Un predicador bautista tuvo un sueño que llevó a uno de los más profundos movimientos sociales de nuestra época.
El 28 de Agosto
de 1963, más de doscientas mil personas tanto blancas como negras de todos los
Estados Unidos se unieron en una gigantesca demostración de derechos humanos en
la ciudad capital de Estados Unidos. Es considerada la mayor demostración en la
historia de Washington. Jóvenes y ancianos, blancos y negros, judíos y gentiles
marcharon hombro a hombro desde el monumento de Washington hasta el Memorial de
Lincoln. El propósito era era exigir el paso del decreto de derechos civiles y
la inmediata implementación de las garantías básicas de la Declaración de
Independencia y las enmiendas trece, catorce y quince de la Constitución.
Considerado
por algunos como un apéndice del movimiento no violento de derechos civiles, la
marcha logró juntar todas las mayores organizaciones de derechos humanos y
muchos grupos religiosos. Entre los mayores defensores de la marcha se
encontraban el Congreso Americano Judío, la Conferencia Nacional de Católicos para
la Justicia Interracial y el Consejo Nacional de Iglesias. Nunca antes se había
visto a representantes católicos y protestantes y judíos tan visiblemente
identificados con las demandas de las personas de color negra. Además la marcha
también marcó la primera participación a gran escala de personas blancas en el
movimiento de los derechos civiles, y el primer esfuerzo determinado por los
clérigos blancos.
Tengo un sueño
El Dr.
Martin Luther King, Jr., dio la nota clave de la marcha. En su memorable
discurso “Tengo un Sueño”, predicado al estilo de los predicadores negros de
los Bautistas del Sur, el Dr. Martin Luther King articuló un sueño lo
suficientemente grande que incluía a todos los americanos. “Tengo un Sueño”,
dijo, “que un día en las rojas montañas de Georgia los hijos de los que antes
eran esclavos y los hijos de los dueños de esos esclavos sean capaces de
sentarse juntos a la mesa de la hermandad… tengo un sueño para mis cuatro hijos
que algún día puedan vivir en una nación donde no sean juzgados por el color de
su piel, sino por el contenido de su carácter… y cuando dejemos que la lbertad
suene… seremos capaces de hablar hasta el día en que los hijos de Dios,
blancos, negros, judíos y gentiles, católicos y protestantes, serán capaces de
tomarse de las manos y cantar en las palabras del viejo Negro espiritual, ‘Al
fin libres, al fin libres, gracias al Dios Todopoderoso, al fin libres.’”
Millones de
blancos americanos escucharon por primera vez el mensage que el Dr. King había
tratado de articular desde que el movimiento de derechos civiles comenzó en
Montgomery, Alabama en 1955. Este mensaje, que es quizás el más conocido y más
citado que el Dr. King haya predicado, hizo su voz familiar en todo el mundo y
en las vidas como una de las más conmovedoras oraciones de nuestro tiempo. Millones
de personas aceptaron el sueño como su propio sueño y al soñador com la
conciencia de la nación.
El legado de King
La marcha
en Washington fue cubierta por la television y la prensa con mucho más auge que
cualquier evento en Washington desde la inauguración del president Kennedy. Usualmente
las actividades afro-americanas eran cubiertas por la television y la prensa
solo cuando la violencia estaba presente. La marcha fue, quizás, la primera
actividad organizada por los negros que recibía covertura conmensurada debido a
su importancia.
Además de
ser un resumen de años de lucha y aspiración, la marcha también simbolizó
ciertas nuevas direcciones, tales como una profunda preocupación por los
problemas económicos de las masas, y más envolvimiento por los blancos
moderados en la lucha por los derechos civiles de los negros. Por los diez
meses que siguieron a la marcha, las iglesias blancas probaron ser los
campeones más efectivos de la carta de derechos civiles. Ejercieron considerable
influencia en los representantes congrecionales desde el Medio Oeste y los
estados de Rocky Mountain donde la población negra era relativamente pequeña. El
resultado fue el paso del acta de derechos civiles en 1964 y el derecho al voto
en 1965, que reiteraron los derechos constitucionales para Afro-americanos por
el mandato de privilegios iguales al voto y acceso a los alojamientos públicos
como trabajos y casas.
La marcha a
Washington grabó un lugar en la historia para el predicador negro de Atlanta. La
combinación de su filosofía de no violencia con la religión y las técnicas de avivamiento
de su tradición religiosa, el Dr. King proyectó una nueva imagen de las
iglesias negras. Su tremenda apelación a las masas negras descansaba en su
capacidad familiar del uso del lenguaje religioso y las imágenes bíblicas para
articular la pasión por la justicia racial. Las sonantes palabras de su sueño
predicadas en el Memorial de Lincoln son ahora un importante legado de
esperanza para millones de americanos, negros y blancos, quienes celebran una
vez al año su vida y contribución.
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