El coloquio de Marburg fue convocado con la esperanza de reconciliar los dos centros de la reforma alemana. Zúrich y Wittenburg, pero el conflicto con relación a la Cena del Señor dividió su causa común.
Noviembre 10 de 2017 se cumplían 534 años del nacimiento de Martín Lutero.
Durante este año 2017 Lutero volvió a remover las redes sociales y las noticias
al celebrarse al mismo tiempo 500 años de la reforma. Numerosas celebraciones
en seminarios e iglesias, junto con conferencias han tenido lugar este año que
ya está casi terminando.
También y aunque muy poco conocido el evento el 1 de enero de 2018 se
celebrará el 534 aniversario del nacimiento de otro gran reformador
protestante. Urico Zwinglio, de Zúrich. La suerte de Zwinglio no fue la misma
que la de Lutero al ser terminada su carrera a mitad de su vida en la batalla
de Kappel en 1531 y ser arrojado a las sombras del gigante alemán Martín
Lutero. Pero, aun así, Zwinglio juega un papel crucial en la historia de la
iglesia. Se le conoce como el padre de la tradición reformada que se esparció
hacia varias direcciones en toda Suiza y el sur de Alemania, hacia Francia con
los Hugonotes, Holanda, Inglaterra y Escocia entre los congregacionalistas de
Nueva Inglaterra y los Presbiterianos, las iglesias reformadas holandesas y
alemanas en las colonias medias.
Aunque Zwinglio es el autor de esta tradición, su papel de ser el que le
dio forma a esta tradición ha sido eclipsado por la obra de Juan Calvino, el
reformador de segunda generación quien, en Geneva al otro lado de lo que hoy es
la moderna Suiza, tomó el liderazgo de la tradición reformada unos años después
de la muerte de Zwinglio. Los teólogos alemanes y suizos en particular
calificarían este juicio insistiendo en que el sucesor de Zwinglio en Zúrich,
Henry Bullinger, jugó un papel importante en el trabajo de moldear dicha
tradición reformada.
Los historiadores más viejos, especialmente a favor de Zwinglio en
Alemania, tienden a ver a Zwinglio a través de los ojos de Lutero y, de esta
manera lo describen como ampliamente dependiente del gran reformador sajón,
aunque en discrepancia con él en algunos puntos de poca importancia. Los
historiadores más recientes, especialmente en Suiza, han estudiado a Zwinglio
por sí mismo y han llegado a la conclusión de que él fue un poco independiente
de Lutero y su desarrollo de Reforma teológica.
Dos vías a la Reforma
Lutero y Zwinglio nacieron con unas semanas de diferencias el uno del otro,
ambos fueron co-autores de la Reforma Protestante. Aunque ninguno de los dos
pretendía eso al principio, los movimientos reformadores que ellos comenzaron
llevarían el cristianismo occidental inexorablemente a la división. Además,
aunque ninguno de los dos lo deseó, sus diferencias en la Eucaristía
trágicamente guiarían a la primera gran división en la Reforma Protestante
entre Luteranos y Reformados. Aunque tenían mucho en común y muchas veces las
diferencias se enfatizan más que las similitudes, ellos eran adversarios.
Zwinglio, al igual que los otros renacentistas humanistas que estaban
enamorados de las alusiones clásicas, nombraron a Lutero tributariamente “el
Hércules… que torció el jabalí romano.” En este mismo pasaje Zwinglio atribuyó
títulos bíblicos a Lutero: “He aquí tú eras el único fiel ungido de David a
quien el Señor ha dotado en sus brazos.” Zwinglio no siempre fue muy adulador
en sus palabras con relación a Lutero. Pero Lutero nunca habló tan cálidamente
de Zwinglio. Lutero lo llamó “El Gigante de Zúrich” no en forma de tributo sino
con la intensión de ridiculizarlo. Lutero siempre creyó que Zwinglio pensaba
muy alto de sí mismo, que sus estudios en griego y hebreo eran un alarde.
Aunque ambos se oponían el uno al otro, Lutero y Zwinglio tenían un número
de rasgos en común. Ambos eran nacidos de padres campesinos, pero con relativa
posición financiera en sus hogares. El padre de Lutero fue un próspero minero
en Sajonia y el de Zwinglio era un granjero exitoso y el primer ciudadano en su
villa en Widhaus en el valle de Toggenburg en el bajo este de los Alpes. Ambos
se convirtieron en teólogos y llegaron a ser talentosos músicos. Ambos hablaban
alemán y fueron predicadores excelentes. Aunque Lutero hablaba el dialecto
sajón y Zwinglio hablaba el alemán de Suiza. Los alemanes despreciaban a los
suizos y los suizos estaban resentidos de los alemanes.
Ambos estudiaron en universidades prestigiosas, Lutero en Erfur y Zwinglio
en Viena y Basel, pero sus perspectivas filosóficas fueron algo diferentes.
Lutero fue educado en las teorías de William de Occam, conocido como “la
navaja” debido a sus principios en economía y argumentación: No más de lo
necesario, lo simple, lo mejor. Zwinglio fue educado en el Tomismo nombre
derivado de Tomás de Aquino.
En primer lugar, el Tomismo tendía a pensar que la verdad de la revelación
y la razón eran más armoniosas que como lo planteaba Occam quien creía que la
verdad de la revelación descansa más allá de la razón, incluso podría hasta
muchas veces estar en contradicción con la razón. Uno no puede explicar de
manera razonable la verdad de la revelación. En segundo lugar, Tomás abogaba
por la prioridad de la gracia divina y el hombre como el instrumento de la
predestinación divina. En contrate, Occam y sus seguidores abogaban que la libertad
y la dignidad del hombre cooperaban con Dios en la obra de su salvación. El
hombre no es un instrumento de sino un compañero con
Dios.
Otra diferencia en el entrenamiento intelectual de ambos era que Zwinglio
absorbió mucho Renacimiento Humanista más que Lutero. Aunque posiblemente
Lutero le debía más a Erasmo de lo que él pudiera admitir, Zwinglio libremente
admitía su gran deuda a Erasmo. Cuando el Nuevo Testamento de Erasmo apareció
en 1516, Zwinglio inmediatamente compró una copia y copió aparte las epístolas
paulinas en griego, y luego las llevaba consigo como una edición de bolsillo
para memorizarlas. El punto de vista de Erasmo de la paz, su dependencia en el
sentido común y la razón y su tendencia espiritualista y anti ritualista
pudieron haber dejado una profunda huella en Zwinglio.
Antes de su ruptura con Roma, Lutero era un monje que trataba de obrar en
su salvación con temor y temblor que se había convertido debido a su carrera
profesor de teología en Wittenberg. Zwinglio era un sacerdote de la parroquia
antes de convertirse en un reformador y durante sus años de reformador seguiría
siendo pastor en Grossmunster en Zúrich. Lutero era algo monárquico y
conservador social que se unió con la princesa y arremetió fuertemente contra
los campesinos cuando estos se revelaron en 1525. Zwinglio era más radical y
republicano y además un patriota suizo. Mientras que Lutero no creía que el
evangelio debía ser defendido con la espada sino solo con la Palabra de Dios,
Zwinglio a favor de un pacifismo no solo abogaría por el uso de la espada para
la defensa de la patria y el evangelio, sino que además estaría dispuesto a
morir en batalla con la espada y el yelmo en la mano. Al escuchar de la muerte
de Zwinglio Lutero comentó: “Todos los que toman la espada morirán por la
espada.”
Las luchas de Lutero como
monje
El punto de origen para la reforma de Lutero fue su propia lucha interna
por su salvación como monje. Lutero ingresó en el monasterio en 1505 en Erfurt
en contra de la voluntad de su padre quien quería que su hijo se convirtiera en
un exitoso abogado. Como monje Lutero trató el camino de las obras ascéticas,
la oración, el ayuno, la flagelación, pero se dio cuenta que nunca podría estar
seguro si todo eso sería suficiente para ser uno de los justos. Él llegó a
decir que, si un monje alguna vez había alcanzado el cielo a través del
monasterio, ese hubiera sido él, porque él era un monje trabajador y obediente.
También trató por la vía de los sacramentos, pero al igual que la anterior no
pudo encontrar la certeza en su alma, cuando hacía confesión o tomaba la
comunión no estaba seguro de ser completamente limpio de sus pecados.
Pero Lutero, por mucho que trató, no vio que estaba haciendo mucho progreso
en su camino hacia la salvación. Por el contrario, sentía que amaba a Dios por
sobre todas las cosas, incluso una vez llegó a decir que odiaba a un Dios que
demandaba tantas cosas para que los hombres fueran salvos. Dijo que amaba a
Dios con todo su corazón y mente, pero que Dios no había provisto la habilidad
para lograr cierto amor.
Fue en medio de su angustia espiritual y lucha que experimentó lo que él
llamó una “penetración” mientras leía la carta de Pablo a los Romanos. “Porque
en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está
escrito, ‘el justo por la fe vivirá.’” (Ro. 1:17). Llegó al convencimiento de
que la justicia de Dios no es la justicia activa por la cual Dios juzga y
castiga a los miserables pecadores, sino que es la justicia pasiva de Dios por
la cual Él misericordiosamente justifica a los pecadores a través de la fe. No
es la justicia sobre la base en la cual Dios condena a los pecadores, sino la
justicia dada en el evangelio y recibida en fe sobre la cual Dios perdona a los
pecadores. Con este nuevo entendimiento, Lutero “se sintió haber nacido de
nuevo y haber entrado por las puertas del paraíso”. Al menos encontró gozo y
paz.
Zwinglio: Pastor y Patriota
El punto de origen para la reforma de Zwinglio fue diferente. Zwinglio no
era un monje atribulado por el problema de su propia alma. Él no parece haber
tenido una lucha interna en su alma como la de Lutero, aunque si batalló en una
lucha contra su propia lujuria. Confesó que tenía gran dificultad en mantener
el requisito del celibato clerical, pero que sabía que no era el único en esta
batalla.
Dijo: “de cada cien y tal vez de cada mil hay raramente un sacerdote
casto.” En la primera oportunidad que tuvo buscó una esposa cuando llegó a Zúrich,
aunque mantuvo su matrimonio en secreto por un tiempo. A nombre de otros once
sacerdotes incluidos entre ellos él mismo, Zwinglio escribió una petición al
obispo de Constanza “para permitiera a los sacerdotes el matrimonio o al menos
hacerse de la vista gorda en esa área”.
A diferencia de un monje consternado por su salvación, Zwinglio era un
pastor en Suiza y patriota que estaba consternado por la salvación de su propio
pueblo. Su temor no era por su situación personal, sino por la del pueblo.
Desde el comienzo sintió un profundo amor por su nativa suiza con sus
montañas y valles. Sus paisajes fueron muchas veces usados en sus discursos y
en sus traducciones de las Escrituras. Los verdes pastos en el Salmo 23 para él
eran los prados alpinos. En In schoner
Alp weidet er mich (“En los bellos Alpes Él me pastorea”) compara la Palabra
de Dios con el río Rhine: “Por el amor de Dios no te pongas en desacuerdo con
la Palabra de Dios. Porque verdaderamente ella persistirá tan seguro como el
Rhine fluye su curso. Uno tal vez puede cerrarlo por un tiempo, pero es
imposible detenerlo”.
También fue un fuerte luchador por la independencia suiza. Los estados
suizos, los cantones como se les llamaban y aun se les sigue llamando
gradualmente se botaron juntos en una confederación con el objetivo de obtener
su libertad de los señores de Habsburgo. Debido a su feroz amor a la libertad y
su valor como soldados los suizos eran exitosos en la lucha por la
independencia de estos señores de Austria y Alemania. Zwinglio recordaba que
desde niño ya él era un patriota celoso: “Aun desde niño, si alguien se burlaba
de nosotros los Confederados y nos reprendía o nos calumniaba. Yo les resistía
y aun corría hacia el peligro, porque cualquiera que deshonraba la
Confederación me estaba deshonrando a mí.”
Como pastor tomó sus responsabilidades con seriedad. Escribió en 1523
acerca de sus actitudes como un pastor joven: “Aunque yo sea joven, los deberes
eclesiales han inspirado en mí más temor que gozo, porque yo sabía, y sigo
estando convencido, de que voy a dar cuentas por la sangre del rebaño que el
Señor me concedió si no lo cuido como debo”.
Mostró ser un pastor valiente cuando no le importó su propia vida para
ministrar las familias de las víctimas de la plaga en Zúrich poco después de
comenzar su ministerio allí. Él mismo fue contaminado y casi muere. Esta
experiencia, sin duda, le llevó a madurar en su desarrollo religioso. Aun
todavía bajo los sufrimientos de su enfermedad, escribió una canción que se
llama “Canción de la Plaga” en la que muestra una robusta fe en la completa
suficiencia de Dios y la gracia divina en Jesucristo.
Hubiera estado completamente de acuerdo con Lutero en al asunto de la
justificación por la fe. Pero sus reflexiones durante su enfermedad fueron más
ala de su propia miseria. Estas también incluyeron a su pueblo. Comparó su propia
enfermedad mortal con la enfermedad de su pueblo que pudiera llevarles a la
muerte espiritual. Por otro lado, Zwinglio comparó su recuperación con la
reforma de la iglesia y la sociedad.
La
predicación social de Zwinglio
Las convicciones patrióticas de Zwinglio y
su preocupación pastoral por su pueblo se manifestaron en su actitud hacia el
servicio mercenario. Zwinglio se había estado incomodando de manera creciente
con el envolvimiento de muchos suizos en esta profesión. Los suizos eran
soldados excelentes que se contrataban a sí mismos para quienes más les pagaran
entre los reyes y príncipes de otras naciones. Mientras Zwinglio era pastor en
Glarus, comenzó a lamentar el derramamiento de sangre suiza en otras tierras
bajo el mando de generales extranjeros.
Al comienzo, extrañamente no se
oponía al servicio mercenario, solo se oponía al servicio bajo el rey de
Francia. Para él estaba bien que los suizos se contrataran ellos mismos para
servir al papa. Sin dudas influenciado por el pacifismo de Erasmo,
eventualmente se volcó completamente en contra del servicio mercenario, aun sin
importar que Suiza fuera un país pobre que dependía en cierto modo de dicho
servicio. Criticó no solo la pérdida de vidas jóvenes al servicio de la
violencia sin sentido, pero también la corrupción de las almas de los hombres a
través de la avaricia y el orgullo y la expoliación de civiles indefensos. Vio
todo el país como se estaba deteriorando espiritual y moralmente bajo la
carnada del oro de príncipes extranjeros. Una vez él mismo fue a acompañar las
tropas de Glarus hasta Italia y pudo percatarse de lo que planteaba.
Predicó una vez: “La situación es
muy seria, ya estamos contaminados. La religión está en peligro de cesar entre
nosotros. Hemos despreciado a Dios como si fuera un perro viejo dormido… y fue
solo por su poder que nuestros padres conquistaron a sus enemigos porque ellos
fueron a la guerra a luchar por su libertad, y no por dinero… ahora, henchidos
de orgullo, pretendemos que nadie nos puede resistir, como si fuéramos tan
fuertes como el hierro y nuestros enemigos tan flojos como las calabazas”.
Sus predicaciones en contra de esta
lucrativa profesión le costaron el púlpito en Glarus. Afortunadamente para
Zwinglio, tuvo la oportunidad de acceder a otros púlpitos, primero en la villa
de Einsiedeln y luego en la gran ciudad de Zúrich en la Gran Catedral donde
bajo su predicación la reforma fue introducida y donde continuó predicando en
contra del servicio mercenario tan poderosa y convincentemente que tuvo la
capacidad de persuadir al concilio de la ciudad para poner fin al mismo en Zúrich.
A grandes rasgos, sus predicaciones
y la reforma que introdujo tenían más dimensión social que las de Lutero. Estas
tenían más que ver con una reforma social más que con un interés en el punto
religioso en lo personal. Heinrich Bullinger, su amigo y sucesor, nos da el
reporte acerca del contenido de los mensajes de Zwinglio: “Alababa a Dios el
Padre, y enseñaba a los hombres a confiar en el Hijo de Dios, Jesucristo, como
salvador. Denunciaba vehementemente toda incredulidad, superstición he
hipocresía. Ansiosamente se esforzaba en el arrepentimiento, la mejoría de la
vida espiritual, el amor cristiano y la fe. Insistía en que el gobierno debía
mantener la ley y la justicia, y proteger las viudas y los huérfanos. Que las
personas deberían siempre mantener la independencia suiza”. Con este último
punto queda claro que Zwinglio, aunque abogaba por la paz, no favorecía la paz
a toda costa si de alguna manera amenazaría la independencia de su tierra
natal.
En sus predicaciones no solo
mostraba interés en la fe cristiana y el ejercicio del amor por los ciudadanos,
pero también con la justicia establecida por las leyes de la comunidad. Calvino
heredaría este punto de creencia de Zwinglio para la justicia social y esto
caracterizaría mucho la tradición reformada hasta nuestros días.
¿Dónde
diferían?
Como reformadores, Zwinglio y Lutero
tenían mucho en común. Ambos rechazaron la autoridad del papa y se sometieron
solo a la autoridad de las Escrituras; ambos estaban de acuerdo en el principio
de la justificación por fe y solo por fe; ambos rechazaron el sacrificio de la
misa.
Pero Zwinglio no pensaba que la
reforma de Lutero llegó lo suficientemente lejos: “Hubieras limpiado los
establos de Augia, si hubieras removido las imágenes, si no hubieras enseñado
que el cuerpo de Cristo estaba supuesto a ser comido en el pan.”
Lutero por su parte fue más duro en
su juicio sobre Zwinglio. Se refirió a Zwinglio como un “Schwarmer”, un fanático, debido a su rechazo de la presencia
corporal de Cristo en la Eucaristía. Lutero asoció a Zwinglio con otros grupos
fanáticos como Andreas Carlstadt, su anterior colega en Wittenberg, quien,
mientras Lutero estaba escondido en el castillo de Wartburg, radicalizó su
reforma arrojando completamente la misa, destruyendo imágenes, quitándose su
vestimenta clerical, poniéndose el sombrero de los campesinos y demandando ser
llamado “Bruder Andreas” (hermano
Andreas). Cuando Lutero regresó a Wittenberg, dio fin a la revolución de
Carlstadt y sus seguidores, y eventualmente los expulsó y los tildó de
espíritus rebeldes y falsos profetas que eran instrumentos del diablo. Y porque
Zwinglio se opuso a la presencia real del cuerpo de Cristo en la cena, Lutero
lo dio un lugar a Zwinglio entre estos rebeldes.
Cristo
en la Comunión
Aunque Lutero acató la doctrina medieval
de la Transubstanciación (que sostiene que el cuerpo y el vino se convierten en
el cuerpo y la sangre de Cristo), siguió manteniendo que el cuerpo y la sangre
de Cristo estaban presente “en, con y bajo” el pan y el vino, un punto de vista
que después fue llamado “Consubstanciación” Lutero basó sus argumentos en la
lectura literal de las palabras de Cristo en la cena “Este es mi cuerpo”.
Zwinglio, por otro lado, pensaba que
esta vista era un craso materialismo que era muy poco diferente a la doctrina
papal. Tal punto de vista iría en contra del Juan 6:63: “El espíritu es el que
da vida; la carne para nada aprovecha.” Para Zwinglio este texto contradecía
claramente la necesidad y la utilidad de la presencia física de Cristo en la
Eucaristía, y en el debate Zwinglio lo citaba constantemente como prueba de su
posición. Además de eso, según Hechos 1:9, Cristo ascendió a los cielos y ahora
está sentado a la diestra de Dios, y como una de las características del cuerpo
es que está limitado al espacio, Cristo no puede estar físicamente presente en
el cielo y en los elementos de la Eucaristía. Por lo tanto, las palabras “este
es mi cuerpo” deben ser interpretadas figurativamente como “esto significa mi
cuerpo”. Para Zwinglio la Cena del Señor era esencialmente una fiesta sagrada en
la cual se conmemoraba la muerte de Cristo que se contemplaba en fe y en la
cual los cristianos disfrutaban un compañerismo transformador unos con otros.
Cristo estaba presente, no físicamente sino espiritualmente en los corazones de
los creyentes solamente.
Lutero rechazó las interpretaciones
de Zwinglio de estos textos bíblicos. Las palabras “espíritu” y “carne” en Juan
6:63, como en cualquier parte de la Biblia, no se refieren a las cosas espirituales y carnales sino a
los hechos espirituales y carnales.
Ser de la carne es hacer cualquier
cosa sin fe. Ser del espíritu es cualquier cosa que hacemos cuando la Palabra de Dios es agregada y es hecha a través
de la fe.
“Espiritual” como decía Lutero. “No
es nada más que lo que es hecho en nosotros y por nosotros a través del
espíritu y en fe, ya sea que estemos lidiando con un objetivo físico o
espiritual.” Si el punto de Zwinglio fuera cierto “que la carne para nada
aprovecha” quería decir que las obras físicas no tienen ningún uso en la fe,
por lo tanto, la Encarnación, que es tan necesaria para la redención no tendría
ningún valor. Sobre la base de este entendimiento de fe y espíritu, Lutero vira
las tablas a contra el argumento favorito de Zwinglio: “nuestros fanáticos,
están llenos de fraude y patrañas. Ellos creen que nada espiritual puede estar
presente donde hay algo material y físico, y afirman que la carne para nada
aprovecha. Sin embargo, lo contrario es verdadero. El espíritu no puede estar
con nosotros a no ser a través de cosas materiales y físicas como la Palabra,
el agua, y el cuerpo de Cristo y sus santos en la tierra.” En la Eucaristía
Dios ha ordenado para la redención no solo el alma del hombre sino la totalidad
del hombre, alma y cuerpo.” … la boca come físicamente para el corazón y el
corazón come espiritualmente para la boca, y así ambos son satisfechos y
salvados por una misma comida”.
Con relación al otro texto
concerniente a la ascensión de Cristo, Lutero argumenta que Zwinglio es
demasiado literal en su entendimiento acerca de “la diestra de Dios”. Esto no
se refiere a un lugar exacto en los cielos sino al “poder supremo” de Dios que
hace posible para el cuerpo de Cristo estar presente donde quiera que él desee.
El argumento de Zwinglio concerniente a la necesidad de un cuerpo para ser
circunscripto a un lugar y tiempo Lutero lo rechaza como algo que Zwinglio
aprendió de una ramera a la cual Lutero llama Razón.
Cristo:
Humano y Divino
Las diferencias entre ambos en lo
referente a la Eucaristía tienen su origen en las diferencias que ambos tenían
con relación a Cristo. Lutero insistía en la completa unidad de las dos
naturalezas de Cristo, la humana y la divina. Sobre la base de esta unidad
Lutero afirmaba, como afirmaron otros antiguos padres griegos, que lo que es
normalmente atribuido a la naturaleza humana puede también ser atribuido a la
naturaleza divina y viceversa. Debido a que el hombre y Dios son uno en Cristo
es posible decir que “Dios nació de María”, y que “Dios murió en la cruz”, pero
también es posible decir que el cuerpo humano de Cristo es ubicuo. El cuerpo de
Cristo está presente en cualquier parte, pero no está presente para los
creyentes en cualquier parte. Sino que para los creyentes está presente cuando
Él añade su Palabra y se somete a sí mismo diciendo: “Aquí me pueden encontrar”.
Este es el caso de la Eucaristía, cuando Cristo dijo: “Este es mi cuerpo”.
Para Zwinglio este punto de vista
confundía horriblemente la naturaleza humana y divina. Aunque Zwinglio no
negaba la Encarnación de las dos naturalezas unidas en la persona de Cristo, si
ponía énfasis en su distinción. Después de la resurrección, Cristo ascendió a
los cielos corporalmente y se sentó a la diestra del Padre. Cristo es
omnipresente solo en su divinidad, no es su humanidad. Y es principalmente en
virtud a su naturaleza divina que Él es el Salvador de los seres humanos.
“Cristo es nuestra salvación en
virtud de esa parte de su naturaleza por la cual Él descendió de los cielos, no
por la cual nació de una virgen, aunque tuvo que sufrir y morir en esta
naturaleza; pero a menos que ese que murió también fuera Dios, no hubiera
podido haber salvación para el mundo entero”. En la cena recordamos la muerte
de Cristo sobre la cruz y nos alimentamos de su divinidad en nuestros corazones
a través de la fe.
El
fin del debate de Marburg
Es sorprendente que con estas marcadas
posiciones y áspero lenguaje del uno hacia el otro alguna vez hubieran escogido
sentarse frente a frente en el coloquio de Marburg. De hecho, ellos no hubieran
hecho esto al no ser por la persuasión y el poder político del príncipe Felipe
de Hesse, en cuyo castillo en la colina de Marburg tuvieron dicho encuentro.
Felipe, quien era luterano, luchaba
por la unidad política y la alianza militar entre los luteranos del norte de
Alemania y los suizos y los nativos del sur de Alemania que eran seguidores de
Zwinglio porque para finales de los 1520 todo el protestantismo estaba siendo
amenazado por las poderosas fuerzas incondicionales de Sacro Emperador Romano
Carlos V, quien habiéndose liberado del enredo entra las guerras franco-turcas
estaba ahora en una posición favorable para lidiar el problema de la herejía protestante
en su imperio. Felipe estaba determinado a traer a Lutero y Zwinglio con sus
teólogos seguidores a un coloquio con la intensión de buscar una unión teológica
que pudiera ser la base para la alianza. Como resultado, la invitación fue
enviada a ambos Zwinglio y Lutero para tomar parte en una discusión doctrinal
en Marburg. Zwinglio aceptó rápidamente; Lutero, un poco más reluctante. Estuvieron
de acuerdo en catorce de los quince artículos de fe que se les presentó, pero
vehementemente discreparon en la Eucaristía.
Al comienzo del coloquio, Lutero
retó a Zwinglio a que le probara que el cuerpo de Cristo no estaba presente en
la Eucaristía. Lutero escribió con tiza en la mesa las palabras “esto es mi
cuerpo”, una frase a la cual se refería constantemente en el debate. Cuando Zwinglio
arremetió que el pasaje tenía que ser interpretado metafóricamente (como si “yo
soy el vino” y “yo soy el pan de vida”), Lutero dijo que cualquier interpretación
metafórica debía ser probada, no asumida, y que la carga de la prueba debía
caer sobre aquellos que preferían la representación no literal.
Así, mientras que Lutero era literal
con relación a su texto favorito, “Esto es mi cuerpo”, Zwinglio lo era en su
texto “Cristo ascendió a los cielos” y “el espíritu vivifica y la carne para
nada aprovecha”.
En varios puntos el debate fue
áspero y mordaz. En otros puntos ambas partes parecía que buscaban el perdón
mutuo por los insultos y la falta de caridad.
El coloquio de Marburg solo demostró
lo que ya estaba claro de los debates por escrito anteriormente: que no había
un posible punto de mutuo acuerdo para dos teólogos con tan marcadas
diferencias en las interpretaciones de la Escritura, Cristo y los sacramentos. Para
estar seguros, en la conclusión del coloquio de Marburg, el acuerdo fue mutuo
en catorce artículos de fe, pero no en el número quince.
Tal vez el comentario de Lutero a
Martin Bucer, el reformador de Estrasburgo, resume el problema real entre él y
Zwinglio: “No somos del mismo espíritu”.
Con tal actitud es obvio que Felipe
no lograra la unidad política y religiosa que él quería y que el protestantismo
siguiera dividido en estos dos grandes puntos de vista.
El
interés social de Zwinglio
Algunos estudiosos, que han estudiado a
Zwinglio como un liturgista, han hablado de la transubstanciación, no del pan y
el vino ni de la sangre y el cuerpo de Cristo, sino de la transubstanciación de
todo el pueblo de Dios y la exhibición de su amor y unidad.
Para Zwinglio el asunto principal en
la Eucaristía no era el asunto que él debatió con Lutero, los elementos de la comunión
y su relación con el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. El asunto
principal para Zwinglio en la Eucaristía era que esta era una cena que se comía
en celebración, en conmemoración, y en acción de gracias por lo que Dios había
hecho en Cristo, pero también para exhibir el compañerismo transformado de los
creyentes. Este punto es muchas veces negado. Tal vez Zwinglio fue desviado por
el debate con Lutero en su tema punto de vista fundamental con relación a la
Eucaristía.
El sentido de Zwinglio de la comunión
cristiana era la contribución más importante para su tiempo. Esta se encontraba
en el centro de la reforma suiza. La iglesia no es solo una colección de
individuos, cada uno haciendo sus propios asuntos, incluso recibiendo gracia en
diferentes formas uno del otro. Sino que la iglesia es una comunidad genuina,
una en cuerpo y en espíritu, teniendo la gracia de Cristo en común y llevando
frutos del Espíritu, los frutos de Cristo y el Espíritu de Dios. Esta unidad se
extiende más allá de los asuntos del espíritu y el cuerpo, en otras palabras,
para Zwinglio la iglesia tenía que ver con el interés social de toda la
comunidad.
Para Zwinglio, la observancia de la
Cena de Señor tomaba lugar alrededor de una mesa en medio de una comunión y el
pan y el vino eran pasados por el pastor a los asistentes y ellos lo pasaban de
un miembro a otro, era un simbolismo de la dimensión horizontal de la
Eucaristía, lo cual hablaba del gran sentido de la comunidad. Con Lutero, los
elementos que contenían el cuerpo y la sangre de Cristo venían directamente del
sacerdote o el pastor a cada individuo participante, y era un simbolismo de la dimensión
vertical que hablaba del perdón de pecados.
En los servicios del domingo, Zwinglio
reducía los servicios en los que se celebraba la Eucaristía a unos cuatro en el
año, mientras que Lutero los realizaba todas las semanas. Para Zwinglio, la predicación
de la Palabra tenía una gran importancia y por eso Zwinglio desarrolló una
liturgia de la Palabra más alrededor del sermón que alrededor de la Eucaristía.
Para Zwinglio la predicación de la Palabra era un acto sacramental. Lutero, por
otro lado, mantenía la unidad de la Palabra y el Sacramento en el servicio de
adoración, o la misa.
Pero la Eucaristía nunca perdió su
importancia para Zwinglio. Hacia el final de su carrera, dijo que los
sacramentos traían incremento y apoyo a la fe y que la Eucaristía hacía esto mucho
más que los otros.
Debido a los problemas planteados en
el debate con Lutero, se ha alegado varias veces que Zwinglio no creía en la
presencia real de Cristo en la Eucaristía. Él no hubiese querido ser entendido
de esa manera. Sencillamente él hubiera no enfatizado: “Yo creo que el cuerpo
real de Cristo es comido en la cena sacramental y espiritualmente por los
religiosos, los fieles y los de pura consciencia, tal y como San Crisóstomo
considera”.
Para Zwinglio la Cena del Señor es
una fiesta de amor donde los fieles exhiben su comunión trasformada de
creyentes unidos por el vínculo del amor y el interés mutuo. Cuando ellos hacen
esto, Cristo está ahí, en medio de ellos, pero en Espíritu.
¡Qué irónico es que el servicio de
la comunión, el cual demuestra de la forma más dramática la oración por la
unidad cristiana, viniera a ser el punto en el cual Lutero y Zwinglio estaban
tan amargamente divididos! Pero, este no sería desafortunadamente ni la primera
ni la última vez para tal división entre los cristianos.
Uno solo puede imaginar como la cara
del protestantismo, el mapa de Europa, y las configuraciones políticas y
religiosas del siglo XVI, si pudieran volverse a redibujar, el Hércules de
Alemania y el Gigante de Suiza hubieran podido manejar las diferencias de otra
manera con relación a la Eucaristía.