Dos siglos y algo después ¿Cuál es el secreto de Carlos Wesley que hace que su fama no se desvanezca?
Carlos Wesley ha sido llamado “el más dotado e incansable escritor de
himnos que Inglaterra haya conocido”. Escribió más himnos, probablemente, que
cualquiera antes o después, con excepción quizás de Fanny Crosby.
Frank Baker ha calculado que Carlos Wesley escribió, como promedio, diez
líneas de verso diario por cincuenta años. Debió haber escrito cerca de diez
mil himnos o poemas cristianos. “Los
Selectos Poemas de Juan y Carlos Wesley”. Pero mayormente de Carlos, llenan
trece volúmenes y muchos de estos han sido ya publicados.
En el mundo de habla inglesa, probablemente se cantan himnos de Carlos
Wesley más seguido de los que se cantan himnos de cualquier otro compositor de
himnos. Y mucha de la cantidad de estos himnos son muy útiles. En muchas
maneras sus himnos son indispensables en la adoración. ¿Qué sería de una
navidad sin “Se Oye un Son en Alta Esfera”? y ¿qué sería de una etapa de un
domingo de Resurrección sin “Al Cristo Vivo Sirvo”?
O piensa en estos grandes himnos de adoración universal y discipulado
cristiano: “Oh Quien Tuviera Lenguas Mil” “Cristo Tú Me Has Amado” “Oh Padre
Eterno Dios” y otros muchos más.
Estos himnos tienen doscientos años y algo. Y todavía se siguen cantando
hoy. Espero sugerir diez atributos que Carlos Wesley tenía que de alguna manera
explican la razón por la que este escritor trasciende sus días y llega hasta
hoy.
Don natural para los versos.
El don natural de Carlos venía de su familia, como muchas veces suele
ocurrir. Su padre, Samuel Wesley escribió himnos. Todos los tres hijos escribieron
himnos para la adoración y, según el himnólogo John Julián, una de sus hijas,
Mehetabel, escribió la mejor poesía de la familia (con la posible excepción de
Carlos Wesley). Juan Wesley fue un incomparable traductor de himnos, del
alemán, francés y español, y escribió himnos originales también.
Carlos no fue, sin embargo, un músico de músicos. Erick Routley dijo que
Carlos fue probablemente más músico que su hermano Juan. Aun así los hijos
músicos de Carlos Wesley atestiguaron que su padre tenía un oído musical y
poeta al mismo tiempo.
Una vez en un servicio de predicación al aire libre de Carlos (quizás en
Plymouth, Inglaterra, en junio de 1746) fue arduamente saboteado por unos
campesinos borrachos (algunos dicen que eran soldados) cantando una canción
obscena llamada “Nancy Dawson”. Carlos incluso dirigiendo su mensaje memorizó
la letra y la melodía y escribió ocho líneas en versos, probablemente durante
la noche con la misma tonada. La próxima vez que los borrachos cantaron “Nancy
Dawson”, los metodistas pudieron asociar su letra con las palabras de Carlos
Wesley:
Figuran en la causa del pecado,
¿Por qué debería un bueno ser malo?
Música, hay de mí que durante mucho tiempo he sido.
Presionado a obedecer al diablo:
Borracho, lascivo o luz de laico
Fluyó a la ruina del alma,
El camino amplio cubierto con flores.
Que llevan a la ruina eterna.
Entrenamiento Clásico.
Presionado por el dinero, incluso prisionero por las deudas, el padre de
Carlos, todavía determinado a darle a sus hijos la mejor educación que su
dinero podía comprar. Carlos entró en Westminster, una escuela prestigiosa. Sus
hijos cantaron en el convento de Westminster. Carlos con el paso del tiempo se
hizo el capitán de la escuela.
Aquí, Carlos ganó un amplio conocimiento no solo en griego y latín, pero
también en la gramática del lenguaje en sí mismo. Un ejemplo de este clásico
entrenamiento se puede ver en los himnos “Estad Por Cristo Firmes”. Donde
en inglés tiene estas letras “And take, to arm you for the fight the panoply of
God”. La palabra panoply no está en
el idioma original de Carlos Wesley. ¿De dónde Carlos tomó esto?
Esto salió de Efesios 6 en el Nuevo Testamento griego panoplivan “toda la
armadura”. O Carlos tenía el Nuevo Testamento griego abierto delante de él, lo
más probable, todo el pasaje lo había memorizado en griego.
Inclinación Literaria.
La razón por la que hay tantos himnos de Carlos Wesley es porque los versos
fueron su forma ordinaria de autoexpresión. El escribió versos para cada
ocasión: Siete Odas en la Victoria de Culloden, en octubre de 1746; dos
colecciones completas en el terremoto de 1750. Escribió para el cumpleaños del
rey, para los obispos mundanos, canciones que rimaban para los cuidados de
niños, en el cumpleaños de Handel, para los votantes de Middlesex, para las
brujas, para el primer ministro, en tiempos de viaje.
El verso le venía tan naturalmente como su respiración. Robert Bridges
hubiera hecho bien en recordar esto antes de anexar su insultante nota al pie
en su libro “Discurso práctico a algunos
de los principales himnos que cantamos” “Los dos Wesley entre ellos
escribieron trece volúmenes en octavas, de unas cuatrocientas páginas cada uno,
llenos de himnos impresos. Uno desearía que Carlos Wesley al menos hubiera en
vez de ensartar todas estas poesías, concentrar todos sus esfuerzos en producir
solo lo que hubiera sido digno de su talento y útil para posteridad.”
Experiencia de perdón.
Carlos hubo escrito himnos, de hecho versos de casi todo tipo, antes de su
conversión en 1738. En Georgia en 1736, la esposa del general Oglethorpe se
refirió a los muchos himnos dulces de Carlos Wesley. Pero la nueva canción
comenzó a partir de su experiencia de conversión hace más de doscientos
cincuenta años.
Juan y Carlos habían regresado de su breve y desastrosa misión en Georgia.
Habían sido traídos a un nuevo tipo de contacto cercano con una nueva forma de
religión personal a través de reuniones con cristianos Moravos (Juan había
traducido varios de sus himnos). Cuando el barco que los traía de regreso a
casa se iba acercando a las costas de Inglaterra, Juan dijo: Fui a Georgia a
convertir a los indios, pero, ¿Quién me convertirá a mí?
Todos conocemos los escritos en el diario de Juan que describen su
experiencia en Aldersgate, como el sintió su corazón “extrañamente caliente”.
Lo que no es tan conocido es que Carlos había atravesado una experiencia
similar apenas tres días antes.
Él estaba incómodo, quedándose en Londres, en casa de un pobre e ignorante
mecánico, llamado Bray. Incómodo y dedicado a la oración, escuchó una voz que
decía “en el nombre de Jesús de Nazaret, levántate y cree y se sanado de todas
tus enfermedades”. Esta fue de hecho la voz de la hermana del señor Bray, quien
había sido enviada en sueño a decir estas palabras. Carlos salió de la cama y
abriendo su Biblia, leyó en el Salmo “Él ha puesto una nueva canción en mi
boca, alabanza sea a nuestro Dios” y seguidamente leyó el primer verso de
Isaías 40. “Confortaos pueblo mío, dice el Señor tu Dios”. Y luego escribió en
su diario “Ahora me siento en paz con mi Dios y me gozo en la esperanza de amar
a Cristo”
Dos días después comenzó a escribir un himno basado en su conversión, pero
lo rompió por temor al orgullo. Luego fue animado a continuar, terminó el
himno, y lo cantó el próximo día en compañía de sus hermanos que habían traído
de las calles de Aldersgate un grupo de personas diciendo que creían. El himno,
casi seguramente fue el conocido en inglés con el nombre: “Where Shall My
Wondering Soul Begin?”
J. E. Rattenbury, el historiador metodista, describe vívidamente la escena
cuando se cantó por primera vez este himno, en su estudio crítico, La Conversión de los Wesley.
“no se habían escrito unos versos tan extrañamente proféticos. Como podía
este pequeño hombre enfermo imaginar, como parece haber sido, los hombres y las
mujeres a quienes Carlos y su hermano apelarían en el futuro. Nadie ha
imaginado antes un campo así de predicación. El cuarto de enfermo debió haberse
poblado con fantasmas del futuro cuando Carlos Wesley escribió el preludio del
gran avivamiento. Nada en la historia del metodismo es más atractivo que la
visión de estos dos pequeños hombres, con una expresión gozosa en sus caras,
cantando en un cuarto de enfermos un dueto evangélico…”
Hay un secreto esencial en la calidad intemporal de Carlos. El canta de la
experiencia más fundamental en le vida cristiana. El perdón de pecados.
La mente centrada en las
escrituras
Esta fue la más alta alabanza que Juan Wesley pudo dar a los himnos de su
hermano: estos eran bíblicos. Frank Baker compara sus versos “con una enorme
esponja, llena hasta saturarse con palabras bíblicas, comparaciones bíblicas,
metáforas bíblicas, historias bíblicas, temas bíblicos.”
La hermana Benedicta de la comunidad Fairacres en Oxford concluye que los
himnos de Wesley “no son emocionales ni sentimentales instancias de entusiasmo
conectadas con un momento de experiencia personal: son el uso controlado y
dirigido de la emoción combinada con un fuerte entendimiento doctrinal, el cual
está instintivamente dentro de las líneas fundamentales de la tradición cristiana.
Los Wesley estaban comprometidos con el significado exacto y literal de las
palabras de la Escritura”.
La Escritura permanece, y siempre permanecerá, el fundamento en el cual
nuestra fe está construida. Los himnos que son bíblicos están por lo tanto en
camino a trascender a todo tiempo.
Corazón Pastoral.
Carlos tenía su completa medida de empatía. Lo podemos ver ministrando en
las celdas de los condenados en Newgate, una prisión barbárica de Londres,
pocas semanas después de su conversión. Esta es una abreviada versión del
diario de Carlos de 1738:
Miércoles, 12 de julio. Prediqué
en Newgate a los delincuentes condenados, y visité a uno de ellos en su celda,
enfermo de fiebre, un pobre negro que había robado a su señor. Le hablé de uno
que descendió del cielo a salvar los pecadores, y a él en particular; describí
los sufrimientos del Hijo de Dios, sus heridas, sus agonías, y su muerte. El escuchó
con todos los signos de apremiante asombro… mientras lloraba dijo: ¡Qué! ¿Fue
esto por mí? ¿Sufrió Dios todo esto por una criatura tan pobre como yo? Le dejé
esperando por la salvación en Dios.
Toda esa semana su ministerio continuó: ese hombre se convirtió,
seguramente, el primer metodista negro convertido. El martes en la noche
Carlos, con su amigo Bray, estaba encerrado en una de las celdas con los
hombres que iban a morir al día siguiente.
Carlos fue con ellos en el carro hasta Tyburn. Cuerdas fueron amarradas
alrededor de sus cuellos y el carro fue quitado con el objetivo de dejar a los
condenados colgando en sus lazos. Carlos escribió: Todos estaban alegres, llenos de tranquilidad, paz y triunfo;
seguramente persuadidos de que Cristo había muerto por ellos, y esperaban que
Cristo los recibiría en el paraíso… el negro… me saludó con su mirada. Tan a
menudo como sus ojos se encontraban con los míos, sonrió con el más sereno placer
que alguna vez haya visto.
Les dejamos yendo a conocer
a su Señor, listos para el Novio. Cuando el carro fue quitado ninguno se movió
o luchó por salvar su vida, sino que sumisamente entregaron sus espíritus. Exactamente
a las doce ya habían muerto. Hablé unas dulces palabras a la congregación; y
regresé, lleno de paz y confianza en la felicidad de nuestros amigos. Esa hora
bajo la horca fue la hora más bendecida de mi vida.
Esta fue seguramente la clase de experiencia que dejaría una marca en la
vida del joven ministro con un corazón pastoral. Por veinte años o más Carlos
tomó su pedazo de terreno en el campo de la predicación y el cuidado del
seguimiento Metodista. Carlos escribió y cantó sus himnos entre las
congregaciones. Entendió el pueblo para quienes los himnos habían sido
escritos.