Tuesday, January 1, 2019

El Anabaptismo: Ni Católicos ni Protestantes








(Extraído del libro: Klaassen, Walter. Anabaptism: Neither Catholic nor Protestant. Conrad Press, St. Whitehall, 1973).

Lo que creían los anabaptistas y lo que es el cristianismo

Para los anabaptistas, y para todos los otros cristianos del siglo XVI, la fe cristiana ha sido revelada a los hombres a través de Dios. Dios fue su autor; y Jesucristo su mediador. 

Por la muerte de Jesús, la cual fue una expresión del amor y la misericordia de Dios, el pecado es removido y el hombre es perdonado. Los méritos humanos de nada aprovechan porque los humanos no tienen nada delante de Dios. La vida en Cristo es un regalo por la gracia de Dios. Jesucristo es el salvador de los hombres, y el hombre es salvo por gracia a través de su fe en Él. 

Pero aceptarle como salvador es solo el comienzo de la fe. La obediencia a Cristo como Señor es una parte integral. Como Hans Denck afirmaba: “Esta obediencia debe ser genuina, esto quiere decir, de corazón, boca, y obras que todas estas coincidan juntas. Porque no puede haber un verdadero corazón donde ni las obras ni las palabras son visibles”.

La vida de Cristo sirvió como un modelo para el estilo de vida que agrada a Dios. “que Cristo sea con su Espíritu y Palabra vuestro maestro y ejemplo, vuestro camino y vuestro espejo”. En miles de pasajes de los escritos anabaptistas, existe un llamado a un seguimiento concreto al ejemplo de Cristo. 

Los anabaptistas dieron mucha importancia al nuevo mandamiento dado en Juan 13:34 acerca del amor; el cumplimiento del cual era una marca de una “genuina fe y verdadera cristiandad”. Insistían en que el mandamiento de amar era concreto y tenia que ver con asuntos específicos en la vida y la experiencia humana. Significaba perdón cuando había heridas, negarse a las represalias, negarse a herir, negarse a la coerción. Significaba ayudar, apoyar y defender al necesitado, confortar al que sufría, predicar el evangelio de Dios a los pobres. El mandamiento de amar tenia que contener, creían ellos, la usual identificación con el mandato de Jesús y los apóstoles. Y no era un asunto casual; debía ser deliberada y conscientemente cumplido. Es un compromiso que cada discípulo toma consigo mismo en el momento del bautismo, y que hace con regularidad cada vez que comparte la Cena del Señor. 

Ya que Dios dio este mandamiento de amar a todos los hombres, vivir la verdad, y hacerlo en comunidad, los anabaptistas directamente asumieron que era posible, y que Dios daría su poder y Espíritu a todos aquellos que se lo pidieran. Creían que la persona que tuviera fe sería gradualmente cambiada hacia la santidad de Dios y a la imagen de Jesucristo por la acción del Espíritu Santo; esta santificación se hacia entonces visible por el estilo de vida que llevaban. Las buenas obras eran entonces la consecuencia y la evidencia de que uno era hecho santo. 

Debido a su énfasis en vivir como Cristo, los anabaptistas han sido con regularidad objeto de acusaciones de legalismo. Lutero fue uno de los primeros. Cuando los anabaptistas enfatizaron que la fe es visible y genuina solo si es expresada en acción, Lutero no vio en esto otra cosa que un nuevo sistema de justificación por obras. 

Los anabaptistas eran bastante sensibles en este asunto y con regularidad respondieron y rechazaron estas acusaciones. Como Menno Simons explicó:

“porque enseñamos de la boca del Señor que, si entráramos a la vida, deberíamos guardar los mandamientos; que el amor de Dios es lo que nos hace mantener sus mandamientos, los predicadores nos llaman turbulentos y hombres de mérito, diciendo que queremos ser salvos solo por nuestros méritos aun cuando siempre hemos confesado que n podemos ser salvos por ningún otro mérito que no sea la intercesión, muerte y sangre de Cristo.”

Lutero enfatizó la salvación por gracia a través de la fe únicamente. Él no descartó las obras sino, que, por el contrario, insistió en que estas seguían a la fe, así como el buen árbol produce buenos frutos. Pero algunos de las declaraciones de Lutero convencieron a los anabaptistas de que Lutero no era muy serio en sus creencias de una vida Cristo céntrica. Cuando Lutero dijo “pecar valientemente” ¿qué iban a pensar las personas? Muchos llegaron a la conclusión de que ciertas declaraciones cancelaban sus apelaciones por una vida de buenas obras. Al contrario, mientras Lutero y otros indudablemente escucharon las creencias anabaptistas con relación a la posición evangélica, sus creencias fueron rechazadas por constantes referencias a la “nueva ley” y la “Ley de Cristo”. La ley era para Lutero el punto opuesto al evangelio; no podía haber una unión entre ambos.

La preocupación de Lutero era hacer a la gente libre de las cosas que la iglesia católico-romana requería de sus fieles para ser salvo: las oraciones, la penitencia, el peregrinaje y todo eso. Pero muchos asumieron, a partir de las palabras de Lutero, que las obras también incluían comportamiento moral, y, por lo tanto, esto tampoco era ya importante. La insistencia protestante de que no había ley para los cristianos resultó en la tendencia popular de asumir que el protestantismo removía todos los grilletes morales y todas las restricciones. Menno Simons se quejó acerca de la vida carnal de los cristianos que profesaban tal creencia en su “Respuesta a las Falsas Acusaciones”:

“ni los borrachos, ni los avariciosos o personas pomposas, ni las mujeres profanas, ni los chismosos, ni los mentirosos, ni los ladrones, o derramadores de sangre, ni los maldicientes ya sea grande o pequeña deberían llamarse cristianos. Si alguno dice arrepentirse, entonces todo esto podría ser objeto de su debilidad e imperfección y debería ser admitido a la Cena del Señor, porque esa persona es salva por fe y no por sus méritos. Sigue siendo un miembro de su iglesia aun cuando es impenitente y duro de cerviz, hoy tanto como ayer y como mañana, a pesar de que las Escrituras ampliamente testifican que tales personas no deberían heredar el reino de Dios.”

Por el contario los anabaptistas desposaron un discipulado radical e intransigente. 

La comunidad de creyentes

Mientras la decisión de venir a ser un discípulo era un paso individual en la fe, la nueva vida a la cual el discípulo venia a formar parte era una vida en comunión. Venir a ser un discípulo traía al candidato a una comunidad de quienes deliberadamente habían resuelto someterse a la voluntad de Dios para toda la humanidad. Pedro Riderman escribió:

“la iglesia de Cristo es una linterna de justicia, en la cual la luz de gracia alumbra para enseñar a todo el mundo, que los hombres también pueden aprender a ver y saber el camino de la vida”

Los anabaptistas estaban convencidos de que un cristiano no era capaz de ser un discípulo por sí mismo; por el contrario, necesitaba la ayuda y el entendimiento de otros para caminar en la escarpada y estrecha avenida de la vida. 

En un mundo que aplicaba toda esta presión para aplastarlos, los anabaptistas no podían ser casuales con relación al seguimiento de Cristo. El pecado debía ser tratado si es que querían los que habían caído en pecado continuar como discípulos y como modelos de la comunidad. Por lo tanto, la iglesia practicaba la disciplina. La regla de Cristo de atar y desatar encontrada en Mateo 18:15-18. Si el pecado ocurría, el que supiera acerca del hecho era responsable de salir de tal comportamiento. La provisión estaba en el hecho de que la privacidad acerca del asunto fuera preservada. Dicho pecado no podía ser motivo de chisme o juicio ignorante. Si el asunto podía ser resuelto a este nivel todo quedaba ahí, el desatar o el perdón habían tenido lugar. El asunto podía por una razón u otra llegar más lejos, pero la misma regla de privacidad se aplicaba para la protección de quien había pecado. Solo como último recurso la comunidad usaba la atadura o la excomunión, cuando era clara la incompatibilidad de vida y convicción. En este caso, el que persistía en seguir pecando era tenido por gentil y era dejado a su propia suerte. Cuando algo así sucedía, la persona permanecía atado o sus pecados le seguían retenidos. Un pecado no podía ser perdonado a menos que el individuo estuviera consciente del mismo; el perdón hacía posible la liberación del ofensor. 

El atar y el desatar es uno de los aspectos más radicales del discipulado anabaptista ya que este claramente asumía que la compañía de discípulos de Jesús, la cual es la iglesia, perdona y retiene los pecados. Esta era una continuación de la creencia católica de que el poder para perdonar pecados estaba en manos de la iglesia y bajo la autoridad de Jesús. 

El fuerte compromiso de los anabaptistas con la disciplina de la iglesia no debería ser considerado un legalismo, porque aceptar la disciplina de manera voluntaria nunca es equivalente a legalismo. Un espíritu de legalismo sin embargo se hizo evidente. La manera de vida anabaptista requería una constante atención a los detalles del discipulado cristiano. Es raramente fácil determinar cuando un asunto dado compromete en realidad la posición de discípulo de una persona, y muchas veces las personas no podían con facilidad decidir cuando un asunto era importante y cuando no. Los asuntos eran por lo tanto muchas veces forzados y se volvían una prueba para el discipulado, y había una tendencia a sobre enfatizar la seriedad de la ofensa. La presión de la persecución externa sin dudas agregó a la determinación de no relajar la vigilancia, y la tendencia fue entonces errar en asuntos que debían tener cierta precaución.

La forma de discipulado anabaptista les guio a una nueva actitud hacia la propiedad privada. Ellos todos llegaron a la conclusión de que en el reino de Dios no existía el “mío” ni el “tuyo”. Cuando una persona entraba a la comunidad esta debía poner todo lo que tenía a la disposición de la hermandad. Aunque esto no necesariamente incluía la idea de un tesoro común, si implicaba que ningún cristiano podía decir que sus propiedades eran totalmente suyas y que no tenían nada que ver con los intereses de los otros. Simplemente ellos creían que dentro de la comunidad de fe no debería haber ninguna necesidad. Como diría Baltasar Hubmaier: 

“cada uno debe estar consciente de la necesidad de los demás, de manera que el hambriento debe ser alimentado, el sediento debe recibir agua, y el desnudo, ropa. Porque nosotros no somos señores de nuestras posiciones, sino administradores y distribuidores. Ciertamente no hay ninguno que diga que los bienes de otro deben ser decomisados y dados a la comunidad; por el contrario, nosotros con alegría y sencillez de corazón damos la capa junto con la manta”.

La propiedad personal era permitida entre los anabaptistas, y no era tenida por un bien común, pero era tratada como tal. Una excepción a esta regla fueron los hutteritas en Moravia, donde estas convicciones desarrollaron una comunidad volcada a los bienes de producción y consumo. 

A pesar del hecho de que Zwinglio y Melanchton en alguna ocasión hablaron del asunto de la propiedad privada entre los anabaptistas, en algún momento llegaron a la conclusión de que estas convicciones eran sediciosas. Mientras que los anabaptistas esperaban que sus ideas con relación a la propiedad privada prevalecieran en las comunidades, y que en ningún modo esto debería ser aplicado a la sociedad en general, aun así, representaba una amenaza para la estabilidad de la sociedad. Si el movimiento crecía, estas ideas podrían traer nefastas consecuencias para la economía. Por lo tanto, las autoridades establecidas estaban a la expectativa con sobradas razones. 

Bautismo

El bautismo debía ser administrado a quienes habían mostrado evidencia de arrepentimiento y cambio de vida, quienes creían que sus pecados habían sido quitados por Cristo, y quienes decidían seguirle a Él. En el bautismo el nuevo creyente se comprometía a una vida de obediencia a través de la comunión con otros creyentes. Esta era una decisión adulta, por lo tanto, el bautismo era para adultos. El bautismo significaba una vida cambiada por la virtud de la muerte de Cristo y sin ningún mérito humano. Repetidamente los anabaptistas insistían que nadie debía ser bautizado sin haberse comprometido a la disciplina de la comunidad. Y de esta manera el candidato se declaraba a sí mismo listo para participar en los asuntos que tuvieran que ver con el pecado en la comunidad de una manera redentora. 

Los anabaptistas veían el bautismo de infantes como una inferencia práctica de la doctrina del pecado original, pero que no tenía para nada apoyo en las Escrituras. El pecado, decían ellos, vino al mundo a raíz del conocimiento del bien y del mal. Un infante no tiene este conocimiento y por lo tanto no tiene pecado. Consecuentemente, no necesitaba ser bautizado para la eliminación de dicho pecado. Algunas declaraciones de Marpeck y Grebel ilustran esta postura: 

“cuando los niños crecen en el conocimiento del bien y del mal, entonces es cuando hay pecado, muerte y condenación. Ya que la culpa de pecado existe en el conocimiento del mal, Cristo ha quitado el pecado del mundo a través de su sangre, el inocente a través de la palabra de la promesa, el culpable a través de la fe en Él. Aunque la inocencia contiene una raíz de pecado en la forma de la carne, aun no es pecado en sí misma.”

“todos los niños que aun no han venido al discernimiento del conocimiento del bien y del mal, son con seguridad salvos por los sufrimientos de Cristo, el nuevo Adán”.

Libertad Religiosa

Un tema caliente en la vida medieval era la creencia de que la sociedad europea era una sociedad cristiana, muchas veces a esta sociedad se le llamaba “corpus cristianum”. Desde el tiempo de Constantino la iglesia y el estado habían estado unidos. La iglesia estaba compuesta de todos los miembros de la sociedad, sino por convicción por coerción. Se creía que dentro de esta iglesia existía una verdadera iglesia fiel, pero nadie sabía quien era o donde estaba. Ellos formaban una iglesia invisible dentro de la cristiandad. 

Por otro lado, los anabaptistas veían la iglesia como la compañía de aquellos que se habían conscientemente comprometido con Jesús. Nadie estaba bajo la obligación de unírseles. Y si alguien que ya estuviera dentro de la comunidad no podía estar de acuerdo con las reglas de esta, no era tampoco forzado a someterse a algo contra su voluntad y se le era permitido salir de la comunidad sin ningún tipo de restricciones. Los anabaptistas, junto con otros individuos como Sebastian Frank y Sebastian Castellio, fueron los primeros en levantar el clamor de la libertad religiosa. 

Desde la edad media había sido aceptado la practica de condenar a los disidentes y paganos a muerte. Esto era llevado a cabo por el propio bien de ellos, así se decía; les prevenía a estos caer aun más en el error; algunas veces las torturas y la estaca les trajo a muchos al “arrepentimiento”. Durante el periodo de la reforma Zwinglio, Lutero y Calvino rechazaron completamente la noción de libertad religiosa. Los católicos y los protestantes de igual modo estaban de acuerdo en que los disidentes y paganos deberían ser tratados con la fuerza si no cedían a la persuasión. 

Los anabaptistas, por otro lado, apelaban al mandamiento del amor dado por el Señor y al hecho de que la verdad de Dios no necesitaba coerción humana para lograr la victoria. Cuando la persuasión por la Palabra de Dios fallaba, el disidente debía sostener su error sin necesidad de perder su cabeza. Con algunas excepciones individuales esta norma era considerada para toda la Europa del siglo XVI como una invitación a la anarquía. Simplemente por ser la iglesia visible de esta manera, los anabaptistas estaban estableciendo una contra sociedad la cual, intencionalmente o no, retaba a la sociedad existente y a la iglesia existente. Desde el punto de vista de las autoridades esto no podía tolerarse. Por lo tanto, contra los anabaptistas hubo una feroz y terrible persecución. 

La Biblia

Los anabaptistas compartían la creencia de los reformadores de que las Escrituras eran la autoridad final para los cristianos. Al igual que los protestantes ellos rechazaban las enseñanzas católicas que validaban al mismo nivel la tradición con la Escritura.

Pero ¿Cómo debían estas escrituras ser interpretadas correctamente? Los anabaptistas respondían esta pregunta de dos maneras. En primer lugar, entendían que la venida de Cristo era central, el evento en el cual Dios se reveló a sí mismo con mayor claridad y con mayor autoridad como nunca antes. Lo que Jesús hizo y dijo, tanto como las palabras y los hechos de sus primeros seguidores tenían por lo tanto mayor autoridad que cualquier otra cosa o persona. Rechazaron como Palabra de Dios para ellos cualquier cosa que no estuviera de acuerdo con la vida y la doctrina de Cristo. 

En segundo lugar, los anabaptistas estaban de acuerdo con Lutero cuando este insistía en que cada creyente, sin importar que tan pobre, tenía en Espíritu Santo y podía, por lo tanto, legítimamente interpretar las Escrituras. Pero ellos fueron un poco más allá y sostenían el viejo principio que era solo la iglesia la que interpretaba las Escrituras. No es la jerarquía como en el catolicismo, no un grupo seleccionado de teólogos y maestros como en el protestantismo, sino la comunidad unida de discípulos. Esta comunidad luchaba con el significado del texto y lograba, cuando era posible, un entendimiento común de las Escrituras. 

¿Qué es sagrado?

Los anabaptistas rechazaron totalmente la noción de que personas especialmente santificadas o lugares o cosas santificadas ponían a los hombres en contacto con Dios, por lo tanto, rechazaron un entendimiento aferrado por siglos de lo que era sagrado. (en este punto ellos siguieron a su maestro Zwinglio). Esto es demostrado en su observancia de la Cena del Señor. 

En un esfuerzo por desasociarse completamente del mundo sacramental de la misa católica, los anabaptistas insistían en la no sagrada función de las palabras. Conrado Grebel escribió que solo las palabras de los evangelios o 1 de Corintios debían ser usadas para la observancia de la Cena, sin ninguna otra adición. 

No había tales cosas sagradas, el pan era ordinario, y los utensilios usados para beber el vino eran ordinarios. No existía un lugar sagrado, los anabaptistas se reunían en casas, y creían que celebrar la Cena en la iglesia creaba una falsa reverencia. No había personas sagradas para los anabaptistas. Todos los que pertenecían a Cristo eran santos, y nadie era más santo que nadie. También rechazaban los días festivos especiales. 

Los anabaptistas hablaban con frecuencia de la santidad, pero en su sentido profético básico el cual es personal y ético en naturaleza. En Jesús, Dios santificó a todas las personas, lugares, cosas, tiempo, y palabras que son devotas a Él. 

En un esfuerzo por eliminar los abusos que caracterizaban las prácticas de la iglesia católica de su día, los anabaptistas se alejaron de los rituales emocional y religiosamente necesarios, incluyendo el ascetismo de sonido, color, y movimiento. Conrado Grebel, por ejemplo, insistía que el canto es contrario a la voluntad de Dios (aunque muchos otros anabaptistas claramente no aceptaron esta idea). El anabaptismo estableció una forma religiosa que llegó a ser significativa y más allá de toda duda indiscutiblemente empobrecida.

Conflicto con el estado

Las prácticas y creencias anabaptistas entraron en conflicto con el gobierno civil en cada uno de sus puntos. Su actitud hacia la propiedad, la defensa de la libertad religiosa, aun el rechazo al bautismo infantil todo esto amenazaba la estructura política establecida. Hay otras varias áreas donde este conflicto era más explícito. 

El rechazo a participar en el magisterio.Este rechazo estaba basado sobre el principio bíblico de las dos órdenes, la nueva y la vieja. El estado es la autoridad restringente en el sentido de que no aceptaba el señorío de Cristo, castigar al malvado y proteger a los buenos. Como el siervo que lleva la justicia de Dios, el estado cargaba la espada para esta función. 

La otra orden era aquella que voluntaria y gozosamente aceptaba el señorío de Cristo. Los anabaptistas sabían que ellos pertenecían a la nueva orden en la cual se actuaba de una manera radicalmente diferente a la vieja orden. Si ellos habían tomado en serio su confesión de no violencia no podían entonces participar en la función del estado bajo ninguna circunstancia. 

Pero, al mismo tiempo fueron consistentes y trataron de aplicar la regla en sentido opuesto. Apelaban a que el magistrado estuviera separado de los asuntos de la nueva orden, la iglesia, negándole al estado cualquier derecho a tomar decisiones en la iglesia. Este era un alejamiento radical de una presunción que no había sido cuestionada por más de mil años. 

El recahazo a hacer votos. El simple hecho de un juramento iba en contra de la prohibición de Jesús de jurar por cualquier cosa. Los votos y juramentos no deben ser usados por los discípulos de Cristo ya que estos son diseñados para asegurar que el individuo dice la verdad. Los discípulos de Cristo hablan la verdad como un hecho ya que ellos pertenecen a la verdad que es Cristo. 

Existía también una dimensión agregada al rechazo de los anabaptistas de hacer algún voto o juramento. Muchos de ellos estaban bajo un juramento de lealtad al estado en el cual eran ciudadanos. Tal voto incluía el compromiso a tomar armas a favor del estado, y esto confirmaba una función del estado la cual ellos no podían sostener. Considerando el rechazo anabaptista a hacer votos o juramentos, no es difícil entender porque muchas veces eran acusados de sedición. 

El rechazo a participar en la guerra.Así como el rechazo a hacer votos o juramentos, este rechazo se deriva directamente del punto de vista anabaptista de la relación de los discípulos con el estado. Su rechazo ocurrió en un tiempo de constantes guerras, tanto territoriales como en el sacro imperio romano. También este era un tiempo en el que toda Europa temía la agresión del imperio otomán turco. Por lo tanto, cuando Michael Sattler dijo que él no pelearía contra los turcos, eso era lo mismo que estar diciendo hoy que alguien no pelearía en contra del terrorismo. Para una sociedad cristiana, el rechazo a pelear en la guerra era lo mismo que decir que uno estaba dispuesto a dejar que los paganos conquistaran a los cristianos. Para los anabaptistas, el rechazo a la guerra significaba una verdad en las manos de Dios como una última consecuencia de un conflicto humano. 

Cuando los anabaptistas hablaron acerca del rechazo a portar armas, eran tenidos por cristianos profesantes que peleaban contra otros cristianos profesantes. Eran tenidos por gente que sostenía una deslumbrada contradicción, confesando lealtad al príncipe de paz y negándose al mismo príncipe al tomar acción. Como Grebel escribió, el “evangelio y sus adherentes no están para ser protegidos por la espada, ni tampoco están para protegerse ellos mismos”. Los anabaptistas creían que la comunidad de Jesús tenia recursos y fuerzas para su propia vida y trabajo lo cual hacía el poder del gobierno prácticamente innecesario. 

Pelear y matar estaban en contra de la ley del amor, sin importar cuando la situación pudiera demandarlo. Menno Simons escribió:

“todos los cristianos están obligados a amar a sus enemigos; a hacer bien a aquellos que abusan y les persiguen; a dar el manto junto con la capa cuando se es quitada, la otra mejilla cuando se es golpeado. Díganme, ¿cómo puede un cristiano defender con la escritura las represalias, la guerra, los golpes, asesinatos, torturas, robos, y el saqueo de ciudades y la conquista de países?

En cada era están esos que apelan a la necesidad de la violencia con el fin de perseguir la justicia. Los anabaptistas amaban la justicia, pero creían que la justicia y la violencia eran enemigas, y que el intento de obtener la justicia con la violencia era como luchar contra el fuego con aceite. Al contrario, rechazaron los poderes e instituciones establecidas y las autoridades que decían tener control sobre el pueblo. Comenzaron a vivir como si el reino de Dios, cuya llegada final ellos habían anticipado, ya estuviera entre nosotros. Decían “la guerra ha terminado” y comenzaron a vivir en paz. 

El anabaptismo retó la unicidad de la sociedad medieval, en la cual la iglesia y el imperio, el papa y el emperador, el obispo y el rey, el sacerdote y el noble estaban de la mano en su responsabilidad compartida por mantener la hermandad, la paz y el orden.  La respuesta anabaptista a estas presunciones estaba en proporción directa a su entendimiento de la vida cristiana como discípulos y su cosmovisión de la iglesia como una compañía de aquellos que se habían comprometido a Jesús. 

Esto estaba en contraste con los reformadores. Aunque religiosamente fueron con claridad innovadores, socialmente todos los anabaptistas apoyaban el principio medieval de una sociedad unida. Mientras que Zwinglio y Lutero habían dado algunos toques verdaderamente radicales, pronto irían a ser embrujados por el prospecto real de secularización del estado y la descristianización de la sociedad. A este punto su conservativismo se había acabado. Por lo tanto, se opusieron deliberadamente a la tendencia de unidad social que estaba comenzando a desarrollarse. 

La iglesia sufriente

Los anabaptistas creían que la persecución que ellos enfrentaban no era accidental. Era asumido que la comunidad de fe seria una comunidad sufriente. Jesús había dicho que la persecución seria real. Aun más, el Nuevo Testamento en todos sus escritos lleva la sombra de la persecución. Los anabaptistas creían que cualquiera que tomara el serio el seguir a Jesús enfrentaría la persecución.

Una persona anabaptista vivía según la regla de Jesús al precio de su propia vida, de esa manera daba una concreta expresión de las palabras de Jesús: “cualquiera que desee venir en pos de mí debe dejar su propia vida; debe tomar su cruz y seguirme”. Aunque el movimiento anabaptista era perseguido en una orgía de fuego y sangre, aun así, nunca comprometió su compromiso de vivir según la nueva regla aun en medio de un terrible poder basado en la vieja regla. Hacía cuatro siglos ellos sabían que muchos habían vivido y muerto por su “teología de esperanza” en la resurrección, de alguna manera su fidelidad sería tomada como la norma para la paz que Dios traería al mundo. 

Saturday, December 29, 2018

El fuego que inició los comienzos del Anabaptismo

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“Anabaptista” fue el apodo que le dieron a un grupo de cristianos en el siglo XVI. Este nombre simplemente significa: los que bautizan otra vez o los rebautizadores. Una persona no podía tener un apodo más sucio que este en el siglo XVI en la Europa Cristiana. Para sus enemigos, los anabaptistas eran considerados un movimiento peligroso, una amenaza para la destrucción violenta de las instituciones religiosas y sociales de Europa. Sus prácticas eran consideradas inapropiadas y antisociales. Sus creencias eran tenidas por herejías e inspiraciones satánicas. Para otras personas en otro tiempo el anabaptismo es considerado una antigua curiosidad social, el primero y verdadero movimiento fundamentalista o un movimiento cristiano. Muy resistente y genuino por estar ligado a la tierra y la expresión del duro trabajo y la frugalidad. Aun así, otros lo han considerado como el único protestantismo que realimente se sobrepuso a las perversiones de la iglesia de Roma y trajo el protestantismo a la meta que Martín Lutero, Zwinglio y Juan Calvino nunca pudieron alcanzar. 

El anabaptismo fue un movimiento religioso del siglo XVI que creció y se hizo popular en medio del descontentamiento religioso y social de la época. Su fuente inmediata fue el movimiento de reforma de Ulrico Zwinglio, que comenzó en Zúrich, en 1519. El movimiento comenzó oficialmente en 1525 y se expandió con gran rapidez hacia prácticamente toda Europa, pero especialmente en los países de habla alemana y holandesa de Europa central. 

Nunca fue un movimiento unificado, si por unificado se entiende una liturgia única de iglesia y un liderazgo común. Esto fue intencionalmente evitado dentro del movimiento debido al principio de autonomía congregacional. Debido a la feroz persecución y las barreras geográficas, el movimiento funcionó en la clandestinidad. Existen considerables indiferencias entre los varios grupos anabaptistas con relación a la interpretación de la Escritura, la teología y la práctica de la iglesia. El movimiento en otras áreas logró ciertas unificaciones que son claramente visibles. 

Como la mayoría de los movimientos religiosos de la época, incluyendo luteranos, reformados, anglicanos, el anabaptismo también tiene sus lados oscuros. Debido a la insensatez del literalismo bíblico de San Gal algunas personas literalmente se comportaban como niños jugando con juguetes y balbuceando como bebés, porque de los tales era el Reino de los Cielos. Gracias al lunatismo apocalíptico de algunos Anabaptistas de Turingia, uno de ellos dijo ser el Hijo de Dios. Por sobre todas las cosas no se puede negar el violento terror del “Reino de Dios” en Munster cuando los anabaptistas se volvieron a la violencia y a la opresión. En este último evento los anabaptistas emplearon tácticas de los católicos y los protestantes de toda Europa para la coerción de personas hacia la fe religiosa. Estos y otros son algunos trapos sucios dentro del closet de los Menonitas, pero, aun así, representan la minoría que nunca tuvo mucho apoyo y que fue rechazada por la mayoría de las personas dentro del movimiento. 

Como sus contemporáneos en otros grupos cristianos, los anabaptistas estaban muy seguros de que todos los otros grupos religiosos no heredarían el Reino de Dios sino la irresistible ira de Dios por su terquedad y rechazar la verdad que los anabaptistas habían encontrado. Sus convicciones de que ellos eran la iglesia verdadera eran tan desagradable e injustificada tanto en ellos como en los otros grupos. Los anabaptistas estaban internamente tan divididos como otros grupos debido a la persecución y al rechazo de tomar la espada. 

El concilio de la ciudad de Zúrich había comenzado a atraer sus adeptos. Las intenciones del concilio de continuar no estaban fundamentadas en asuntos bíblicos o doctrinales sino en consideraciones políticas y económicas. Grebel, Manz y otros habían comenzado a creer que la obediencia a Cristo no debería ser medida por la prudencia o el miedo. Sin embargo, ellos habían llegado a la conclusión, después de haber estudiado el Nuevo Testamento, que el nombre de cristiano solo debía ser aplicado a quienes de verdad seguían a Cristo y no a todos los que indiscriminadamente habían sido bautizados. También, negaron que existían alguna diferencia esencial entre los gobiernos cristianos y los no cristianos a raíz de sus roles políticos. Ellos creían que un “gobierno cristiano” no haría una sociedad cristiana. 

Por otro lado, Zwinglio no compartía estos puntos de vista, y esto provocó una ruptura al punto de que Grebel, Manz, y varios otros comenzaron a reunirse entre ellos para estudiar la Biblia. Como otros dos sacerdotes de Zúrich, Wilhelm Reublin y Johannes Broti quienes un hacía un año en 1524 habían comenzado a predicar en contra del bautismo infantil en las aldeas de Witikon y Zollikon en las afueras de Zúrich, este pequeño grupo llegó a la conclusión de que la Biblia no enseñaba en bautismo de infantes. Esta fue la gota que llenó la copa. Zwinglio y el concilio llegaron a la conclusión de que el grupo formado por Grebel y Manz debería ser puesto en su lugar. Se habían convertido en una amenaza para la unidad y la paz de Zúrich. El concilio les ordenó que se guiaran por las leyes del bautismo y les fue prohibido reunirse como grupo. 

Los hombres que se reunieron en la casa de Manz aquella noche de invierno estaban conscientes de la seriedad que implicaba lo que ellos estaban haciendo. Pero a medida que la noche caía, estos se convencían cada vez más de que no tenían otra opción que obedecer a Dios quien les había guiado a este nuevo y peligroso descubrimiento. Y entonces, si el registro de las ancianas crónicas huteritas es cierto, se sintieron obligados a dar el paso necesario para concretar la forma de su obediencia. En medio de oraciones y persecución se bautizaron los unos a los otros y en el mismo momento se encomendaron a construir la iglesia de Cristo en la tierra. 

Esta acción creo misioneros entre el grupo. En los días siguientes otros fueron bautizados, especialmente granjeros de las regiones cercanas a Zollikon. Continuaron reuniéndose para el estudio bíblico y la oración y para celebrar la Cena del Señor. La persecución que estaban esperando se inició de manera casi inmediata. Un número del grupo fue arrestado y puesto en prisión. Después de acoso por tres o cuatro meses por presidio y la amenaza de exilio, la primera iglesia “libre” se desintegró. 

El nacimiento del Anabaptismo

La noche había caído el 21 de enero de 1525, cuando, uno por uno, una media docena de hombres había sido visto furtivamente entrando en una casa en Neustadgasse de Zúrich, cerca de la gran catedral. Tenían razones para estar a escondidas, porque se estaban reuniendo en la clandestinidad y estaban violando la ley que había pasado anteriormente en concilio de la ciudad que prohibía cualquier tipo de asamblea. La razón para esta reunión a puertas cerradas era el estudio bíblico y la oración.

Para entonces las reuniones en grupos para el estudio bíblico eran bastante conocidas en Zúrich. El reformador Ulrico Zwinglio estimuló que teólogos y otras personas de renombre se habían reunido con frecuencia desde 1520. Zwinglio mismo había participado en algunas de estas reuniones. Pero, aunque algunos miembros de estos grupos de estudio estaban presentes esa noche de enero, Zwinglio no estaba. 

Grandes desacuerdos habían surgido entre el grupo que estaba representado principalmente por Conrado Grebel y Félix Manz por un lado y por el otro lado Zwinglio, sobre el papel del concilio de la ciudad en el progreso de la reforma en Zúrich. Zwinglio se había comprometido a dejar que el concilio tomara la iniciativa, ya que él estaba convencido de que el concilio era un concilio cristiano. Esta posición estaba en armonía con el acuerdo de que solo los cristianos podían hacer cambios dentro de la iglesia. 

Desde Suiza al sur de Alemania, Austria y Holanda.

Pero los líderes habían estado ocupados en otros asuntos. Grebel había predicado y bautizado en Schaffhausen y en San Gal; George Blaurock, un exmonje, había ido a Grisons y la región austriaca de Tirol. En mayo de 1525, Éboli Bolt se convirtió en el primer mártir anabaptista. Fue quemado en la estaca por su fe en el cantón de Schwyz. Un año más tarde Grebel murió de la plaga lejos de su casa y en enero de 1527 Manz fue públicamente ejecutado en Zúrich por ahogamiento como consecuencia del crimen de rebautizador. 

Pero al mismo tiempo, dos años después de la formación de la primera congregación, el movimiento se había expandido cientos de millas más allá del lugar donde se había iniciado debido a un increíble celo misionero. Para mayo de 1526 hubo una asamblea anabaptista en Augsburgo bajo el liderazgo del gran dotado Hans Denck. Denck había sido expulsado de Núremberg el 21 de enero de 1525 por sostener las ideas luteranas en dicha ciudad. Aunque pasó todo el resto de su vida como un fugitivo, Denck ejerció una moderada influencia en el movimiento en el sur de Alemania con un énfasis en el amor como la suma de todas las virtudes y su cuidado y retraimiento en juzgar a otros. Denck bautizó a Hans Hut en el verano de 1526. Hut fue uno de los más celosos y exitosos misioneros anabaptistas. Hut fundó iglesias anabaptistas por toda Austria. Su método era predicar, bautizar a los convertidos e inmediatamente establecer misioneros que serian enviados. Aunque muchos de estos enviados fueron ejecutados, el movimiento se expandió rápidamente. 

Las actividades de Hut también dieron el inicio a las comunidades anabaptista en Moravia. En 1528 un grupo de anabaptistas que ya no era bienvenido en los dominios de los señores de Liechtenstein decidió combinar sus recursos para una vida en comunidad, trabajo, disciplina y adoración. Su líder más influyente fue Jacob Hutter, quien por siete años trabajó para rescatar el anabaptismo del terror de la persecución de Habsburgo en Tirol y en Moravia. Hutter fue quemado en la estaca en Innsbruck en 1536. Las comunidades Hutteritas lucharon bajo cierta tolerancia relativa y enviaron exitosamente varios misioneros como estos anabaptistas les llamaban a muchas partes de Europa. 

Mientras tanto en anabaptismo se había estado expandiendo en otras partes de igual manera. Un predicador luterano llamado Melchior Hoffman vino a Estrasburgo en 1529 donde conoció a los anabaptistas por primera vez. Rápidamente se convirtió en uno de ellos. Dejó Estrasburgo nuevamente el siguiente año, llevando sus nuevas creencias al norte a Holanda y el norte de Alemania. Así como Hans Hut, Hoffman fue un vehemente predicador y bautizó muchos convertidos. Numerosos grupos de melchioritas emergieron en el fértil suelo espiritual de Holanda. 

Hoffman tenia un especial interés en los eventos futuros y en la segunda venida de Cristo y el Milenio cuando Cristo reinaría como Rey. Además, estaba muy ocupado en poner todos estos eventos dentro de la historia y llegó a decir que Estrasburgo sería la Nueva Jerusalén. Fue por esta razón que regresó a la ciudad y en 1533 con gusto fue a prisión porque creía que su encarcelamiento pondría en movimiento la secuencia de los eventos finales de la historia humana. Lo único que llegó a su fin fue su propia vida unos diez años más tarde. 

Mientras tanto otros hombres habían tomado el liderazgo en Holanda, y junto con el liderazgo también las especulaciones de Hoffman acerca del futuro y el papel de estos en los eventos finales llevando así la ciudad de Munster a una oscura tragedia. La ciudad de Munster en Westphalia se había vuelto luterana y entonces para finales de 1535 se había vuelto al anabaptismo bajo la predicación de y la dirección de Bernhard Rothmann. Cuando los anabaptistas de Ámsterdam supieron todo esto y fueron a ver que estaba ocurriendo ahí, se atrevieron a decir que Munster y no Estrasburgo seria la Nueva Jerusalén. Jan Matthis y Jan van Leyden, ambos extremistas inestables, tomaron el control de la ciudad. Donde Hoffman había enseñado a esperar pacíficamente el reino de Dios, Matthis y Leyden enseñaron que la fuerza traería dicho reino de Dios. Forzaron entonces a las personas de la ciudad a bautizarse y unirse al movimiento o de lo contrario deberían abandonar la ciudad. 

El desenfreno en la ciudad alarmó al obispo principal de Munster el cual sitió la ciudad. Pero antes de que la ciudad hubiera sido completamente sitiada, miles de anabaptistas de Holanda lograron entrar a Munster con la expectación del regreso triunfante de Cristo. Los radicales de la ciudad vieron a Leyden coronado como el rey David rigiendo con vara de hierro al instituir la poligamia. En junio de 1535 el apocalipsis llegó, pero no como ellos lo esperaban, la ciudad cayó y sus habitantes fueron asesinados.   

Dicha tragedia llegó a ser un desastre para los anabaptistas. Ahora sus perseguidores tenían lo que ellos consideraban una acorazada evidencia de que el anabaptismo con toda su insistencia en el pacifismo era en esencia más violento que cualquier otro movimiento. Las autoridades estaban convencidas de que la persecución era la única manera de contener esta violencia potencial. 

Pero los anabaptistas también vieron los eventos de Munster como una terrible perversión al evangelio. La persona más influyente en la consolidación de las creencias del anabaptismo entonces llegó a ser Menno Simons. Menno ayudó a organizar congregaciones y trabajó incansablemente por un orden de la iglesia que preservara ambos el amor y la integridad de una iglesia compuesta solo por aquellos que habían conscientemente decidido seguir a Cristo. Sus congregaciones estaban esparcidas por todo Ámsterdam, Danzig y por Cologne y el mar del norte. Menno continuó trabajando por veinticinco años, la mayor parte de ese tiempo con un precio por su cabeza. Murió en 1561. Diecisiete años más tarde sus seguidores en Holanda consiguieron obtener la tolerancia. 

Contemporáneo con Menno Simons era Pilgram Marpeck, un ingeniero civil. Su área de actividad era el sur de Alemania y Suiza, donde continuó la obra establecida por Hans Denck y Hans Hut, Estos dos habían perecido en 1527. Marpeck se convirtió en el reconocido líder de un grupo anabaptista en Alsace, Wurttemberg y Moravia. Con pasión se dedicó a la unidad de la iglesia, especialmente porque estaba afligido por la separación que había entre los anabaptistas del sur de Alemania y la hermandad suiza, seguidores de Conrado Grebel. Marpeck estuvo en desacuerdo con el uso legalista de la prohibición y la tendencia a hacer juicios apresurados con relación a las fallas de los demás. Su énfasis en la superioridad del amor y la necesidad de la paciencia en el ejercicio de la disciplina de la iglesia reflejaba la influencia de Hans Denck. 

En contraste con Holanda, la tolerancia no vino al sur de Alemania, Suiza y Moravia hasta varios siglos después. El movimiento prácticamente desapareció en el sur de Alemania y fue completamente erradicado en Austria por el fuego y la espada. Sobrevivió en Suiza en pequeños asentamientos, pero siempre bajo restricciones. A la hermandad hutterita le fue relativamente bien hasta 1590 después que sus creencias se volvieron en contra del sufrimiento en el camino de la cruz. Sobrevivieron solo cuando se exiliaban a Ucrania y de ahí a América.       

Thursday, December 20, 2018

Los Anabaptistas: Algunas curiosidades



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Los Anabaptistas son los iniciadores de la “iglesia Libre:” El principio de separación de iglesia y estado era una noción inimaginable y radical cuando fue introducida por ellos. Al igual que su defensa por la libertad religiosa era considerada una forma de anarquía. 

En los records de la corte del siglo XVI en el centro y sur de Alemania, Suiza y Austria se registra que existía una población de 12522 anabaptistas. La población del movimiento nunca fue muy grande, aun así, lograron manejar y poblar 2088 aldeas y villas en la mencionada región. 

El protestantismo no hizo incursiones sin la ayuda de príncipes y poderes estatales. Desde el comienzo, el anabaptismo era un movimiento clandestino que perdió virtualmente todo su liderazgo en los primeros dos años. 

Fue en parte, debido al anabaptismo, que las iglesias protestantes adoptaron el servicio de confirmación y los registros bautismales.

Un hombre que en el siglo XVI no bebiera hasta el exceso, o abusara de sus trabajadores o de si familia, podía levantar sospechas de ser un anabaptista y podría incluso hasta ser perseguido. 

Los anabaptistas fueron los primeros reformadores en practicar la disciplina en la iglesia. Bajo su influencia el reformador Martín Bucer intentó, sin poder lograrlo, adoptar la disciplina en la iglesia de Estrasburgo. Tuvo éxito en convencer a Juan Calvino quien si tuvo éxito en establecer la disciplina en la iglesia de Geneva. Sin saberlo, cuando la confesión de fe anabaptista de Schleitheim fue formulada, Calvino la leyó en 1544 y concluyó con estas palabras “esta ingrata y desafortunada gente ha aprendido estas enseñanzas y otras de nosotros”. Calvino era un joven católico de solo 18 años cuando la confesión de fe de Schleitheim fue confeccionada. 

Los descendientes directos de los anabaptistas hoy suman alrededor de 730000 en 57 países, con las mayores cifras en Norteamérica, Zaire, Indonesia y Rusia. Más de la mitad vive en países del tercer mundo. Hay 21 grupos distintos entre los cuales se encuentran los Menonitas, Amish, Huteritas, la Hermandad Menonita, y los Hermanos en Cristo. 

Huyendo de su arresto el anabaptista Dirck Willems atravesó un lago congelado. Cuando su perseguidor cayó en el hielo, Willems renunció a su oportunidad de salvar su vida y regresó para salvar la vida de su perseguidor. Por esta razón fue capturado, apresado y quemado en la estaca en 1569. 

Los Menonitas son el grupo más diverso entre los descendientes modernos de los anabaptistas. Comparten algunas ideas en común acerca de Cristo y el rechazo a portar armas, pero tienen una gran diferencia en su cosmovisión y estilo de vida y forma de vestir. 

Los Amish se separaron de su hermandad suizo-alemana en 1693 tras un debate sobre la excomunión y evitamiento de los miembros excomulgados. Hoy los Amish son reconocidos por sus fuertes valores comunales reforzados por su non conformismo estricto hacia el mundo en asuntos de vestimenta, y el uso de la tecnología. Las comunidades Amish más grandes están ubicadas en Pensilvania, Ohio e Indiana.

Los Huteritas, que se originaron en Moravia en 1529, practican el cristianismo en comunidad. Visten sencillos y con un estilo influenciado por las costumbres del este de Europa. En la década de 1780 migraron a América y se asentaron en Dakota del Sur y más tarde en otras partes del oeste de Estados Unidos y Canadá. 

La Hermandad Menonita tiene su origen en 1860 como una renovación del movimiento entre los menonitas holandeses en el sur de Rusia, pero han emigrado a Norteamérica, Paraguay y otros países. La Hermandad Menonita se distingue de los Menonitas, no en cuestiones de creencias, sino en la práctica del bautismo por inmersión, en vez de por aspersión. 

Los Hermanos en Cristo se originan en Pensilvania en 1750 pero solo obtuvieron estatus oficial durante la guerra civil norteamericana cuando los hombres jóvenes fueron forzados a entrar al ejército. Eran nombrados “hermanos del río” en forma de burla por su costumbre de bautizar en los ríos.    

Monday, August 13, 2018

Zwinglio: El Padre de la Reforma Suiza: El esparcimiento de la Reforma de Zwinglio






Zwinglio murió antes de que su sueño se hiciera realidad, pero sus seguidores, especialmente Heinrich Bullinger, esparcieron la influencia de su Reforma a lo largo de toda Europa, Inglaterra, y eventualmente a América.

            Ulrico Zwinglio fue el padre de la Reforma en Suiza, pero en la historia no es recordado entre los de la primera generación de reformadores. Siempre ha sido opacado por Lutero. Y el hecho de que murió en batalla deja muchas preguntas sin respuesta acerca de la carrera de Zwinglio.

            Zwinglio esperaba, al inicio, abrir una iglesia en el cantón de Zúrich que serviría como el modelo para la iglesia nacional protestante de Suiza. Una vez que esto se hubiera logrado, él planeaba expandir la doctrina de su Reforma por toda Europa, con el objetivo de que una iglesia protestante internacional fuera establecida y preservara las mejores tradiciones de la iglesia universal en la Edad Media, y al mismo tiempo sería libre de los peores abusos de la iglesia católica y no sería gobernada por el papa y su corrupta curia romana.

            La iglesia reformada europea que Zwinglio soñaba nunca se logró fundar. Zwinglio, por otro lado, tuvo éxito en introducir conceptos de la Reforma de la iglesia en los mayores cantones urbanos, los cantones dominados por las ciudades alemanas y suizas. En Berne, Shafthausen y Zúrich, los conceptos eclesiológicos de Zwinglio fueron adoptados. Para Zwinglio esto era el primer paso y por un tiempo parecía que el programa de Zwinglio sería efectivo en toda Suiza.

            La Paz de Kappel en 1529 dejó a los protestantes en la libertad de expandir sus doctrinas en las áreas de la Confederación de Suiza. Se dio la oportunidad a las congregaciones de esta confederación de estas regiones a decidir por ellas mismas si debían o no aceptar la Reforma. En teoría, la misma libertad iría a ser extendida a las congregaciones de los bosques y las montañas de la Confederación: Schwyz, Uri, Niedwald y Lucerne junto con su aliado el cantón de Zug. La solución fue, de hecho, no aceptable para los católicos.

            También inaceptable fue el deseo de los protestantes de poner un fin a la costumbre de vender soldados como mercenarios al servicio de los franceses y el papado. Sin el dinero que se ganaba de esta práctica los cantones del bosque creían ser incapaces de comprar el grano necesario para alimentar a los habitantes de los estados montañosos.

            Para hacer el asunto peor, los cantones protestantes comenzaron un bloqueo de barcos de grano hacia las regiones católicas, con el objetivo obligarles a aceptar el esparcimiento del protestantismo en sus territorios. Zwinglio se opuso a esta política y acertó que sería más sabio ir a la guerra contra las regiones católicas que someterlos a una inanición lenta y violenta.

            Llevados por la desesperación, los cantones católicos decidieron ir a la guerra contra los protestantes. Lanzaron su ataque hacia el centro del protestantismo en Suiza, el cantón de Zúrich, a principios de octubre de 1531. Los cantones protestantes habían firmado una alianza militar (La Unión Cívica Cristiana) para protegerse de cualquier desarrollo como estos, pero no estaban preparados para la guerra, y además había algunas divisiones internas entre ellos.

El sueño de Zwinglio destruido

            En los años previos a lo que terminó como la segunda guerra de Kappel en octubre de 1531, Zwinglio había soñado con crear una alianza por toda Europa contra los Hapsburgos y hasta llegó a creer que los católicos franceses bajo el reinado de Francis I se unirían a la alianza. Estos esquemas eran extremadamente irrealistas y demostraban el entendimiento limitado que tenía Zwinglio de las situaciones diplomáticas en Europa y como subestimaba el disgusto tanto de los católicos como de Francis I por las enseñanzas del protestantismo.

            Con el objetivo de lograr estas esperanzas y con el apoyo del conde Philip de Hesse, Zwinglio hizo lo posible por lograr una alianza con los protestantes de Alemania. La condición para dicha alianza era el acuerdo teológico entre los cantones de Suiza que eran protestantes y los territorios luteranos de Alemania. El conde de Hesse arregló una reunión entre Zwinglio y Lutero en Marburg en 1529, la que llegó a conocerse como el Coloquio de Marburg. Zwinglio y Lutero estuvieron de acuerdo en catorce puntos doctrinales, pero estaban en desacuerdo en el número quince, el cual tenía que ver con la presencia de Cristo en la Cena del Señor. Este desacuerdo básico impidió una alianza con los estados luteranos. Con la excepción de Berne los protestantes suizos no hicieron una alianza con Hesse, Estrasburgo y Constanza quienes no eran parte de la confederación suiza, pero los protestantes suizos estaban aislados en un tiempo en que los Hapsburgos estaban directamente detrás de los cantones católicos como miembros y seguidores de una alianza cristiana.

            Zwinglio además no calculó bien la situación en Suiza. Berne era la clave para la alianza protestante por ser la Unión Cívica Cristiana el mayor cantón militar de la confederación. Zwinglio había dependido de su amigo en Berne, Nicolás Manuel, para mantener el control de los asuntos en Berne y para mantener la ciudad con firmeza en la alianza protestante. Manuel murió en 1530, y Zwinglio había perdido el contacto con la situación en Berne. La mayoría de los berneses favorecía la política de la expansión hacia el oeste con el apoyo del duque de Savoy y la alianza con Francia. Además, no tenían mucho interés en ir a la guerra con los cantones católicos, porque creían que esto solo fortalecería a Zúrich al agregarse a su territorio y poder militar.

            Cuando la ofensiva católica comenzó, Zúrich estaba al comienzo sola. Antes de que Berne viniera a su ayuda, Zúrich fue derrotada por los católicos. Zwinglio murió peleando en la segunda línea de la segunda batalla de Kappel junto con otros treinta pastores de la iglesia cantonal. Zúrich y Berne hicieron las paces con los católicos y el próximo detenimiento del protestantismo tuvo lugar en la Alemania suiza. Los planes de Zwinglio para el establecimiento de una Europa anti Habsburgo y una Europa protestante murieron con él.

            El resultado final de la guerra perdida fue que Berne fue liberada para proceder con la conquista del cantón Vaud que fue ocupado en 1536. Este avance expandió el protestantismo a las fronteras de la ciudad episcopal de Geneva. Donde quien regía era el duque de Savoy. Como resultado de este desarrollo, fue posible introducir el protestantismo en Geneva con la ayuda de Berne. Sin el apoyo de Berne, Geneva nunca hubiera sido un centro internacional para el protestantismo bajo la influencia de Juan Calvino. De hecho, eventualmente Geneva se volvió más importante para el desarrollo del protestantismo reformado que Zúrich.

Bullinger expande las ideas de Zwinglio

            Quedó bajo la responsabilidad del sucesor de Zwinglio, el obispo de Zúrich, Heinrich Bullinger, quien sirvió alrededor de cuatro décadas entre 1531-1573, el establecer la ciudad de Zúrich como un centro internacional para el protestantismo. Hasta la fundación de la academia de Geneva en 1556, el Carolino de Zúrich era el único colegio teológico en Europa donde los estudiantes tenían acceso a la teología reformada. Más tarde, ambos Zúrich y Geneva fueron opacados por las universidades de Heidelberg y Dutch que se convirtieron en los centros del pensamiento reformado a principios del siglo XVII. Sin embargo, el liderazgo de Bullinger logró una contribución notable al protestantismo reformado.

            Las “Décadas de Sermones” de Bullinger, que comenzaron a aparecer en 1549, fueron más ampliamente leídas en algunas partes de Europa que “Institución de la Religión Cristiana” de Juan Calvino. Después de 1586 fueron un requerimiento que debía ser leído por todos los clérigos que no habían obtenido un grado universitario. Los barcos de la compañía Dutch East India transportaron las “Décadas de Sermones” tan lejos como hasta Java y Sumatra. Los “Comentarios de las Epístolas Paulinas” de Bullinger tuvieron siete ediciones y fue probablemente más diseminado que los de Calvino. La incipiente teología del pacto presente en los escritos de Zwinglio fue eventualmente elaborada por Bullinger en su “De Testamento” y “Der alte Gloub”. La concepción de la teología del pacto de Bullinger, sin dudas, jugó un rol en el desarrollo de la teología del pacto normativa, tal es el caso de la teología federal durante la primera parte del siglo XVII. Esta teología fue exportada a América del Norte por los puritanos. Bullinger, además, profundizó la teología de la Eucaristía de Zwinglio, la cual ciertamente influenció el desarrollo de la doctrina anglicana de la Cena del Señor.

            Bullinger, además aceptó la idea de Zwinglio de que el control de la excomunión debía estar en manos del magistrado. Los esfuerzos de Bullinger de expandir la doctrina en el Rhineland-Palatinate por medio de su amigo y seguidor el médico Thomas Erastus, fueron un fracaso. El conflicto con Geneva acerca de la Eucaristía que sostenía que la iglesia podía prohibir a los pecadores de compartir la Cena del Señor opacó los años finales de Bullinger en su ministerio en Zúrich. Catorce años después de su muerte, la defensa de Erastus de la concepción de Zúrich acerca de la excomunión fue publicada en Londres con la ayuda del arzobispo de Canterbury, John Whigift.

            La relación de Bullinger con Inglaterra y Hungría fue particularmente exitosa. Este éxito fue debido en parte a las notables correspondencias que Bullinger llevaba con los teólogos y políticos de todas partes de Europa. Esto hizo que Bullinger llegara a ser uno de los hombres más informados entre sus contemporáneos. En febrero de 1567 se llevó a cabo en Debrecen el primer sínodo de la iglesia reformada de Hungría, la ciudad de Debrecen estaba destinada a ser el mayor centro educacional reformado el cual aceptó la obra de Bullinger “Confessio Helvetica Posterio” como su máxima confesión nacional para la iglesia.

            Los contactos de Bullinger con Inglaterra se ampliaron mucho más de lo que habían sido al principio para finales de la vida de Zwinglio, cuando a los artistas de Zúrich se les había pedido la opinión acerca de la validez del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón. Para 1538 Bullinger había dedicado su “De Scripturae Sanctoe Authoritate” y su “De Episcoparum qui verbi ministri sunt” al rey Enrique VIII. Estos contactos fueron fortalecidos por el vice regente del rey Enrique Thomas Cromwell, aunque no hubo un contacto directo entre Cromwell y Bullinger. La tercera y cuarta “Decades of Sermons” escrita por Bullinger fue después de dicada al hijo de Enrique VIII, Eduardo VI (1547-1553), lo cual es una indicación de que estos vínculos entre Zúrich e Inglaterra se fortalecieron con el paso del tiempo.

            La hospitalidad de Bullinger con un grupo de exiliados marianos entre 1533 y 1558 cementó su relación con la iglesia de Inglaterra. Este grupo incluía a quien después sería el apologista de la iglesia de Inglaterra, John Jewel, más tarde obispo de Salisbury y al futuro arzobispo de York, Edmund Sandys, como también al Timonel de Ely y el Parkhurst de Noruega y al influyente segundo conde de Bedford. Bullinger trabajó junto a estos obispos para evitar que los seguidores de la doctrina luterana de la Santa Cena tomaran cargos eclesiásticos en las iglesias de Inglaterra. Además, también les ayudó y apoyó en su lucha contra los puritanos guiada por Thomas Cartwright al igual que su ayudante Rudolph Gwalther. La base para su cooperación era una creencia común de que el estado no debía controlar los asuntos externos de la iglesia y una convicción por ambas partes, Bullinger y los obispos de Inglaterra, de que el episcopado reformado era la manera correcta de gobernar la iglesia de Cristo. Los ingleses no adoptaron las concepciones de Zúrich con relación al papel del magistrado en el clero y el gobierno cristiano en la sociedad como algunos habían aclamado. Ya ellos habían desarrollado una concepción similar antes de que hubieran aprendido la forma en que la iglesia de Zúrich era dirigida. Después de la muerte de Bullinger, la conexión de Suiza con Inglaterra llegó a su fin.


Schlatter y Schaff

            Dos pastores reformados suizos tuvieron una gran influencia en la historia de la iglesia en América. Michael Schlatter (1716-1790) era nativo de San Gall y vino a América en 1746 como un representante de los clásicos reformados holandeses de Ámsterdam. Su papel en organizar el sínodo de las iglesias reformadas alemanas en las colonias americanas fue un éxito. Sin embargo, su deseo de cooperar con la sociedad anglicana para la propagación del conocimiento de Dios, con el propósito de ayudar a los reformados alemanes y su dificultad con los pietistas radicales guiados por Philip William Otterbein (1726-1813) arrojó mucha sombra a sus últimos años en las colonias.

            El segundo pastor reformado suizo y teólogo de gran importancia en América fue Philip Schaff (1819-1893) quien vino desde Berlín a Mercerburgo en 1843 y junto con John Williamson Nevin (1803-1886) desarrollaron la teología de Mercerburgo. Esta teología fue en realidad la primera teología de América, la cual tomó en consideración la contribución de la teología alemana y el criticismo bíblico del pensamiento religioso moderno. Este hecho no se hizo popular en América y la aserción de Schaff en su “The Principe of Protestantism, as Related to the Present State of the Church” el cual la reforma reflejó como un florecimiento del catolicismo medieval enojó a muchos.


            Schaff fue en realidad el padre del estudio científico en la iglesia en América. La obra “What is Church History? A Vindication of the Idea of Historical Development” fue de enorme importancia para los historiadores de la iglesia americana. El volumen 7 de “History of the Christian Church: Modern Christianity The Swiss Reformation” le recordó a los americanos la importancia de la moderación en la teología de Zwinglio. La forma en la que Schaff retrató a Zwinglio ofrecía una alternativa a los conceptos rígidos de la teología reformada presentada por los adherentes de Calvino y sus seguidores. Gracias a Schaff, Zwinglio finalmente llegó a jugar un papel en pequeño pensamiento teológico americano.           

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