“Una poderosa ola de avivamiento bañó toda Norte América, y alteró para siempre el terreno religioso”.
En el otoño de
1740, un granjero cerca de Hartford, Connecticut, escuchó noticias que
cambiaban vida. Nathan Cole era un hombre convencionalmente religioso cuya
consciencia se le había turbado gradualmente por una insaciable necesidad de
Dios. Las noticias consistían en que el joven predicador George Whitefield
estaría predicando a doce millas de distancia en Middletown. Inmediatemente,
como Cole escribió más tarde, “Corrí hacia el pasto por mi caballo con todas
mis fuerzas” y con su esposa se apresuró hacia Middletown “como si estuviaroms
corriendo por nuestras vidas”. Llegaron justo a tiempo para ver a Whitefield montado
en el andamio que había sido eregido para su sermon. Para Nathan Cole el joven
evangelista británico lucía angelical. Pero el mensaje de Whitefield cambió su
vida: “Escucharlo a él predicar me provocó una herida en el corazón, por la
bendición de Dios todo mi viejo fundamento se había destruído y me di cuenta de
que mi justicia no me iba a salvar”. Después de varios meses, Cole estaba
convencido de que había sido reconciliado con un Dios de gracia.
Primer Entusiasmo
Nathan Cole y su
esposa estaban entre los miles que habían sido encantados con el mensaje de
George Whitefield al nivel del Gran Avivamiento de América. Pero las raíces de
este avivamiento se extienden mucho antes que Whitefield, y sus frutos podrían
ser vistos por generaciones. El primer entusiasmo ocurrió durante las primeras
décadas del siglo XVIII. Las predicaciones clamaban por el despertar spiritual lento
o la cosecha, un nuevo interés en la gracia de Dios tomó lugar en las Iglesias congregacionales
de Nueva Inglaterra, en las congregaciones reformadas alemanas en Nuew Jersey.
Salomón Stoddard (abuelo y predecesor de Jonathan Edwards como ministro en
Northampton Massachusetts), Theodore Frelinghuysen (Un ministro alemán
entrenado por los pietistas continentals) y muchos otros miembros de la familia
Tennent (emigrantes presbiterianos del norte de Irlanda) fueron los pioneros de
esta obra.
Entonces, a
mediados de los 1730 la congregación de Northampton que Edwards había heredado
de su abuelo estaba profundamente entusiasmada por las dramáticas predicaciones
de Edwards acerca de la justificación por fe. Un testimonio de este entusiasmo,
Una Narración fiel de la Sorprendente
Obra de la Conversión de Muchas Miles de Almas en Nothampton (1737) fue
ampliamente leída en América y en las Islas Británicas y estimuló a otros
ministros a buscar un avivamiento similar en sus congregaciones.
El Feroz Whitefield
El avivamiento
general no fue, sin embargo, hasta la llegada de Whitefield. Este joven
anglicano había sido colega de Juan y Carlos Wesley y ya había experimentado con
la predicación puertas afuera en Gran Bretaña. Su razón nominal para estar en
América era para supervisar un orfanato en Georgia. Su razón verdadera era
predicar. Una persona de carisma sobresaliente, Whitefield también influyó en
algo acerca de las circunstancias cambiantes de sus días. La apelación
dramática a las personas de Whitefield representaba una adaptación cristiana
del viejo evangelio a una especie de mercado libre que rápidamente se
desarrolló entre las iglesias. Era personal (no como había sido posicionado en
la jerarquía tradicional, no ligado a las restricciones familiares, no como
miembros de congregaciones locales) lo que Whitefiel hacía en sus apelaciones.
Whitefiel predicó más de quince mil mensajes en sus treinta y cinco años de Carrera
itinerante, pero ninguno de ellos fue tan efectivo como el de 1740. En un
circuito de Nueva Inglaterra en el otoño de ese año, cuando fue escuchado por
Nathan Cole y su esposa, Whitefield se dirigió a una multitud de alrededor de ocho
mil personas cada día por alrededor de un mes. Este viaje pudo haber sido el evento
más sensacional en la historia de la religión en América.
Al termiar
Whitefield dejó a miles preguntándose Qué debo hacer para ser salvo? Además
dejó a muchos líderes de colonias maravillados de que tal entusiasmo religioso
pudiera provocar tanta estructura social y que no pocos ministros desmayaran al
ver este nuevo acercamiento social. Los ataques que eventualmente surgieron en
contra de Whitefield y su mensaje llevaron a persistentes disputas. Pero estas
también se disiparon cuidadosamente discriminadas por las defensas del piadoso
Jonathan Edwards. Las defensas de Edwards del avivador calvinista se
convirtieron en el mayor componente de trabajo teológico que estableció como el
más poderoso de los teológos cristianos de América.
Cambios Energéticos
Avivamientos como
el promovido por Whitefield y defendidos por Edwards pronto se esparcieron a lo
largo de las colonias. Algunos, como los avivamientos bajo Henry Alline en los
Marítimos Canadienses, rechazaron el calvinismo que había ceñido el mensaje de
Whitefield. Otros, como aquellos animados por Isaac Backus en Nueva Inglaterra
y Shubal Stearns en Carolina del Norte, fueron dirigidos por bautistas, un
grupo que creció en gran número como resultado del avivamiento. Además otras corrientes
de renovación ayudaron a preparar el camino para la posterior expansion de los
metodistas.
El avivamiento
colonial selló el Protestantismo Americano con un caráctar avivador que nunca
más se ha perdido. Aunque los que lo iniciaron fueron calvinistas
(Frelinghuysen, los Tennents, Whitefield y Edwards) las primeras instituciones
legales en recibir dicho avivamiento fueron los bautistas y los metodistas
quienes rechazaron el calvinismo, y el establecimiento de la religión. Los
historiadores meditan profundamente la conexión entre la voluntad de los
avivadores de romper con las tradiciones religiosas y el afán de los americanos
solo unas décadas después de arrojar la regia hereditaria de Inglaterra. Los cristianos
van a ser impresionados por esa posibilidad, pero aún más por la renovación de
la fe que fue el regalo de avivamiento a oídos humildes com el de Nathan Cole.