Sus flexibles y compasivas directrices para la comunidad cristiana marcaron para siempre la vida monástica e influyeron en la sociedad occidental.
Tenemos, por lo tanto, que establecer una escuela para el servicio del Señor, en la institución en la cual esperamos establecer nada que sea riguroso o áspero,” escribió Benedicto en el prólogo de su Regla. La Regla de San Benedicto es un documento corto, quizás unas trece mil palabras y aun así ha influído en todas las formas de vida religiosa organizada, protestantes y católicas en el occidente.
Leyendo
la Regla.
Estudiosos especulan que Benedicto (c.
480-549) escribió la Regla en la
primera mitad del siglo VI como una constitución para su propio monasterio de
Monte Cassino entre Roma y Naples; o a petición de otras comunidadades monásticas
locales, o en respuesta a una petición papal para una guía normativa para
muchos grupos de monjes y monjas a lo largo de Italia y del occidente
cristiano.
La Regla
representa la sabiduría espiritual acumulada de varios siglos de experiencia
monástica. Traza su curso sobre las enseñanzas de los padres del desierto de
Egipto, la práctica de la vida monástica en el sur de Europa y específicamente
la Regla del Maestro, un largo y
altamente detallado document. Por las normas clásicas, Benedicto no era una persona
altamente educada: su Regla no
contiene una referencia a ningún autor griego o latino. Pero muestra un amplio
conocimiento de las Escrituras, los escritos de los padres de la iglesia, y la
tradición monástica de Egipto que había venido al occidente en los Institutos y Conferencias de Juan Casiano. Estudiosos modernos insisten en que
la mayor influencia de la Literatura de Sabiduría viene del Antiguo Testamento
y la Apócrifa, el libro de los Salmos, Eclesiástico y Sabiduría.
Viviendo
la Regla.
La Regla
de Benedicto contiene contiene tanto principios teo-éticos para la vida
monástica y práctica como directivas para el diario vivir. Benedicto hizo una
legislación para una comunidad de laicos dirigidos por un abate, una comunidad
cuyo propósito era la gloria de Dios y la salvación personal de cada monje.
Después de un año de prueba, un monje profesaba tres votos: estabilidad, la
reforma de la vida del monje y obediencia. La vida benedictina significaba una
rutina llevada a cabo en el espíritu del silencio, dedicada a la oración y al
trabajo, y caracterizada por la moderación y la flexibilidad en todas las
cosas. Esta flexibilidad, y lo que San Gregorio el Grande llamó la Regla de la “discresión” ambos
distinguen la vida benedictina anteriores como una forma más austera de vida
monástica y ayuda a explicar la adopción de la Regla de forma amplia. Por ejemplo, discutiendo asuntos como la
comida y la bebida, Benedicto escribió (cap. 40): “aunque leemos que el vino no es una bebida propia para un monje, aun
así, como en nuestros días no podemos ser persuadidos por esto, al menos
estemos de acuerdo en no beber en exceso, sino escasamente, porque el vino que
incluso el más caiga” (Eclesiástico 19:2).
Benedicto se propuso que el día de los
monjes estuviera centrado alrededor de la liturgia, el Opus Dei (obra de Dios) “ante lo cual nada más debía ser preferido”
(cap. 46). El código litúrgico consistía de las noches de oficina (vigilias o
maitines) y de siete días oficinas (alabar, prima, tercia, sexta, ninguno,
vísperas y reclamo) como está aconsejado en el Salmo 119:147, 164. En cada
oficina los monjes recitaban salmos con refranes y versículos puntuados por
oraciones silentes, un himno, y lecturas de las Escrituras y de los comentarios
patrísticos en esas Escrituras. En los días de Benedicto la costumbre era
recitar los 150 salmos durante el período de una semana.
San Benedicto planeó el monasterio como
una unidad autosificiente y socio económica “por lo tanto construyó dentro del
mismo todas las necesidades, como agua, molino, y jardines que contenían
variedades de prácticas y manualidades. Por lo tanto no había necesidad para
los monjes de vagar en el exterior del monasterio, ya que eso no era para nada bueno
para sus almas (cap. 66). Habiendo dicho que ”la ociosidad es el enemigo del
alma; por lo tanto, los hermanos deberían estar ocupados por tiempo indicado en
labores manuals, y otro tiempo indicado para los escritos sagrados” (cap. 48),
la Regla prescribe que todos los
monjes en buena salud deben pasar parte de su día en labores manuals. Aquí Benedicto
hizo una profunda contribución al concepto de la dignidad del trabajo. El mundo
antiguo consideraba el trabajo manual como degradante e idealizaban la vida del
ocio. El hombre libre, el caballero, no trabajaba con sus manos. Benedicto
implicó el trabajo manual, incluso aparte de su importancia económica, este era
físicamente y psicológicamente saludable, el trabajo era digno de hacerse.
Benedicto nombró su monasterio “una
escuela para el servicio del Señor” y usó la palabra “escuela” tanto en el
sentido espiritual como intelectual. En el monasterio el monje aprendía a servir
al Señor, suavemente reprimiendo sus faltas y pecados y adorando al
Todopoderoso. Adorar al Señor en el Opus
Dei, de todos modos el monje tenía que aprender a leer. Desde la entera
concepción espiritual de Benedicto, ahí, gradualmente evolvían las escuelas
dentro de los monasterios cuyo propósito práctico era la educación de jóvenes
monjes y los niños de la comunidad. Entre los años seiscientos y mil, el
período que John Henry Newman llamó “El Siglo Benedictino”, las escuelas
monásticas proveían mucho del entrenamiento disponible en la Europa occidental.
Los libros son una necediad para cada escuela, y la preparación de libros y
manuscritos se hizo una actividad distintiva de los monasterios. Al contrario
del punto de vista moderno popular, sin embargo, muchos monjes medievales no
estaban involucrados en la copia de manuscritos. Sin contar el hecho obvio de
que trabajos de muchos tipos son requeridos para la operación de un grande o
pequeño establecimiento, pocas personas en cualquier era tienen una inclinación
o disciplina para largos períodos de tiempo de obras literarias intelectuales.
Entendiendo
la Regla.
Benedicto consideró su Regla una guía para el hombre y la mujer
ordinaries, no santos o místicos o intelectuales. La Regla implica que el nuevo adepto al monasterio no haya tenido
ninguna previa experiencia asceta, ni siquiera algún lazo fuerte con la vida
religiosa. En su advertencia al abate “no
dejes que él haga distinción de personas en el monasterio… no dejes que ninguno
de noble nacimiento sea puesto antes que él quien fue anteriormente un esclavo”
(cap. 2). Benedicto anticipó la entrada de personas de todas las clases
sociales. Su aviso a los monjes “que sean
soportadas con gran paciencia las enfermedades los unos a los otros ya sea de
cuerpo o de carácter” (cap. 72) claramente anticipado muy diferente y tal
vez dificil los tipos de personalidad dentro de la comunidad. Y otra vez, en su
recomendación al abate “que siempre
exalte la misericordia sobre el juicio… que siempre mantenga su fragilidad ante
sus ojos y recuerde que la caña que humea no debe ser quebrada” (cap. 64)
Benedicto instó a la compasión, no al gobierno dictatorial.
¿Qué hay de la profunda influencia de
la Regla en la cultura occidental? La
compasión de la Regla por la
debilidad y el fracaso mientras se establecen sus ideales; la flexibilidad y la
adaptabilidad; su gobierno monárquico además de su respeto individual por la
libertad; y su discreción proverbial.
El perdurable legado de “La Regla de Benedicto” al mundo modern es
una tradición de vida ordenada y disciplinada, una profunda apreciación de la
liturgia antigua, la sabiduría de una cultura rica en literature, un respeto
por la dignidad del trabajo y un misericordioso entendimiento de la condición
humana.
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