Un desconocido monje invitó al debate sobre un tema apremiante en la iglesia, y desató el estremecedor movimiento de la historia conocido como la reforma religiosa.
En algún momento durante el 31 de octubre de 1517, el día antes de la
fiesta de todos los santos, el joven de treinta y tres años Martín Lutero,
clavó las tesis en la puerta de la iglesia en Wittenberg. La puerta funcionaba
como una tabla de varios anuncios relacionados con el mundo académico y los negocios.
Las tesis fueron escritas en latín e impresas en un papel de folio por el
impresor John Gruenenberg, uno de los muchos empresarios en el nuevo medio de impresión
usado por primera vez en Alemania alrededor de 1450. Lutero estaba llamando a
un debate con relación al poder y la eficacia de las indulgencias sobre la base
del amor y el celo por la verdad y el deseo de traer esta verdad a la luz. La razón
por la que Martín hizo esto fue porque era un monje y predicador fiel que había
sido seleccionado como profesor de teología bíblica en la universidad de
Wittenberg, un pueblo pequeño y una institución virtualmente conocida en dicho
pueblo.
Algunas copias de las tesis fueron enviadas a varios amigos y a oficiales
de la iglesia, pero el debate nunca se dio. Alberto de Brandenburg, que era
arzobispo de Mainz, envió las tesis a algunos teólogos quienes incitaron a
Alberto a enviar una copia a Roma para demandar una acción en contra de Lutero.
Para los primeros meses de 1518, las tesis habían sido reimpresas en varias
ciudades, y el nombre de Lutero había sido asociado con demandas de cambios
radicales en la iglesia. Se había convertido en la figura de primera página en
los periódicos.
El asunto de las
indulgencias.
¿Por qué? Lutero estaba llamando al debate en el asunto más neurálgico de
su tiempo: la relación entre el dinero y la religión. “Indulgencias” del latín indulgentia: permiso, se había convertido
en un complejo instrumento para la obtención del perdón de pecados. La obtención
del perdón en los sacramentos de penitencia estaba basada en el poder de las
llaves dada a los apóstoles según Mateo 16:18, y era usada para disciplinar a
los pecadores. A los pecadores penitentes se les pedía mostrar lamento por sus
pecados (arrepentimiento), confesarlos a un sacerdote (confesión) y hacer una
obra de penitencia para expiarlos (satisfacción).
Las indulgencias eran emitidas por una orden ejecutiva papal y por permiso
escrito en varios obispados, y tenían la intención de relajar o conmutar la
obra de satisfacción del pecador penitente. Para finales del siglo XI se había vuelto
costumbre la emisión de indulgencias a los voluntarios tomaran parte en las cruzadas
a Tierra Santa contra los musulmanes; todos los pecados serían perdonados a
cualquiera que participara en estos peligrosos pero santos viajes. Después de
1300 una conmutación completa de satisfacción (indulgencia plenaria) era otorgada
a todos los peregrinos que visitaran los santos santuarios en Roma durante los
años de jubileo (al principio cada cien años, y eventualmente cada veinticinco
años).
Los abusos pronto abundaron: “permisos” eran emitidos ofreciendo la liberación
de todo castigo temporal, en efecto, por castigos en el purgatorio por un pago
específico determinado por la iglesia. Algunos papas persiguieron sus “complejos
edificios” colectando grandes sumas de dinero a través de la venta de
indulgencias. El papa Julio II, por ejemplo, concedió la “indulgencia de
jubileo” en 1510, las ganancias de esta indulgencia fueron usadas para
construir la nueva basílica de San Pedro en Roma.
En 1515, el papa Leo X comisionó a Alberto de Brandenburg a usar la orden
dominicana para vender indulgencias de San Pedro en sus tierras. Alberto debía una
larga suma a Roma por habérsele concedido la dispensación especial de
convertirse en el príncipe eclesial que regiría tres territorios Mainz,
Magdeburg y Halberstadt. Alberto pidió prestado el dinero del banco Fugger en
Augsburg, el cual tenía experimentado representante en indulgencias, el
dominicano John Tetzel, a quien pusieron a cargo del tráfico de indulgencias,
la mitad de las ganancias serían para Alberto y los Fuggers y la otra mitad
para Roma. La campaña de Tetzel dio origen a un famoso refrán que decía: “Tan
pronto como una moneda suena en el cofre, un alma es liberada del purgatorio”.
El asunto de las indulgencias se había ahora convertido en un vínculo entre
la prevaleciente ansiedad entre la muerte y el juicio final. Esta ansiedad era
alimentada por una autopista de sistema de crédito basada en el dinero impreso
del nuevo sistema bancario de la época.
El mensaje de Martín Lutero
Lutero atacó el abuso de la venta de indulgencias en sus sermones, en las
sesiones de consejería y finalmente en las 95 tesis, las cuales despertaron el
tema revolucionario de la reforma: “Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo
dijo “arrepentíos” quiso que toda la totalidad de la vida del creyente fuera un
arrepentimiento.
Para 1520, Lutero anunció que el bautismo es la única indulgencia necesaria
para la salvación. Todo en la vida es un regreso al bautismo en el sentido de
que uno se adhiere a la divina promesa de salvación a través de la fe en
Jesucristo solamente, quien a través de su vida, muerte y resurrección liberó
la humanidad del castigo del pecado. Uno vive por la fe en Cristo solamente y
así se hace como un Cristo para su prójimo en necesidad, en vez de tratar de
pacificar a Dios.
Esta es su simple reafirmación del antiguo concepto cristiano de “Buenas
Nuevas”, el evangelio, que creó en la iglesia católica el movimiento de reforma
que atrajo legiones en Alemania y otros territorios europeos. El movimiento fue
propulsado en las calles por el eslogan que trazó las esencias del
cristianismo: Sola Fe (sola fides),
sola gracia (sola gratia) sola
gratia) y solo Cristo (solus Christus). Muchos se unieron
porque Lutero criticaba el papado, el cual había declarado tener autoridad
sobre todas la almas.
“Por qué no el papa que tiene una riqueza hoy mayor que la riqueza del millonario Craso (un rico que vivió antes de Cristo y murió en el 53 aC) construyó una basílica de San Pedro con su propio dinero en vez de usar el dinero de los pobres creyentes” (Tesis 87)
Las 95 tesis fueron la vara que quebró la columna vertebral del camello católico.
Cuando a Lutero se le preguntó, más tarde, porque había hecho lo que hizo,
respondió: “Yo nunca quise hacerlo, fui
forzado a hacerlo cuando me hice doctor de las Santas Escrituras en contra de
mi voluntad” aunque condenado por la iglesia y el estado, Lutero sobrevivió
a los intentos de ser quemado como hereje.
La retrospectiva sugiere que las tesis de Lutero plantaron la semilla de un
diálogo ecuménico en lo que es esencial para la unidad cristiana, en efecto
para la supervivencia, en el intermedio entre la primera y la segunda venida de
Cristo. Ese diálogo traerá frutos mientras se luche como lo hizo Lutero, con el
propósito de distinguir entre el poder de la Palabra de Dios y el poder del
pecado humano.
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