otra manera con relación a la Eucaristía.


                  

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