Thursday, June 7, 2018

Zwinglio: El Padre de la Reforma Suiza: Radicales Impacientes: Los Anabaptistas






Algunos de sus asociados más cercanos creyeron que Zwinglio y el concilio de Zúrich estaban yendo muy despacio en la implementación de la Reforma Suiza. Su protesta inició una persecución.

La Reforma de Ulrico Zwinglio estaba basada en la Escritura. Era una reforma que entendía que la Biblia era la que debía sentar las bases para los cambios que debían ser instituidos. Tras el reto dramático de la iglesia establecida que surgió de las bases establecidas por Zwinglio, la base para dicha reforma estaba en la autoconciencia escritural.

A las monjas del claustro de Oetenbach en 1522 Zwinglio había afirmado enérgicamente el principio de la autoridad escritural y había dicho que la Biblia era fácil de entender si uno confiaba en la dependencia del Espíritu Santo para la iluminación de la mente humana. Zwinglio había afirmado que la Palabra de Dios era certera y no podía fallar. Y que además era clara y podía ser entendida por cualquiera que en verdad tuviera una mente abierta al mensaje que ella misma contenía. De esa manera, Zwinglio abrió la puerta para la interpretación de la Escritura en la totalidad de la iglesia. No era necesario depender de las autoridades eclesiásticas para la verdad. Esta podía venir directamente de Dios a través de su Palabra.

Esta fue la base sobre la cual la Iglesia Reformada había sido establecida en la Primera Disputa de Zúrich en enero de 1523. La predicación en Zúrich debía estar en concordancia con la Palabra de Dios. Zwinglio mismo había concluido en su artículo catorce antes de la disputa con la declaración: “Cada cristiano debería usar la más grande diligencia para que el evangelio de Cristo y solo el evangelio de Cristo sea predicado en todas partes”.

La Reforma en Zúrich no fue una reforma monolítica. Hubo algunos seguidores nominales de Zwinglio que se consideraban evangélicos solo por oponerse a la iglesia católica. Y otros pocos porque querían ser libres de las restricciones morales que la iglesia buscaba mantener. Zwinglio tenía poca simpatía con estos débiles seguidores.

Un grupo de los devotos seguidores de Zwinglio iría a causarle serios problemas. El primer líder de este cuadro de cristianos rigorosos fue Conrado Grebel, el hijo de una familia aristocrática de Zúrich. Al igual que Zwinglio, Grebel fue entrenado en el humanismo, habiendo estudiado en Basel, Viena y París. Grebel se convirtió en un ardiente seguidor de Zwinglio, escribiendo un pequeño poema de apreciación al final de uno de los tratados de Zwinglio en 1522, el “Archeteles”. Grebel fue ampliamente persuadido por la visión de Zwinglio respecto al cristianismo bíblico.

Durante los primeros años de la Reforma, Grebel se hizo amigo de otro seguidor de Zwinglio llamado Félix Manz. Estos dos se comprometieron a la restauración del cristianismo primitivo bíblico y pensaron que Zwinglio al igual que ellos lo estaba.

En los primeros años de la Reforma en Zúrich, como en todas partes, hubo unos considerables disturbios muchos de los cuales no fueron conocidos. No todos esos disturbios fueron de índole religioso, pero si tenían una tonalidad religiosa de vez en cuando. Algunos radicales atacaban el pago de las rentas, el diezmo y los intereses. Al mismo tiempo, surgían esporádicas manifestaciones de iconoclasticismo en las iglesias de Zúrich y en las afueras de la ciudad, muchas de estas intensificadas por la predicación de Zwinglio y sus colegas.

Durante el curso del año 1523 una cuestión seria estaba comenzando a fomentarse en Zúrich a la misma velocidad que la Reforma. En un esfuerzo por mantener el control del rápido avance de los eventos, el concilio de la ciudad llamó a una segunda disputa, la cual tuvo lugar en octubre de 1523. En esta disputa se decidió que las imágenes debían ser eventualmente removidas de las iglesias y que la misa no debía ser considerada un sacrificio. También se decidió que estos cambios debían llevarse a cabo solo de manera gradual, después que el pueblo y los pastores fueran educados en las razones para los cambios. Solo de esta manera era posible saber que el cambio ocurriría con una verdadera convicción.

No mucho tiempo después de la disputa, Conrado Grebel, Félix Manz y varios otros, comenzaron a cuestionar no tanto la esencia de la disputa sino la velocidad en que estas decisiones eran llevadas a cabo. Zwinglio era mucho más gradualista. Grebel y Manz abogaban por barrer de un soplo los abusos.

Los radicales seguidores de Zwinglio se fueron tornando impacientes con su líder de manera gradual. Llegaron al punto de creer que Zwinglio no estaba comprometido a llevar a cabo los cambios como lo estaban ellos. Comenzaron a reunirse para leer y estudiar el Nuevo Testamento. Mientras más se reunían, más llegaban al convencimiento que era el momento para una reforma radical. Su intento de convencer a Zwinglio para llevar a cabo más rápido la reforma fue un fracaso por lo que en ellos la frustración fue creciendo cada vez más.

En septiembre de 1524, Grebel y otros amigos que vinieron a ser el núcleo de este movimiento radical escribieron una carta a Thomas Muntzer. En esencia dijeron en la misma que habían descubierto que los pastores se habían mantenido en el error, incluso sus propios líderes. Y que por lo tanto ellos estaban también en el error, y que hasta que no comenzaran a tomas la Palabra de Dios en sus manos y leerla no podrían llevar a cabo lo que Dios esperaba de ellos que era una vida santa de fe y práctica.

Claramente, en su impaciencia, los Zwinglianos radicales comenzaron a separarse del gran reformador. De todos modos, seguían siendo seguidores de Zwinglio de una manera significativa.: estaban comprometidos a la Biblia, pero su biblicismo tenia una fuente más radical. Llegaron a afirmar que solo debía ser aceptado lo que estaba expresamente permitido en la Escritura. Zwinglio, por otro lado, estaba convencido de que las reformas debían estar unidas a la autoridad y el magistrado civil.

Al poco tiempo los radicales comenzaron a cuestionar la consejería para el bautismo de niños. En una carta al concilio de la ciudad para finales de 1524, Félix Manz expuso varios argumentos para afirmar que el bautismo de infantes no tenía apoyo Escritural. En respuesta el concilio convocó una disputa que tuvo lugar en enero de 1525. Las decisiones tomadas por el concilio iban en contra de los radicales. Estos decretaron que los niños debían ser bautizados en un periodo de ocho días de nacido en adelante, además les fue prohibido a los radicales reunirse en privado.

Los radicales no podían esperar más. Continuar con la práctica del bautismo de niños iría en contra de todo lo que ellos ahora creían que era verdadero y correcto. Unos días después la hermandad de los radicales se reunió en casa de Félix Manz después de orar juntos, uno de los de la hermandad llamado Jorg Blaurock, le pidió a Conrado Grebel que le bautizara. Grebel en respuesta bautizó a todos los que estaban presentes. Este evento es considerado hoy como el comienzo del movimiento Anabaptista o Anabautista.

En los siguientes días de la reunión en casa de Félix Manz, se llevaron a cabo otros varios eventos de bautismos a creyentes que habían confesado públicamente el arrepentimiento de sus pecados. El número de adherentes creció al domingo siguiente Blaurock subió al púlpito en Zollikon, cerca de Zúrich, para proclamar que el llamado Anabaptista al arrepentimiento y al bautismo había sido forzadamente desalojado.

El concilio actuó rápidamente. Después de arrestar y examinar a la mayoría de los ofensores, fue decidido que los líderes debían salir de una vez por todas, o sufrir los más serios castigos. El grupo fue multado, los líderes abandonaron Zúrich, solo para ser arrestados más tarde en el verano cerca de Grunigen. Después de otra disputa y dos juicios, a los tres fueron condenados a cadena perpetua, pero escaparon. Grebel murió por la plaga mientras permanecía en el exilio. Blaurock huyó a Tyrol donde continuó su ministerio, y donde eventualmente murió en la estaca en 1529. Félix Manz fue arrestado otra vez a finales de 1526 y el 25 de enero de 1527 fue ahogado por las autoridades con la aprobación de Zwinglio y aparentemente de la población cristiana de Zúrich. Manz murió como un mártir por su fe y entre los Anabaptistas y Bautistas es considerado como tal hasta el día de hoy.

Carta de un Anabaptista contemporáneo a Ulrico Zwinglio:

Me dirijo a ti como tío porque en sentido real seguimos siendo familia y te debemos mucho como padre en la fe. A ti, reconocemos, que te debemos mucho, pero a la Biblia que nos enseñaste le debemos más.

¡Oh, como las pasiones del movimiento revelan la debilidad de nuestra condición humana! Todos fuimos cautivos de una creciente ola de historia y ambos nos comprometimos completamente con Cristo y la Palabra de Dios pero que obvio es ahora cuando nuestro compromiso siempre fue expresado por nuestra naturaleza la cual tiene mucho que aprender del amor de Cristo y la unidad del Espíritu.

Insististe en reformar la existente iglesia. Demandamos regresar a las bases del Nuevo Testamento. Tu no te reformaste del todo y nosotros no regresamos del todo. Y nosotros hemos continuado experimentando futuros deslices y divisiones, así como tu. De todas formas, Dios en su amor nos ha seguido dando gracia y un ministerio para nuestros movimientos.

A medida que miramos para atrás ahora, podemos ambos ver los problemas desde otro punto de vista y como han sido manejado de manera distinta. Los enemigos tanto como los problemas han tomado nuevas formas en mi generación, estos quinientos años. ¿Podemos aprender de los errores de Zúrich? ¿Cómo actuarías diferentemente? ¿Cómo actuaríamos nosotros? Tanto el tiempo como el evangelio tiene nuestras respuestas. Quiera Dios que comencemos con el perdón.

Atentamente: Un Anabaptista.    

Tuesday, June 5, 2018

Ulrico Zwinglio, el Padre de la Reforma Suiza: Archivos de la Historia: La Muerte de Zwinglio en el Campo de Batalla en Kappel en 1531







Heinrich Bullinger sucedió a Ulrico Zwingio como pastor en Grossmünster después de su muerte en la batalla de Kappel en 1531. El siguiente recuento de la muerte de Zwinglio fue escrito por Bullinger.

En el campo de batalla, no muy lejos de la línea de ataque, el señor Ulrico Zwinglio cae herido junto a otros cadáveres. Mientras los hombres saqueaban, Zwinglio aún estaba con vida, recostado en su espalda, con sus manos juntas como si estuviera orando, y sus ojos mirando hacia el cielo. Algunos que no le conocían se le acercaron y le preguntaron, ya que estaba tan débil y cerca de la muerte, (porque había caído en combate y había sido herido mortalmente) si quería que se le trajera un sacerdote para su confesión. Zwinglio movió su cabeza, no dijo nada y siguió mirando al cielo. Más tarde le dijeron que si no estaba en condiciones de hablar o confesar debía tener la madre de Dios en su corazón y apelar a los santos amados para que ellos rogaran a Dios para que la gracia divina fuera derramada sobre él. Una vez más Zwinglio movió su cabeza y continuó con su mirada fija puesta en el cielo. En este momento los católicos se volvieron impacientes, le maldijeron y dijeron que él era uno de los ariscos herejes y debía recibir lo que merecía. El capitán Fuckinger de Unterwalden apareció y desenvainó su espada y dio a Zwinglio una estocada con la cual finalmente murió. Así el nombrado señor Ulrico Zwinglio, verdadero ministro y siervo de las iglesias en Zurich, fue encontrado herido en el campo de batalla junto a sus amigos (con los que permaneció hasta su muerte). De esa manera debido a su confesión y verdadera fe en Cristo, nuestro único salvador, el mediador y abogado de todos los creyentes, Zwinglio fue asesinado por un capitán asalariado, uno de los tantos en contra de quien Zwinglio siempre predicó tan elocuentemente.

El día siguiente (12 de octubre) al amanecer, los Cinco Estados dispararon sus armas con gran júbilo. Se mantuvieron en el campo de batalla durante todo el jueves y el viernes de acuerdo con la vieja costumbre entre los suizos que debían estar ahí por tres días en caso de que el enemigo volviera a atacar. Luego hicieron un llamado a sus seguidores a agrupar fuerzas en los Albis y enviarlas como refuerzo para sus ciudades en función de apoyo (las cuales necesitaban con gran urgencia) de sus aliados en Valais y en el sur. En ese mismo día los prisioneros fueron invitados a identificar los cadáveres mientras que los Cinco Estados celebraban su victoria.

A pesar de todo hubo mucho gozo cuando el cadáver de Zwinglio fue encontrado. Todos vinieron deseando ver a Zwinglio. La vituperación y los insultos arrojados en su contra por muchos celosos fue indescriptible. El señor Bartolomé Stocker de Zug, quien era capellán, me dijo después de la guerra que él había procurado ver a Zwinglio en compañía del señor Hansen Schonbrunner, quien había sido anteriormente canónigo de Fraumunster y luego regresó a Zug. El rostro de Zwinglio parecía más de un vivo que de un muerto. De hecho, tenía exactamente la misma mirada y expresión que tenía cuando predicaba, siendo esto lo que más marcó al señor Schonbrunner, sus lágrimas brotaron cuando dijo, “tu eras uno de los nuestros, yo se que hubieras sido un suizo leal. Dios perdone tus pecados”. Entonces regresó a Zug. Solo había venido con el objetivo de ver a Zwinglio y al poco tiempo después de ese evento también murió.

Más tarde ese mismo día un grupo de jóvenes salvajes, incluyendo prisioneros y mercenarios a los cuales Zwinglio había vigorosamente atacado y que estaban en su contra con gran fervor. Consideraron dividir el cuerpo de Zwinglio en cinco partes y enviarlas a cada uno de los cinco estados. Otros estuvieron en contra: ¿Quién quería cargar y enviar de esa manera un hereje? Zwinglio debía ser quemado. Otros de los líderes, como Schultheiss Golder y Amman Doos, salieron con la propuesta de que un hombre muerto debía ser dejado en paz. Esta no era la acción adecuada ni el lugar para ese tipo de procederes dijeron, nadie podía decir como todo esto iba a ser llevado a cabo. Otros hablaron acerca de echar suertes y así sucesivamente. A todo esto la bulliciosa pandilla respondió que ellos ya habían discutido el asunto y querían que alguna acción fuera tomada. De esa manera la injusticia triunfó, y cuando los líderes vieron que no había nada más que se pudiera hacer se fueron.

La multitud, entonces esparció la noticia por todo el campamento que todo aquel que quisiera denuciar a Zwinglio de hereje y traidor de la pía confederación, debía venir al campo de batalla. Ahí con gran entusiasmo establecieron una corte de injusticia sobre Zwinglio en la cual decidieron que su cuerpo debería ser desmembrado y quemado en porciones. Todo esto fue ejecutado por el verdugo de Lucerne con excesivo abuso; entre otras cosas que dijo fue que aunque otros habían afirmado que Zwinglio era un hombre enfermo, él nunca había visto un cuerpo tan saludable.

Arrojaron al fuego las entrañas de algunos cerdos que había matado la noche anterior y luego voltearon las ascuas y de esa manera la menudencia de los cerdos se mezcló con las cenizas de Zwinglio. Todo esto sucedió cerca del camino de Sheuren.

Los veredictos acerca de Zwinglio por eruditos e ignorantes de igual modo, son muy variados. Todos los que lo conocieron lo alababan. Aun así hubo muchos que siguieron criticándole porque en realidad no lo conocían o si lo conocían, estaban determinados a mostrar su resentimiento hablando mal de él.

Myconius, un historiador contemporáneo, reportó en 1536 su versión de la muerte de Zwinglio en Kappel.


Tres veces Zwinglio arrojado al suelo por las fuerzas invasoras, y en cada ocasión Zwinglio se puso de pie. En la cuarta ocasión, una lanza alcanzó su barbilla y cayó al suelo diciendo: “ellos pueden matar el cuerpo pero no el alma” y después de estas palabras, durmió con el Señor. Después de la batalla, cuando nuestras fuerzas alcanzaron una posición más fuerte, el enemigo tuvo tiempo de buscar el cadáver de Zwinglio, pareciera que Zwinglio era muy solicitado tanto en vida como después de muerto, una vez encontrado pasaron juicio sobre él. Su cuerpo fue descuartizado y quemado. Tres días después de que los enemigos se habían ido los amigos de Zwinglio vinieron a ver si había quedado algún rastro de él. Y que milagro, en medio de las cenizas estaba su corazón completo y sin daño.     

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