¿Hasta que punto podemos hoy imitar las práctias de adoración de la iglesia primitiva?
Muchas prácticas de adoración que
encontramos en las páginas del Nuevo Testamento y en la cristiandad primitiva son tentadoramente oscuras ¿Por qué los
cristianos eran bautizados para la muerte? ¿Por qué a las mujeres se les
requería cubrirse su cabeza? ¿Por qué los creyentes se lavaban los pies los
unos a los otros? ¿Qué es lo que hacemos hoy en día de esas prácticas? ¿Debemos
continuar haciéndolas?
Muchas son claramente obligatorias, o totalmente descritas como válidas, en
el Nuevo Testamento. Pero aun así descubrimos muchas de ellas difíciles de
practicar en nuestra contemporánea adoración.
Algunas veces nuestro problema es falta de conocimiento. Mucha de la descripción
de la adoración en el Nuevo Testamento da la impresión de que las prácticas de adoración
eran desarrolladas, a propósito, desarrolladas por las necesidades del momento.
Algunas veces no conocemos la intensión de los varios significados de las prácticas
de adoración ni sus ocasiones. Pero otras veces podemos leer los textos muy
claramente. La pregunta es ¿Qué principio es ilustrado y puesto en vigor? Para que
podamos genuinamente rompernos la cabeza en el por qué los primeros cristianos
practicaros ciertos ritos y si podemos y debemos o como seguir su ejemplo.
El lavamiento de los pies.
Podemos tomar como un caso que nos pueda ayudar la práctica del lavado de
pies. Esta práctica es prescrita en el Nuevo
Testamento y es observada en las comunidades tempranas de los
cristianos. Aun cuando ha sido tanto practicada y negada en las iglesias de hoy
en día. ¿Debería el lavamiento de pies ser parte de nuestra adoración hoy?
El Nuevo Testamento apoya el lavamiento de pies en Juan 13:4-5; 12-15,
cuando se narra el evento de Jesús lavando los pies a sus discípulos en la
escena de la última cena.
Lavar los pies de los discípulos refleja una civilización que conocía solo
calles y caminos no pavimentados, sandalias con los dedos al descubierto y un
clima que agravaba los pies de los cansados viajeros. Lavar los pies era una
señal de hospitalidad para los visitantes tanto de Israel como del mundo
greco-romano (Lc. 7:44; 1 Ti. 5:10)
Los cristianos primitivos preservaron esa práctica como parte del bautismo
o incluso como dentro de la misma fórmula bautismal. Ambrosio el obispo de
Milán alrededor del 380 dC, enseñaba que así como los pecados de una persona
eran lavados por el bautismo, el lavamiento de los pies quitaba el pecado
hereditario de Adán. La iglesia católica romana (con el orden litúrgico de la
iglesia) ha preservado el lavamiento de pies con algunos significados
modificados cuando lo celebran los lunes y los jueves.
Aunque los protestantes rechazan el razonamiento sacramental el lavamiento
de pies ha continuado entre grupos pietistas alemanes y las denominaciones
anabaptistas como la Iglesia de los Hermanos y algunos adventistas, La
santidad, y las iglesias pentecostales. Estas toman su postura en las palabras
del Señor “yo les he dado ejemplo, para
que hagan conforme yo he hecho con ustedes” el lavamiento de pies es para
ellos tanto una obediencia como una lección de humildad.
Lo misterioso no es que muchos
cristianos continúen esta práctica, sino que nunca ha sido tan prominente en la
iglesia como lo ha sido la comunión. El lavamiento de pies es mandado por el
Señor, quizás, con más autoridad que la comunión. En los terrenos de la lógica y
la claridad el caso es aparentemente irrefutable. ¿Por qué entonces la mayoría de
los cristianos observan el mandamiento del partimiento del pan y la copa en la
cena, y el del lavamiento de los pies como una ordenanza que no hay que cumplir?
El trasfondo cultural.
Primero, hay un único establecimiento cultural para la ceremonia del
lavamiento de los pies, nuestros pies no se ensucian ni se manchan en las
condiciones de los modernos caminos y carreteras. Lo mismo no sucede para la
Eucaristía, ya que tomar el pan y el vino, o el comer o el beber son aspectos
universales a cualquier cultura. Para algunos el pan y la copa son elementos
apodados, ya que son elementales para toda la vida.
Segundo, muchos creen que lo que Jesús intentaba en realidad decir con “ejemplo”
significa para los discípulos más tarde algo más que lavado en agua en los
servicios de la iglesia. Jesús estaba simbolizando dramáticamente el Espíritu
que dirigía tal acto, lo cual era una disposición a servir a aquellos que
necesitan asistencia. Ellos podrían comparar el mandamiento de Jesús en el
lavamiento de los pies los unos a los otros con las palabras de Pablo acerca de
mostrar bondad hacia los demás con alegría (Ro. 12:8) y desarrollar labores de
humildad para el seguimiento cristiano (1 Ti. 5:10).
Podemos desechar del Nuevo Testamento varias prácticas misteriosas, muchas
llevan un elemento de prescripción, el texto del Nuevo Testamento indica que
ciertas prácticas podían o tenían que ser hechas. Y en cada una de ellas hay
cuestiones vitales en juego.
Al mismo tiempo, para cada práctica hay un contexto cultural que necesita
ser respetado, las directivas eran particularmente necesarias e inteligibles en
esa era cuando la iglesia comenzó.
Hoy, las iglesias debatirán como y cuando tales prácticas deben ser
observadas, algunos cristianos seguirán la forma de las prácticas primitivas, otros
buscarán en cada una de ellas el principio universal. En cada acercamiento los
principios se mantienen y son tan válidos y obligatorios como siempre han sido.
Lavando el alma mientras
lavamos los pies.
El bautismo hoy muchas veces significa, rociar agua sobre la cabeza. En un
tiempo, para algunos cristianos esto significó el lavamiento de pies.
Muchos cristianos primitivos practicaron en bautismo por inmersión, pero
una minoría tomó su significado de Juan 13:10, ellos creyeron que el bautismo a
través del lavado de los pies producía la necesidad de lavar la cabeza y las
manos. Esta idea comenzó en Siria y se expandió al oeste para finales de los
años 100 dC, Ireneo, el obispo de Lyon, conjeturó que Jesús durante su descenso al infierno purificó los muertos a través
del bautismo y del lavamiento de los pies. Nadie estaba de acuerdo en el valor
sacramental del lavamiento de los pies para los años 300 dC, el rito era muy
controversial un importante concilio de la iglesia lo sacó de la ley. Para finales
del siglo IV, aunque Ambrosio el obispo de Milán defendía el significado
bautismal del lavamiento de pies. En el periodo medieval temprano el lavamiento
de los pies fue visto como un ejemplo supremo de humildad. Y el rito fue movido
a los lunes y los jueves, la noche que se conmemoraba la última cena.
Hoy, varios grupos protestantes sostienen el lavamiento de los pies en alta
estima. Los adventistas del séptimo día a diferencia de Ambrosio creen que el
bautismo representa la justificación hecha una vez y por todas, y el lavamiento
de los pies la santificación que va en aumento cada día, algunos aun ven la
ordenanza como un bautismo en miniatura.