Con la abolición de la misa católico-romana
vino la necesidad de explicar el significado de los servicios de adoración de
la iglesia reformada. En julio de 1531, poco antes de su muerte, Zwinglio
escribió su “Exposición de la fe cristiana” dirigida a un rey cristiano en la
cual Zwinglio describió su nueva liturgia. Esta era radical para su tiempo,
aunque el orden de su servicio puede sonar familiar para muchas iglesias
tradicionales de nuestra época.
“Aquí sigue substancialmente el
orden del servicio que usamos en Zúrich, Berne, Basel y otras ciudades de la
alianza cristiana”.
Primero, en un sermón de duración
apropiada es predicada la bondad de Dios, la cual Él nos ha mostrado a través
de su Hijo, y la congregación es dirigida al conocimiento del mismo y a dar
gracias por dicha bondad. Una vez que esto ha terminado, se sirve una mesa
frente al coro, o como le decimos frente a la plataforma; esta es cubierta con
una tela, el pan sin levadura es puesto sobre dicha mesa, y el vino es
derramado en las copas. Entonces el pastor viene al frente con dos asistentes,
y los tres se paran frente a la congregación, de manera que el pastor o el
obispo queda en el centro de los ayudantes, usando solo el traje que usan los
hombres cuando ministran en las iglesias. Entonces el pastor comienza en alta
voz, no en latín, sino en idioma vernáculo para que todos puedan entender que
está diciendo, “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Y
todos los asistentes responden en nombre de la santa iglesia “Amen”. Luego el
pastor dice: “Oremos” y en este momento la congregación se pone de rodillas.
“Todopoderoso y eterno Dios, a quien
todas las criaturas adoran, te adoramos y exaltamos como el Hacedor, Creador y
Padre, concédenos a nosotros, miserables pecadores, que podamos en sincera fe
rendirte la alabanza y acción de gracias que tu Hijo Unigénito, Nuestro Señor
Jesucristo nos enseñó a hacer, a través de ese mismo Señor Jesucristo, tu Hijo,
Señor nuestro quien vive y reina contigo, Dios, en la unidad del Espíritu Santo
en la eternidad. Amen”.
Entonces el asistente que está a la
izquierda lee: “Lo que ahora vamos a leer está escrito en la primera epístola
de Pablo a los Corintios, capítulo 11. ‘Cuando, pues os reunís vosotros, esto
no es comer la Cena del Señor (verso 20 y así hasta el 29) “sin discernir el
cuerpo del Señor” (v. 29).
Entonces el asistente y la congregación
responden “Alabado sea Dios”. El pastor, “Gloria a Dios en las alturas”. El diácono
“Y en la tierra paz”. El subdiácono, “A los hombres de buena voluntad”. El diácono,
“Te alabamos y te bendecimos”, y el resto y hasta el final de este himno los
recitan los asistentes alternativamente verso por verso, la iglesia entiende
desde el principio y es amonestada en el hecho de que cada hombre debe estar
consciente en su corazón y considerar en la presencia de Dios y la iglesia las
cosas que están diciendo. El diácono luego dice “El Señor sea todos vosotros”. El
asistente responde “Y con vuestro espíritu”. El diácono dice: “Lo que es leído
ahora está escrito en el evangelio de Juan en el capítulo seis”. La iglesia
responde “Gloria sea a ti oh Señor”. El diácono “así habló Jesús: de cierto, de
cierto os digo que el cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros
padres comieron el maná… y sigue leyendo hasta donde dice: las palabras que yo
os digo hoy son Espíritu y son vida.” Después de estas palabras el pastor dice:
“Gloria a Dios quien se ha dignado a perdonar todos nuestros pecados según su
Palabra”. El asistente responde: “Amen”. El pastor: “Creo en un solo Dios”. El diácono:
“El Padre Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra”. El subdiácono: “Y en
Jesucristo, su Hijo Unigénito, nuestro Señor”. Y el resto y hasta el final del
credo de los apóstoles es repetido por los ministros alternativamente en voz alta,
así como hicieron el himno “Gloria en las Alturas”.
La invitación del pastor a la celebración
de la cena: “Ahora deseamos, queridos hermanos, de acuerdo con las costumbres
instituidas por Nuestro Señor Jesucristo que comamos este pan y bebamos esta
copa de vino, así como Él nos encomendó que hagamos este memorial en conmemoración,
alabanza y acción de gracias, porque Él sufrió la muerte por nosotros, y derramó
su sangre para lavar nuestros pecados. Por lo tanto, que cada hombre se examine
y se evalúe a sí mismo, como el apóstol Pablo sugiere de que cada uno esté
seguro de confiar plenamente en el Señor Jesucristo y que ninguno se comporte
como un creyente que no tiene fe y de ese modo sea culpable de la muerte del Señor
y peque contra la totalidad de la iglesia, la cual es su cuerpo y así muestre
desprecio por ella. Todos lo que está de acuerdo pongámonos de rodillas y
oremos, “Padre nuestro que estás en los cielos… (hasta el final de la oración).
Y cuando el ministro dice amén da la oportunidad al pastor de orar.
Oración: “Señor, Omnipotente Dios,
quien por tu Espíritu nos has unido en un solo cuerpo en la unidad de la fe, y
has encomendado a tu cuerpo (la iglesia) a darte alabanzas y gracias por tu
bondad y generosidad con la cual nos has concedido a tu Hijo Unigénito, nuestro
Señor Jesucristo a morir por nuestros pecados, concédenos poder cumplir este
mandamiento en una fe tal que no tengamos ninguna pretensión indebida que te
ofenda o te provoque a ti que eres la verdad infalible. Concedemos también el
poder vivir en pureza a medida que nos convertimos en tu cuerpo, tus hijos y tu
familia, que incluso el incrédulo pueda aprender a reconocer tu nombre y tu
gloria. Mantennos Señor y que tu nombre y gloria venga y remueva la enfermedad
y depravación de nuestras vidas. También te pedimos, Señor, aumenta nuestra fe,
que es nuestra confianza en ti, quien vives y reinas en el mundo por la
eternidad. La iglesia responde: “Amen”. Entonces el pastor dice las siguientes
palabras sagradas:
“El Señor Jesús la misma noche que
fue entregado comió pan (aquí el pastor toma el pan sin levadura en sus manos)
y cuando hubo dado gracias lo partió diciendo: Tomad, comed esto es mi cuerpo
que por vosotros es partido, haced esto en memoria de mí. (aquí el pastor le
pasa el pan a los ministros que están parados al lado de la mesa y ellos
inmediatamente lo toman con reverencia, lo dividen entre ellos y comen. Mientras
tanto el pastor continua) de la misma manera tomó también la copa después de
haber cenado (aquí el pastor toma la copa en sus manos) dando gracias a Dios y
dijo bebed de esta copa. Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto,
todas las veces que la bebiereis en memoria de mí. Porque cada vez que comáis este
pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga
(vosotros alabadle y agradecedle) hasta que Él venga.
Después de esto los asistentes pasan
el pan sin levadura y cada persona en la congragación agarra un pedazo del pan
con sus propias manos, y lo pasan a su prójimo. Si alguno no quiere tomar el
pan con sus propias manos, el ministro lo traslada con las suyas. Entonces los
asistentes siguen con las copas y se pasan cada uno la copa del Señor. No permita
su majestad que esta costumbre de ofrecer y recibir los elementos sea removida
porque se ha dado el caso que algunos hermanos han estado en enemistad y
accidentalmente se han sentado uno al lado del otro y han dejado a un lado su
rencilla al compartirse el uno al otro los elementos del pan y el vino.
Otro asistente lee otra vez desde el
púlpito en el evangelio de Juan, mientras la congregación está comiendo y
bebiendo el sacramento del cuerpo y la sangre del Señor; comenzando en el capítulo
trece. Cuando todas las copas han sido traídas de vuelta el pastor comienza: “arrodillémonos”
porque comemos y bebemos el sacramento de la Cena sentados y en silencio
escuchando la palabra del Señor, y cuando todos se arrodillan el pastor dice:
“Yo digo: Alaben vosotros siervos
del Señor, alaben el nombre del Señor”. El diácono: “Bendito por el nombre del
Señor desde este tiempo y por siempre (Sal. 113:2). El subdiácono: “desde el
amanecer hasta el anochecer, etc.” Y así sucesivamente los asistentes van
diciendo alternativamente este salmo el cual los hebreos usaban decir después de
comer. Después de esto el pastor exhorta a la congregación con estas palabras:
“Estén conscientes, amados y
queridos hermanos, de lo que hemos hecho juntos por el mandamiento de Cristo. Hemos
dado testimonio a través de esta acción de gracias, la cual hemos hecho en fe,
de que somos de hecho miserables pecadores, pero que hemos sido purificados por
el cuerpo y la sangre de Cristo el cual Él entregó y derramó por nosotros, y
hemos sido redimidos de la muerte eterna. Hemos dado testimonio de que somos
una hermandad. Por lo tanto, confirmemos esto por el amor, la fe, y el servicio
mutuo. Por lo tanto, oremos al Señor para que podamos mantener su amarga muerte
bien profunda en nuestros corazones para que, así como nosotros morimos a
diario a nuestros pecados seamos sustentados y aumentados en todas las virtudes
por la gracia y la bondad de su Espíritu para que el nombre del Señor sea
santificado en nosotros, y nuestros prójimos sean amados y ayudados. El Señor
tenga misericordia de cada uno de nosotros. Que el Señor haga resplandecer su
rostro sobre nosotros y su gracia sea sobre nosotros. Amen”.
El pastor ora otra vez: “Te damos
gracias oh Señor, por todos tus dones y beneficios, a ti que reinas y vives
sobre este mundo eternamente. Amen. El pastor dice: “vayan en paz”. Y de esta manera
la iglesia se despide.