Algunos de sus asociados más cercanos creyeron que Zwinglio y el concilio de Zúrich estaban yendo muy despacio en la implementación de la Reforma Suiza. Su protesta inició una persecución.
La Reforma de
Ulrico Zwinglio estaba basada en la Escritura. Era una reforma que entendía que
la Biblia era la que debía sentar las bases para los cambios que debían ser
instituidos. Tras el reto dramático de la iglesia establecida que surgió de las
bases establecidas por Zwinglio, la base para dicha reforma estaba en la autoconciencia
escritural.
A las monjas del
claustro de Oetenbach en 1522 Zwinglio había afirmado enérgicamente el
principio de la autoridad escritural y había dicho que la Biblia era fácil de
entender si uno confiaba en la dependencia del Espíritu Santo para la iluminación
de la mente humana. Zwinglio había afirmado que la Palabra de Dios era certera
y no podía fallar. Y que además era clara y podía ser entendida por cualquiera
que en verdad tuviera una mente abierta al mensaje que ella misma contenía. De esa
manera, Zwinglio abrió la puerta para la interpretación de la Escritura en la
totalidad de la iglesia. No era necesario depender de las autoridades eclesiásticas
para la verdad. Esta podía venir directamente de Dios a través de su Palabra.
Esta fue la base
sobre la cual la Iglesia Reformada había sido establecida en la Primera Disputa
de Zúrich en enero de 1523. La predicación en Zúrich debía estar en
concordancia con la Palabra de Dios. Zwinglio mismo había concluido en su artículo
catorce antes de la disputa con la declaración: “Cada cristiano debería usar la
más grande diligencia para que el evangelio de Cristo y solo el evangelio de
Cristo sea predicado en todas partes”.
La Reforma en Zúrich
no fue una reforma monolítica. Hubo algunos seguidores nominales de Zwinglio
que se consideraban evangélicos solo por oponerse a la iglesia católica. Y otros
pocos porque querían ser libres de las restricciones morales que la iglesia
buscaba mantener. Zwinglio tenía poca simpatía con estos débiles seguidores.
Un grupo de los
devotos seguidores de Zwinglio iría a causarle serios problemas. El primer líder
de este cuadro de cristianos rigorosos fue Conrado Grebel, el hijo de una
familia aristocrática de Zúrich. Al igual que Zwinglio, Grebel fue entrenado en
el humanismo, habiendo estudiado en Basel, Viena y París. Grebel se convirtió
en un ardiente seguidor de Zwinglio, escribiendo un pequeño poema de apreciación
al final de uno de los tratados de Zwinglio en 1522, el “Archeteles”. Grebel fue ampliamente persuadido por la visión de
Zwinglio respecto al cristianismo bíblico.
Durante los primeros
años de la Reforma, Grebel se hizo amigo de otro seguidor de Zwinglio llamado Félix
Manz. Estos dos se comprometieron a la restauración del cristianismo primitivo
bíblico y pensaron que Zwinglio al igual que ellos lo estaba.
En los primeros años
de la Reforma en Zúrich, como en todas partes, hubo unos considerables
disturbios muchos de los cuales no fueron conocidos. No todos esos disturbios
fueron de índole religioso, pero si tenían una tonalidad religiosa de vez en
cuando. Algunos radicales atacaban el pago de las rentas, el diezmo y los
intereses. Al mismo tiempo, surgían esporádicas manifestaciones de
iconoclasticismo en las iglesias de Zúrich y en las afueras de la ciudad,
muchas de estas intensificadas por la predicación de Zwinglio y sus colegas.
Durante el curso
del año 1523 una cuestión seria estaba comenzando a fomentarse en Zúrich a la
misma velocidad que la Reforma. En un esfuerzo por mantener el control del rápido
avance de los eventos, el concilio de la ciudad llamó a una segunda disputa, la
cual tuvo lugar en octubre de 1523. En esta disputa se decidió que las imágenes
debían ser eventualmente removidas de las iglesias y que la misa no debía ser
considerada un sacrificio. También se decidió que estos cambios debían llevarse
a cabo solo de manera gradual, después que el pueblo y los pastores fueran
educados en las razones para los cambios. Solo de esta manera era posible saber
que el cambio ocurriría con una verdadera convicción.
No mucho tiempo después
de la disputa, Conrado Grebel, Félix Manz y varios otros, comenzaron a
cuestionar no tanto la esencia de la disputa sino la velocidad en que estas
decisiones eran llevadas a cabo. Zwinglio era mucho más gradualista. Grebel y
Manz abogaban por barrer de un soplo los abusos.
Los radicales
seguidores de Zwinglio se fueron tornando impacientes con su líder de manera
gradual. Llegaron al punto de creer que Zwinglio no estaba comprometido a
llevar a cabo los cambios como lo estaban ellos. Comenzaron a reunirse para
leer y estudiar el Nuevo Testamento. Mientras más se reunían, más llegaban al
convencimiento que era el momento para una reforma radical. Su intento de
convencer a Zwinglio para llevar a cabo más rápido la reforma fue un fracaso
por lo que en ellos la frustración fue creciendo cada vez más.
En septiembre de
1524, Grebel y otros amigos que vinieron a ser el núcleo de este movimiento
radical escribieron una carta a Thomas Muntzer. En esencia dijeron en la misma
que habían descubierto que los pastores se habían mantenido en el error,
incluso sus propios líderes. Y que por lo tanto ellos estaban también en el
error, y que hasta que no comenzaran a tomas la Palabra de Dios en sus manos y
leerla no podrían llevar a cabo lo que Dios esperaba de ellos que era una vida
santa de fe y práctica.
Claramente, en su
impaciencia, los Zwinglianos radicales comenzaron a separarse del gran
reformador. De todos modos, seguían siendo seguidores de Zwinglio de una manera
significativa.: estaban comprometidos a la Biblia, pero su biblicismo tenia una
fuente más radical. Llegaron a afirmar que solo debía ser aceptado lo que
estaba expresamente permitido en la Escritura. Zwinglio, por otro lado, estaba
convencido de que las reformas debían estar unidas a la autoridad y el
magistrado civil.
Al poco tiempo
los radicales comenzaron a cuestionar la consejería para el bautismo de niños. En
una carta al concilio de la ciudad para finales de 1524, Félix Manz expuso
varios argumentos para afirmar que el bautismo de infantes no tenía apoyo
Escritural. En respuesta el concilio convocó una disputa que tuvo lugar en
enero de 1525. Las decisiones tomadas por el concilio iban en contra de los
radicales. Estos decretaron que los niños debían ser bautizados en un periodo
de ocho días de nacido en adelante, además les fue prohibido a los radicales
reunirse en privado.
Los radicales no
podían esperar más. Continuar con la práctica del bautismo de niños iría en
contra de todo lo que ellos ahora creían que era verdadero y correcto. Unos días
después la hermandad de los radicales se reunió en casa de Félix Manz después de
orar juntos, uno de los de la hermandad llamado Jorg Blaurock, le pidió a
Conrado Grebel que le bautizara. Grebel en respuesta bautizó a todos los que
estaban presentes. Este evento es considerado hoy como el comienzo del
movimiento Anabaptista o Anabautista.
En los siguientes
días de la reunión en casa de Félix Manz, se llevaron a cabo otros varios
eventos de bautismos a creyentes que habían confesado públicamente el
arrepentimiento de sus pecados. El número de adherentes creció al domingo siguiente
Blaurock subió al púlpito en Zollikon, cerca de Zúrich, para proclamar que el
llamado Anabaptista al arrepentimiento y al bautismo había sido forzadamente desalojado.
El concilio actuó
rápidamente. Después de arrestar y examinar a la mayoría de los ofensores, fue
decidido que los líderes debían salir de una vez por todas, o sufrir los más
serios castigos. El grupo fue multado, los líderes abandonaron Zúrich, solo
para ser arrestados más tarde en el verano cerca de Grunigen. Después de otra
disputa y dos juicios, a los tres fueron condenados a cadena perpetua, pero
escaparon. Grebel murió por la plaga mientras permanecía en el exilio. Blaurock
huyó a Tyrol donde continuó su ministerio, y donde eventualmente murió en la
estaca en 1529. Félix Manz fue arrestado otra vez a finales de 1526 y el 25 de
enero de 1527 fue ahogado por las autoridades con la aprobación de Zwinglio y
aparentemente de la población cristiana de Zúrich. Manz murió como un mártir
por su fe y entre los Anabaptistas y Bautistas es considerado como tal hasta el
día de hoy.
Carta de un Anabaptista contemporáneo a Ulrico
Zwinglio:
Me dirijo a ti
como tío porque en sentido real seguimos siendo familia y te debemos mucho como
padre en la fe. A ti, reconocemos, que te debemos mucho, pero a la Biblia que
nos enseñaste le debemos más.
¡Oh, como las
pasiones del movimiento revelan la debilidad de nuestra condición humana! Todos
fuimos cautivos de una creciente ola de historia y ambos nos comprometimos
completamente con Cristo y la Palabra de Dios pero que obvio es ahora cuando
nuestro compromiso siempre fue expresado por nuestra naturaleza la cual tiene
mucho que aprender del amor de Cristo y la unidad del Espíritu.
Insististe en
reformar la existente iglesia. Demandamos regresar a las bases del Nuevo
Testamento. Tu no te reformaste del todo y nosotros no regresamos del todo. Y nosotros
hemos continuado experimentando futuros deslices y divisiones, así como tu. De todas
formas, Dios en su amor nos ha seguido dando gracia y un ministerio para
nuestros movimientos.
A medida que
miramos para atrás ahora, podemos ambos ver los problemas desde otro punto de
vista y como han sido manejado de manera distinta. Los enemigos tanto como los
problemas han tomado nuevas formas en mi generación, estos quinientos años.
¿Podemos aprender de los errores de Zúrich? ¿Cómo actuarías diferentemente? ¿Cómo
actuaríamos nosotros? Tanto el tiempo como el evangelio tiene nuestras
respuestas. Quiera Dios que comencemos con el perdón.
Atentamente: Un
Anabaptista.