Bonhoeffer era un pianista tan talentoso que sus padres pensaban que llegaría a ser un concertista profesional.
A los catorce años se decidió por la teología.
Bonhoeffer obtuvo su doctorado cuando tenía apenas veintiún años.
Bonhoeffer viajó mucho durante los pocos años que vivió; visitó Cuba, México, Italia, Libia, Dinamarca, Suecia, España, Inglaterra y los Estados Unidos.
Bonhoeffer se mudó a uno de los peores barrios de Berlín para estar más cerca de unos niños a quienes enseñaba la Biblia.
Bonhoeffer se mudó a uno de los peores barrios de Berlín para estar más cerca de unos niños a quienes enseñaba la Biblia.
Trabajó para la agencia de Inteligencia Estatal de Hitler, un puesto que le dio la cobertura ideal para tratar, a escondidas, con el contrabando de judíos a países neutros. Bonhoeffer dirigió un seminario ilegal durante dos años y medio, hasta que fue cerrado por la Gestapo.
Poco antes de la Segunda Guerra Mundial viajó a Estados Unidos, donde consideró que estaría seguro. No obstante, decidió volver a Alemania para unirse a los pastores que sufrían bajo la tiranía de Hitler
Su actitud confiada y calmada durante los bombardeos inspiró profundamente a sus compañeros de prisión, e incluso a los guardias que lo custodiaban. Bonhoeffer podría haberse escapado del campo de concentración donde estaba, pero escogió quedarse para que su familia y amigos no sufrieran represalias.
La decisión de ejecutar a Bonhoeffer fue tomada por el mismo Adolfo Hitler.
En el corazón de Bonhoeffer seguía una profunda búsqueda de la forma de poner por obra el radical estilo de vida que describe el Sermón del Monte. Sus estudiantes se sentían atraídos por su estilo humilde y sencillo, tan diferente al elaborado intelectualismo de otros profesores. Bonhoeffer además, no dejaba de condenar públicamente las tendencias racistas del nazismo, lo que lo distanció de algunos alumnos, admiradores de Hitler. Sumado a lo anterior, muchas personas dentro de la iglesia habían adoptado una postura abiertamente pro-nazi, lo que eventualmente provocaría una irreparable división en la iglesia alemana. Eventualmente nació la “Iglesia Confesional”, así llamada porque repudiaba cualquier estilo de vida que exigía lealtad a otros dioses, confesando que solo Cristo era Señor. Como parte de esta creencia se esperaba de los cristianos que abrazaran abiertamente un evangelio hacia los oprimidos.
Los vínculos de Bonhoeffer con los judíos y sus denuncias del gobierno le habían ganado el repudio generalizado de la iglesia oficial, enfervorizada con las reformas de Hitler. Muchos consideraban al Führer un verdadero enviado de Dios, con la misión de restaurar la gloria de una sociedad devastada por la pobreza y el sufrimiento.
Bonhoeffer comenzó a trabajar para movilizar a líderes mundiales en contra de lo que estaba ocurriendo en Alemania. Viajó a varios países para participar en conferencias, en las cuales buscaba crear conciencia de la creciente ola de racismo en su tierra natal. Para él, la falta de valentía de la iglesia para denunciar estos hechos constituía una verdadera traición de los valores más esenciales del evangelio.
Dos años más tarde publicó otro libro que impactó profundamente a la Iglesia : Vida en comunidad. La obra proponía que la Iglesia debía ser un refugio para los que tenían parte de ella, una comunidad para los perdidos. Según Bonhoeffer, el cuerpo de Cristo solo cumplía su verdadero llamado cuando ofrecía esperanza a los más marginados y desesperanzados de la sociedad.
En abril de 1943 la Gestapo , luego de una investigación que había levantado sospechas sobre las actividades de Bonhoeffer, lo arrestó y envió a la prisión de Tegel. Durante este tiempo escribió cartas que inspiraban a muchos, sacadas de la prisión por los mismos guardias que simpatizaban con él. Eventualmente se publicaron como Cartas de la prisión. En ellas Bonhoeffer condena a la iglesia por su indiferencia y silencio frente a las muertes de millones de personas inocentes, ocurridas en los campos de concentración.
En julio de 1944, un intento de asesinar a Hitler falló y la investigación hecha por la policía secreta implicó también a Bonhoeffer, quien fue trasladado a una prisión de la Gestapo en Berlín. Para febrero de 1945 se le trasladó a Buchenwald, un campo de concentración con condiciones deplorables donde ya habían fallecido más de medio millón de judíos. Semanas después, el 3 de abril, lo trasladaron al campo de exterminio en Flossenburg. El 9 de abril, por órdenes de Hitler, Bonhoeffer y otros seis conspiradores fueron colgados.
Al salir de su celda Bonhoeffer le dijo a uno de sus compañeros: “Este es el final, para mí, el principio de la vida.” Muchos años más tarde, el médico que presenció la ejecución comentó: “En cincuenta años de practicar medicina pocas veces he visto a un hombre enfrentarse a la muerte con tanto decoro y valentía. Hasta el último momento demostró absoluta sumisión a la voluntad de Dios.”
Cuatro semanas más tarde, la Segunda Guerra Mundial en Europa llegaba a su fin. Con ella caía el régimen nazi contra el cual había luchado tan tenazmente Bonhoeffer. Su testimonio de osadía continúa desafiando a todo discípulo de Cristo a estar dispuesto a seguirlo, hasta las últimas consecuencias.
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